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Primera página del relato

AVISO- En el archivo de JULIO he puesto un post de CRONOLOGÍA. En él se hace el resumen de personajes y fechas ordenadas, para poder seguir mejor la historia.

Capítulos 16-17-18-19-20

Capítulos 16-17-18-18-20.
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Capítulo 16.

Madrid, Abril de 1951.
Casa de los Iniesta. A la mañana siguiente.

-Mamá…


Álvaro le dio a su madre un beso de buenos días en su primera mañana fuera de la cárcel. ÉL mismo se quedó un rato pensando, tras haberse despertado, en su cama, comprobando que todo estaba bien, que Alicia estaba abrazada a su lado y lo de la noche anterior no había sido un sueño.

Doña Marcela no pudo evitar esbozar una sonrisa de satisfacción cuando vio a la pareja aparecer por la puerta, ya bien entrada la mañana. Se había despertado varias veces esa noche, al oir los ataques de tos seca de su hijo, y aún arrastraba la preocupación que la había asaltado días atrás, cuando esperaba noticias en la puerta de la cárcel. Los rumores sobre la enfermedad de Álvaro no paraban de martillearle, y aunque no pudo comprobar por sí misma lo que pasaba, pues no le dejaron pasar a verlo, Doña Marcela llegó a temer muy seriamente por su hijo. La cola de mujeres de presos era una fuente de información bastante fiable de lo que estaba pasando dentro de aquellos muros.

-Marcela..
Alicia venía detrás y le dio los buenos días a su suegra. Por primera vez en muchos días, su suegra la veía sonreir.

Ahora, al verles a los dos empezó a albergar esperanzas de que la recuperación de ambos se aceleraría. Sus caras se habían quitado toda la angustia de los días anteriores y se diría que habían rejuvenecido cinco años de golpe. La mañana era templada y el sol subía fuerte. La primavera estaba llegando a Madrid.
-Hijos, ahora os caliento la leche, que se ha quedado fría. Al ver que tardabais, Pedrito y yo nos hemos puesto a desayunar. No he querido despertaros, después de todo lo de ayer. Hoy necesitabais descansar.

Pedrito irrumpió de golpe en el salón, al oir la voz de su padre.
-¡Papá!
-¡Hijo!

Álvaro abrazó a su hijo cuando vino a darle los buenos días. Definitivamente, no era un sueño. Estaba en su casa.
-Papá, ¿Vamos a ir hoy a al parque a pasear?
-Pedrito, deja a tu padre desayunar tranquilo, venga, que se acaba de levantar. Luego ya veremos que hacemos.
-Déjalo mamá- sonrió Álvaro-. Iremos donde tú quieras, hijo.
-¿Y compraremos almendras garrapiñadas? ¿y un globo? ¿y le echaremos migas a los patos del estanque de…?
-Si, globos. Y un paquete de almendras. Y los patos…

Álvaro reía mientras iba haciendo memoria poco a poco de los lugares familiares de su recién recuperada libertad.
-Si, eso, hártate de almendras y luego la comida para el gato, ¿no?-dijo Doña Marcela- Venga, Pedrito, ve a lavarte los dientes, que ya has desayunado, y deja a tu padre que desayune tranquilo.
-¿Pero nos vamos a ir, papá? ¿Y tú también, Alicia?
-Si, Pedrito, pero ya has oído a la abuela….. Primero tienes que lavarte los dientes.
-¡Voyyy!!

Pedrito se metió dentro a terminar de asearse mientras su padre le miraba. EL niño también se alegraba de ver a Alicia de pie y con ganas de salir, después de tantos días encerrada en la casa.
-No le consientas todo, hijo. No está la cosa para caprichos.
Álvaro cogió la mano de su madre.
-Lo sé, mamá. Ya iremos poco a poco.
Para Pedrito, el paseo dominical con su padre y Alicia significaba la vuelta a la normalidad, la certeza de que todo volvía a su cauce.

Tras desayunar y recoger las cosas, Álvaro recibió las novedades matutinas.

-Te ha llamado Eduardo, para preguntar por ti y ver qué tal estabas. Dice que cuando quieras se pasa a explicarte la situación. Le he dicho que se pase esta tarde, Álvaro, si no hay otra cosa. Mañana es Lunes y él estará con sus asuntos del bufete.
Álvaro asintió.

-También ha llamado… ¿cómo ha dicho?... el doctor… bueno, no recuerdo bien, ahí he apuntado su nombre y el teléfono que me ha dado. Ha dicho que te conoce, Álvaro, ha preguntado por ti, y ha dicho que estaría encantado de recibirte mañana Lunes en su consulta.

El médico de la cárcel solía ver a los reclusos cuando recobraban la libertad. De forma totalmente altruista, no era la primera vez que tras tratarlos dentro de la prisión, continuaba el seguimiento de los mismos fuera de ella. Médico vocacional, muchas veces se veía frustrado ante las limitaciones que tenía en la cárcel, y le llenaba de rabia ver morir a hombres que en otras circunstancias no habrían tenido más que una enfermedad, más o menos seria, pero tratable, y que en estas circunstancias, la falta de medios y la desidia de los guardias hacia que las cosas se torcieran de manera irreversible. Como él decía muchas veces, se hizo médico para curar personas, no para verlas morir. El médico atendía a los ex -presidiarios en su casa y nunca les cobró la consulta, a pesar de que algunos de ellos sí que hubieran podido pagar sus honorarios. Por principios, decidió igualar a todos por el mismo rasero, igual que los había igualado la enfermedad y la cárcel. De esta forma, ninguno se sentía más violento de lo necesario cuando acudían a él y les evitaba la vergüenza de tener que pensar que los atendía “por caridad”.

-La salud no puede ser un lujo- solía decir-. Y menos en los tiempos en que estamos.

En efecto, a la mañana siguiente, Álvaro y Alicia se dirigían a la consulta del doctor. Álvaro iba conduciendo su coche, el elegante Peugeot 203 de color negro, comprado unos meses atrás, tras haber sacado la cátedra. Álvaro se atrevió a coger el coche cuando El día anterior, tras haber salido a pasear los cuatro, después de comer, comprobó que el cuerpo reaccionaba bien, que los ojos se iban adaptando a las nuevas distancias, aunque de vez en cuando los tuviera que cerrar y descansar, y que la alegría por la recién estrenada libertad le daba nuevas fuerzas a sus piernas para sostenerle. No quiso molestar más a Eduardo y pedirle que los llevara, y llamar a un taxi hubiese sido un dispendio que tenían que empezar a restringir. Tras comprobar que mejoraba más rápido de lo que hubiera esperado, decidió conducir él mismo su coche.



Álvaro se preguntaba en su interior, cuanto les duraría aquella situación de familia acomodada de clase media, si él no era repuesto a su cátedra en breve plazo. Tenía previsto que lo siguiente que hiciera tras la revisión médica, sería acudir al Decanato para comprobar su situación laboral y académica, pero muy en su interior no paraba de pensar cuanto podría pedir por el coche y a quien se lo podría vender. Tras el cuadro de Alicia, sería lo siguiente en caer.

Pronto llegaron a la consulta.
-¡Álvaro Iniesta!
-Doctor..
-¡No sabes lo que me alegro de verte! ¡Pasa, pasa dentro!
-Mi mujer, Alicia.
-Encantado, señora. Pasad. Os estaba esperando.

Álvaro sí que recordaba de los días y noches pasados en la enfermería. A pesar del delirio y de la fiebre tan alta, Álvaro nunca olvidó al médico que había permanecido junto a él, velándole e insistiendo con los ánimos. Con el tiempo, Álvaro había llegado a preguntarse qué hubiera sido de él de no ser por aquella mano que le tendió el médico, y que le hizo salir de la postración en la que estaba sumido.

El diagnóstico del médico vino a confirmar lo que Doña Marcela, en su sabiduría de madre, había supuesto: que el resto de tos que tenía Álvaro no era contagioso y se terminaría de limpiar con buenos alimentos, sábanas secas, sol, aire puro, y el apoyo de los suyos. Y por supuesto, un bote de antibióticos que le facilitó él mismo. Aunque el doctor también intuyó que el mejor bálsamo para el paciente iba a ser la presencia de Alicia, a quien también reconoció. Unas ampollas de hierro, una dieta adecuada, descanso y tranquilidad, como a su marido. Y la naturaleza actuaría por sí sola.

Tras abandonar la consulta, ambos decidieron dar una vuelta en el coche. Álvaro tenía ganas de ver las calles de Madrid, y todavía demasiado débil para dar una caminata, el coche les acortaría las distancias. Alicia iba a su lado en el asiento, y observaba, con curiosidad, lo que cambia la ciudad en apenas dos meses: tiendas que cambian de dueño, casas en obras. Ella tampoco había puesto un pie en la calle en todo ese tiempo.

La voz de Álvaro le sacó de sus pensamientos.
-Mira…
-¿Qué?
-¿…ese no es…? Allí, con esos guardias, mira, mira….

Álvaro detuvo el coche en seco, junto a la acera, y se bajó de él. Una pareja de guardias habían dado el alto a un hombre que iba por la calle, con un hatillo de ropa en la mano. Se veía a la legua que estaba en un apuro. Álvaro había visto desde el coche, no sin sorpresa, quien era ese hombre.
-¡Francisco! ¡Por fin te encuentro!

Los guardias se dieron la vuelta, un poco molestos por la inesperada interrupción. Francisco, el antiguo compañero de celda de Álvaro, estaba entre ellos, con su hatillo, la barba de varios días y el aspecto de haber pasado esas dos noches durmiendo al raso. Al tener la oportunidad de verlo de cerca, Álvaro reaccionó rápido, al intuir lo que estaba pasando.

-¿Por qué has salido tan pronto de casa? Hemos salido a buscarte en el coche. Habíamos quedado en ir juntos, ¿no te acuerdas?. Buenos días, señores- ahora Álvaro se dirigía a la pareja de guardias- ¿les puedo ayudar en algo?

Los guardias se quedaron sorprendidos ante la pregunta que les hacía el recién llegado. Antes de que contestaran, Álvaro sacó su documentación del bolsillo y siguió hablando.
-Soy Álvaro Iniesta, abogado. Este señor acaba de salir de la cárcel y se encuentra alojado en mi casa. Esta misma mañana nos disponíamos a formalizar sus papeles.

Los guardias se quedaron un rato mirando las acreditaciones de Álvaro. De reojo, miraron el coche, y luego dieron un repaso visual al traje de chaqueta y corbata que tenía el abogado.

-¿Así que se encuentra viviendo en su casa?
-Así es. Permanecerá en ella hasta que se establezca por su cuenta. Y por supuesto, cualquier novedad en su paradero será notificada como corresponde. Ninguno de los dos queremos que mi defendido vuelva a la cárcel de nuevo.

Álvaro sabía que sólo su rapidez de reflejos harían que Francisco evitara la Ley de Vagos y Maleantes. Ante las dudas de los guardias, Álvaro siguió hablando.
-No sé a qué vienen esas dudas, señores. Don Francisco y yo somos amigos desde la infancia. Unas desafortunadas circunstancias le llevaron a donde está, y ahora, tras haber cumplido su pena, está dispuesto a acatar todo lo que le mande el sistema. Ya les digo que se encuentra en mi casa y nos hallamos en proceso de terminar de formalizar su situación. El Sábado salió de la cárcel y ya saben que muchos organismos oficiales han abierto hoy Lunes.

EL guardia más alto habló, devolviéndole la documentación a Álvaro.
-Está bien. Pueden irse. Pero no olviden presentarse en la D.G.S. mañana, a lo más tardar.
-Así lo haremos. Vamos.

Álvaro indicó el camino del coche a un Francisco que todavía no se acababa de creer de la que se acababa de librar. Sin decir ni una palabra, Francisco se sentó en el asiento trasero. Álvaro se subió a su sitio, arrancó el coche y le dio gas, para alejarse de allí, no sin antes buscar la mirada de Alicia, que le sonrió desde su asiento.

El coche circulaba sin detenerse por entre las calles de Madrid mientras Francisco permanecía mudo en el asiento trasero. Casi antes de darse cuenta, habían llegado a la calle donde vivían los Iniesta. Álvaro bajó del coche y dio la vuelta para abrirle la puerta a su antiguo compañero de prisión.
-Francisco.
-Álvaro, yo…
-No tenías donde quedarte, ¿Verdad?

Francisco bajó la cabeza, avergonzado. Era duro decir que llevaba dos días durmiendo al raso y alimentándose con los desperdicios que encontraba.
-¿Y por qué no nos lo dijiste cuando te dejamos en la Calle Atocha? Te hubieras venido con nosotros.
Francisco no sabía contestar a una pregunta que ni él mismo sabía la respuesta. Sólo acertó a disculparse.
-Venga, vamos arriba- le invitó a subir Álvaro.
-Álvaro… yo no puedo… tú no puedes…. Tienes familia, y..
Álvaro se puso frente a él y se paró a hablarle.
-Está bien. Dime una cosa. Si yo fuese el que está en la calle, ¿tú me dejarías tirado? ¿me dejarías a mi suerte?

Francisco bajó la cabeza.
-Álvaro, seré un estorbo, una boca más…
-Bueno, según lo miremos. También serás una cabeza más que piense como salir de esta. Estamos los dos metidos en el mismo lio- Álvaro sonrió-. Además no te queda más remedio que venir. Te guste o no, acabo de convertirme en tu abogado.

Alicia salió del coche y se puso al lado de su marido, dándole la mano y mirando a Francisco.
-Nos encantaría que subieses con nosotros-dijo ella.
Álvaro cerró el coche, y, cogiendo el hatillo de Francisco, le invitó a pasar al portal, de la mano de Alicia.
-Vamos arriba. Por lo pronto, hoy comes caliente. Y mañana será otro día.
Los tres entraron en el portal del imponente edificio.
Por primera vez en tres años, Francisco durmió entre sábanas limpias.


Fin del capítulo 16.
Continuará….
Fotos:
Capturas personales.
Gran vía: http://estaticos.20minutos.es/img/2006/02/28/365989.jpg
Coche: http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/4/43/Peugeot_203_Utrecht.JPG




Capítulo 17.
Madrid. Mayo de 1989.

Acurrucada entre las sábanas de su cama, Rocío intentaba, sin mucho éxito, conciliar el sueño. La adolescente estaba sorprendida por la historia que había estado escuchando de boca de su abuela Alicia. El relato de los acontecimientos pasados le había impresionado vivamente. Nunca se hubiera imaginado que su abuelo había estado a punto de morir en la cárcel, que su abuela tuvo unos inicios difíciles y pasó por una operación complicada, y que sus abuelos, ahora bien situados y sin aparentes preocupaciones, lo habían pasado realmente duro en aquellos años.

Ahora se le venían al pensamiento las cenas y veladas familiares, en las que el tema del pasado salía vagamente en la conversación, y su mente se quedaba impregnada de palabras que los adultos ocultaban a los niños, de miradas a hurtadillas y de medias verdades captadas entre frase y frase. Ahora, con el beneplácito de su madre, que dejaba hacer a Alicia, estaba recibiendo la historia familiar por boca de su abuela, esa historia que siempre habían tenido los adultos bajo llave, seguramente en un intento de proteger a los niños de preocupaciones, o tal vez de protegerse ellos mismos, quién lo sabe.

También le impresionó sobremanera el que su abuelo, la persona más buena que ella conocía, hubiera estado en la cárcel. Como a todos los niños les repetían en la escuela, la cárcel era para los hombres “malos”, los delincuentes, los asesinos. Así que el encontrarse con una injusticia cometida en su misma familia era un bocado difícil de digerir. Con demasiadas cosas en la cabeza, a oscuras, daba vueltas en la cama sin poder dormirse.

Tras el enésimo pestañeo dentro de las sábanas, decidió levantarse a por un vaso de agua.
“Total, no me duermo, no me vendrá mal un paseo por la casa…”
Rocío pensaba en voz alta mientras se calzaba las zapatillas con cuidado. Todo el mundo dormía y ella no quería hacer ruido.

Lentamente, abrió la puerta de su cuarto y en silencio salió fuera. Muy despacio, cruzó el pasillo y se detuvo al pasar por la puerta del cuarto de su hermano, a quien oía respirar profundamente.
“Míralo, que bien duerme….qué feliz vive ‘el ese’…”

Rocío sonrió burlona al recordar la última disputa que habían tenido los dos hermanos porque éste último no había tirado de la cadena del baño cuando le tocaba a ella vestirse en el turno siguiente.

-¡¡¡Mamaaaaá!!! ¡Mira lo que ha hecho ‘el ese’…..!
-Que no me he dado cuenta… ¡y no me llames más ‘el ese’!
-¡Lo has hecho adrede! ¡porque sabías que detrás iba yo!
-qué tonterías dices …
-¡¡tira de la cadena inmediatamente!!
-¿Yo? Eso no es mío..
-¡¡mamaaaá….!!
-¿Para quién te ibas a arreglar? ¿acaso va venir quien yo estoy pensando, a recogerte? Rocío tiene novio, Rocío tiene novio…

Se refería a Enrique, el chico que durante estos últimos días había estado llamando a su hermana por teléfono, cosa que aprovechaba él para tomarle el pelo.
-(ahora sí que te la vas a ganar), mamaaaaá!!!!
-Venga, niños, cada día estáis con una historia nueva- decía su madre, poniendo paz entre los adolescentes- Javier, tira de la cadena ahora mismo y no seas marrano. ¿Te crees que el baño se limpia solo?
-voyy….
Javier refunfuñaba entre dientes, pero al final obedecía a su madre.

Rocío se descalzó las zapatillas, para hacer todavía menos ruido, al cruzar por delante de la puerta entornada del dormitorio de su abuela Alicia, con objeto de no despertarla a ella, ni despertar a Remedios, la enfermera que la cuidaba de noche, y que se encontraba dando una cabezada en el sillón. Rocío no pudo evitar asomarse ligeramente al quicio de la puerta, y comprobar que ambas estaban dormidas. Todo estaba en orden.

“Que duermas bien, abuela”- susurró cariñosa.
Sonrió al ver desde la puerta la rosa blanca que le había traído a su abuela, puesta en un vaso con agua en su mesilla de noche.

Al pasar por el salón, se fijó de nuevo en la foto de su abuelo Álvaro, con su hermano y ella de pequeños, con el triciclo, de paseo dominical en el Retiro. Detrás suya se veía a Francisco, su amigo, con sus nietos.
“¿Será éste el mismo Francisco de la cárcel?”- pensó.
Ya se lo preguntaría a su abuela al día siguiente. Ahora tenía sed.

Con sigilo, la niña llegó a la cocina y cerró la puerta para que no la oyera nadie. Cogió su jarro del mueble, y fue hacia el fregadero.
“Ay, el grifo, el grifo….”- pensaba, y con razón, que no le serviría de nada la precaución anterior, si al abrir el grifo el ruido de las cañerías iba a despertar a media casa.

Rocío abrió rápido el grifo, llenó el vaso y lo cerró de inmediato. El borboteo de la cañería resonó en los azulejos de la cocina, como un eco inmenso. Rocío bebió el agua del tirón y soltó el vaso en la encimera.

-“¡Aaahhhhh!” “¡Está fresquita!”

Tras limpiarse la boca y soltar el vaso, se dispuso a volver a su dormitorio. Con cautela, asomó la cabeza de nuevo al pasillo, como un ratón que sale de la madriguera y comprueba que no esté el gato.
“Parece que no me ha oído nadie”.
Sigilosa, se dispuso a desandar el camino para volver a su cuarto.

Al pasar por el salón, vio de nuevo el ramo de rosas blancas en el mueble, del que anteriormente había cogido una para dejársela a su abuela. En un impulso, se acercó a él y olió una de las flores.
“Huelen bien. Huelen a suavidad”.
A la niña le hizo gracia la asociación de sensaciones que había hecho.

Al lado de las flores, colgado de una percha, ‘Pirulí’ la miraba con mucha atención despierto desde su jaula. Tras caer Alicia enferma, había sido la nieta quien se encargaba de limpiar al canario y cambiarle el agua todos los días, además de ponerle la hoja de lechuga fresca que tanto le gustaba. El animal conocía a Rocío, y le piaba cada vez que se acercaba a ponerle su ración de ‘verde’ diaria. Durante el día, Rocío daba conversación al pajarillo, que parecía que le contestaba a sus frases.

“No vayas a cantar ahora, no cantes…”- pensó Rocío cuando lo vio.

El pajarillo estaba espabilado, en su palo, observando el deambular de la niña por la estancia. Rocío le hizo un pío y se alejó de él rumbo al pasillo.

“Así me gusta, que seas bueno”.



De repente, su mirada se posó en la puerta cerrada a cal y canto que tenía frente a sí. 

 La puerta del DESPACHO, terreno infranqueable para los niños, quienes se acercaban con solemne respeto cuando veían a los adultos encerrarse allí a trabajar con gesto grave: sus abuelos, sus tíos, entraban ahí y se pasaban horas que a ella se le antojaban interminables, para leer, estudiar, o hablar de asuntos espesos que ella nunca había estado tentada de saber. Y ahora, desde hacía un año, esa puerta no se abría más que lo imprescindible. Tras la muerte de Álvaro, su abuela se pasaba horas enteras encerrada en ese despacho, pese a la insistencia de sus hijos para que dejara los recuerdos, saliera de ese mundo y le diera el aire.

-Mamá, vamos… No es bueno esto…. Tenemos que seguir viviendo.

Y Ana, la hija mayor, sacaba a su madre del despacho cuando veía que llevaba demasiado tiempo allí dentro, pasando los dedos por los libros que había escrito su marido, mirando las fotos de ambos y sentándose en el sillón donde le había acompañado tantas veces mientras él escribía.

Esa habitación fue el bufete donde Alicia despachó sus primeros casos, donde Álvaro se metía a escribir sus libros, y posteriormente, donde Pedro y su mujer empezaron una prometedora carrera hasta que se establecieron por su cuenta y Pedro entró como profesor en la Facultad. Una de las gemelas, Mercedes, también hizo lo propio, y aún seguía acudiendo al bufete familiar a consultar algunas cosas. Una vez a la semana, se pasaba por allí Pilar, la que había sido la mano derecha de Alicia, su secretaria y que ahora lo era de su hija Mercedes, a ordenar papeles, y despachar algún asunto menor. A Alicia le gustaba que sus hijos vinieran por allí y no perdiesen el contacto. Pilar venía por las mañanas, y se iba al mediodía, tras despachar con Alicia, para seguir por la tarde en el bufete de Mercedes. Pero estos días, con Alicia enferma, el despacho había estado cerrado,

Rocío se detuvo en su camino hacia su dormitorio, y decidió entrar en el despacho.

Ahora, en la oscuridad de la noche y sin nadie que la molestara, Rocío sintió la tentación de meter la nariz a sus anchas, registrar y descubrir los tesoros ocultos que guardaba aquella solemne habitación. Con una sonrisa, recordó otros tiempos más infantiles, cuando llegaban las fechas navideñas y sus padres escondían en el altillo del armario los regalos de Reyes de los niños, que se hacían los tontos hasta que, en cualquier ausencia de sus progenitores, cogían la escalera del trastero y se iban a registrar al armario, descubriendo emocionados las sorpresas que les aguardarían en los días siguientes. Tanto ella como su hermano, así como el resto de primos, siempre habían tenido un ceremonioso respeto hacia el despacho de los abogados y respetaban a los mayores cuando se metían a parlamentar entre esas paredes.

Rocío posó su mano sobre el picaporte. La puerta del despacho crujió levemente al abrirse. Con la luz de las farolas de la calle que le llegaban por la ventana, Rocío alcanzó a ver el panorama que se le abría delante de sus ojos. La mesa de madera noble pareció saludarla mientras ella abría lentamente la puerta e iban apareciendo ante sus ojos las carpetas, el flexo, el pisapapeles...

Rocío se quedó clavada en el umbral, cuando al mirar la mesa en la semioscuridad, vio a su abuelo Álvaro sentado allí mismo, leyendo con sus gafas de cerca, como tantas y tantas veces lo había visto de pequeña. Le pareció que lo veía, y él la veía a ella y le daba la bienvenida a aquella habitación solemne al tiempo que la invitaba a entrar, dándole confianza.

Sacudiendo la cabeza, para espantar sus miedos, la niña se adentró en el despacho. Allí no había nadie. Su imaginación y la oscuridad le estaban traicionando. Agitada, en un intento por tranquilizarse, respiró hondo. Le pareció que hasta olía distinto del resto de la casa.

“Madre mía, que mal estoy. Rocío, aquí no hay nadie, ¿lo ves?”…..

Se sonrió a sí misma, para templarse los nervios y seguir con la ronda nocturna. Con parsimonia, miraba las fotos de los marcos, pensando quienes serían aquellas personas en las que nunca se había fijado bien, y que acompañaban a sus abuelos en las fotos. Una de ellas le hizo gracia.


“Uy, el abuelo se parece a ‘Pepe’, mira que gracioso está aquí…”

La niña se refería al osito ‘Pepe’, el peluche que tenía en su cuarto, tocado con un birrete académico y una carpeta. Y sin saberlo, lo había comparado con la foto en la que Álvaro estaba tocado con el mismo atuendo junto con la correspondiente toga, para el acto de investidura de uno de los tres ‘honoris causa’ que su abuelo recibió por su labor investigadora y docente. Esa foto en concreto, era de la Universidad de Coimbra, donde Álvaro impartió numerosos seminarios y cursos como profesor invitado.

Despacio, sus ojos se fueron posando en los muebles y en las vitrinas de cristal, y en los libros que había tras ellas. Con curiosidad, se detuvo en una de ellas y observó los lomos.
-Iniesta…..Iniesta- Peña…. Iniesta….. más Iniesta…. otra vez Iniesta…. y Peña….

Serían libros escrito por sus abuelos, seguramente.

La niña sabía que su abuelo escribió libros, pero tal vez la cercanía familiar hizo que no prestara mucha atención a aquello, ni acercara a comprender el alcance de todo. Ahora estaba mirando con detenimiento aquella estantería salida de la pluma de la familia, y le estaba causando tanto asombro como el relato que estaba escuchando de su abuela.

Rocío abrió la vitrina y sacó uno de los libros.

“Derecho Privado Romano”

Ojeó por dentro sus hojas, con curiosidad, entre aquel batiburrillo de términos legales que a ella le parecía escrito en chino.
Dejó el libro encima del escritorio, tras comprobar por enésima vez que allí no había nadie. Tenía la extraña sensación de que no estaba sola.

-“Rocío, vas a dejar de ver películas de miedo”-se dijo a sí misma- “Eso es que no tienes la conciencia tranquila”- le habría dicho su hermano, si hubiera estado allí con ella.

Al pensar en su hermano asociado a aquella habitación, de inmediato se posó con su mirada en el armario. Hacía mucho que no lo registraba.
“¿Qué habrá aquí ahora?”
Rememorando tiempos pasados, Rocío subió a la silla como un escalador que se dispone a subir a la cumbre, y abrió la parte alta del armario.

Nada. Ya no había regalos. Con los primos ya grandes, sus padres ya no usaban ese lugar como escondite a prueba de niños. Libros, libros y más libros y papeles.
“¿Habrán sospechado alguna vez?”- Rocío se quedó con la duda de si sus padres llegaron a saber de las andanzas de ella y su hermano por los armarios de la casa en busca de sus regalos de Reyes.

La tentación de seguir curioseando pudo con ella.
“Madre mía, cuanto legajo polvoriento. Esto parece la mansión de Drácula..”
Rocío apartaba carpetas de expedientes y sabe dios qué más cosas, esperando descubrir algo que le recompensara.

No se defraudó. En una esquina, uno de aquellos legajos polvorientos llamó su atención, seguramente por ser distinto de los demás. Mucho más antiguo, con los folios amarillos y desprendiendo solemnidad por las cuatro esquinas, Rocío sacó aquello del altillo.
Demasiado pesado como para aguantarlo en volandas en lo alto de la silla, la niña lo bajó a la mesa del despacho, para observarlo mejor.

“Está escrito a mano”… y esta letra es de la abuela…. Y del abuelo…. Y de otro….

“Fundamentos de Derecho en democracia”.
Peña, J. Peña, A. Iniesta, A.
Salamanca, 1953.

Rocío iba pasando folios manuscritos, con anotaciones en los márgenes, como si fuera el mapa de un tesoro que acababa de descubrir.
“Debe ser de cuando mamá estaba pequeña”…

Tan absorta que estaba mirando aquellos folios amarillentos, que no se dio cuenta que alguien había entrado en la habitación, hasta que una linterna le alumbró de lleno en la cara haciéndole dar un respingo.
-¡Rocío!
La niña se sobresaltó.
-¡Tía Mati!

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Matilde Roldán Caballero entró al despacho, alumbrando con su linterna. La prima de Alicia, había vivido siempre en la casa familiar de los Iniesta, desde hacía muchos años. Aunque era un año mayor que ella, ahora estaba pletórica de salud, en contraste con su prima Alicia, que se había ido apagando durante los últimos meses, como una flor cuando le deja de dar el sol.

-¿Qué estás haciendo aquí, tan tarde?
-Nada, tía, solo miraba. De verdad, no he tocado nada, yo no…
Rocío se justificaba como alguien a quien han pillado con las manos dentro del pastel.
-¿Y esto?- Mati se acercó a mirar lo que estaba leyendo la niña.
-No sé, tía, estaba arriba, en el altillo. Pero no estaba registrando, de verdad. Es que estaba buscando una carpeta que…
-sssssssss….

Matilde se llevó la mano a la boca para indicarle silencio.
-Vas a despertar a todos.
Rocío asintió cómplice, mientras Mati ojeaba los folios.
-Que raro… son folios muy antiguos. Y tienen aspecto de llevar mucho tiempo aquí dentro, sin que nadie los toque.
En efecto, aquella carpeta llevaba cerrada muchísimos años sin que nadie se acordara de ella.



-Mira esto…… está escrito a mano……
Matilde se extrañó de ello. Todos los libros que recordaba haber visto escribir a Álvaro estaban redactados a máquina.
-Es la letra de la abuela, ¿no, tía?
-Sí, eso parece, pero de hace muchos años… que raro….
-Mira tía, en la primera hoja pone la fecha: 1953. Salamanca.
Mati se quedó un rato pensativa.
-Es posible que… quizás….
-Eso fue cuando mamá era pequeña, ¿no?

-Si- Mati sonrió-.Tal vez por eso lo escribieron a mano. Tu madre era aún un bebé, y supongo que pasaría mucho tiempo durmiendo y no querrían que se despertara. Y la casa de Salamanca era pequeña, creo,… en realidad no lo sé… eso es lo que me contaba tu abuela.

-¿Salamanca, tía?
-Sí.
-¿Y por qué estaban en Salamanca? ¿Qué hacían allí?
-Bueno… eso mejor se lo preguntas a ella. Creo que a tu abuelo le dieron trabajo allí, y allí fueron. En aquellos años no estaba la cosa como para rechazar nada.
-¿Y de qué era el trabajó? ¿De profesor?
-No, de profesor, no. Pero creo que estuvo muy cerca de la Universidad- Mati sonrió-. Pero es una historia un poco larga… es curioso esto, mira…

Mati seguía pasando los folios manuscritos.
-Me pregunto por qué este libro lleva tanto tiempo aquí. ¿Por qué no lo escribirían con la máquina? A lo mejor no la tenían consigo…
Mati seguía pensando en voz alta.

-… quizás habían llevado la máquina de escribir a la casa de empeños...
-¿La casa de empeños, tía? ¿Y eso qué es?
Mati sonrió con un poso de nostalgia. Por desgracia ella y su madre tuvieron que hacer uso de ella en repetidas ocasiones.

-Verás, en aquella época, cuando alguien necesitaba dinero, llevaba las cosas de valor al Monte de Piedad. Allí le daban una parte de su valor y le entregaban un recibo para poder retirarlo luego, cuando ya tuviera dinero. Era como un pequeño préstamo. Quizás tus abuelos tuvieron que empeñar la máquina que tenían, no lo sé seguro. En aquella época no lo pasaron muy bien.

Mati volvió a hojear los manuscritos.
-Que raro es esto... Parece como si nadie lo hubiera tocado…..
Tía y sobrina se quedaron en silencio, hipnotizadas por la visión de aquellas letras que llevaban más de treinta años dormidas.

-Oye tía…
-Dime…
-¿tú también estuviste en la cárcel, como el abuelo?
Mati se quedó petrificada ante la pregunta inesperada que le hizo la niña. En silencio, asintió moviendo la cabeza lentamente.
-¿quién te lo ha dicho?
-Nadie. Ya lo sabía.
En realidad, a los niños no se les escapaba una de las conversaciones furtivas de los adultos sobre el pasado. Y ahora, Rocío hilaba fino con los nuevos datos que tenía tras escuchar las historias de su abuela. Pero el semblante de Mati había mudado.
-Anda, vámonos a la cama, venga…

Rocío cerró el carpetón y se levantó para salir de allí. Bajó la mirada, arrepentida por la pregunta que había hecho a su tía. Sin querer, había removido recuerdos del pasado, recuerdos que habían dejado una sombra de aflicción en el semblante de su tía Mati, y ahora se arrepentía. La niña quiso cambiar de tema para borrar la conversación anterior.

- …tía
-dime
-¿Estos libros son del abuelo, no? … ¿los escribió él?
Matilde asintió.
-Él, tu abuela Alicia, tu tío Pedro…. Hay de todo. Éste de aquí tiene capítulos de los tres, ¿lo ves?
Rocío miraba. Le sorprendió ver como aquellos libros, a los que nunca había prestado atención, eran las palabras de sus abuelos plasmados en ellos. Se le humedecieron los ojos al pensar que su abuelo Álvaro todavía seguía vivo en aquellas letras.
-¿Puedo leer alguno?
-Bueno, supongo que sí. Pero algunos son bastante espesos. Mejor pregúntale a tu tío Pedro.
Rocío cogió un libro de la estantería al azar, así como la carpeta vieja y con el portafolios dentro.

-….tía Mati..
-diiiime…
-que… si te ha molestado que te preguntara lo de antes…
Mati sacudió la cabeza y le sonrió dulcemente. No iba a permitir que su sobrina se acostara intranquila.
-Ay, hija, no, no te preocupes. No me molesta. Es que hace ya tanto tiempo… ni me acordaba. Pero esa es otra historia, y ahora es muy tarde para contártela. Anda, vámonos, que mañana no va a haber quien te saque de la cama.

Antes de salir, Rocío insistió de nuevo.
-…tía
-…dime..
-… ¿cómo está la abuela?
Mati tragó saliva.
-La abuela está mal, Rocío. Pero ahora está descansando tranquila.
Mati cogió a su sobrina con afecto quasi maternal y la condujo fuera de allí.
-Venga, vamos a la cama, que mañana tienes que madrugar.

LA tía Mati echó un último vistazo al solemne despacho antes de sacar a su sobrina de allí. Demasiadas emociones juntas para una sola noche.


Fin del Capítulo 17.
Continuará……


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Capítulo 18.

Quien te quiera humillar, no pueda.
A quien tú puedas humillar, no quieras.



Madrid. Junio de 1951.
Facultad de Derecho. Exámenes finales.

-Muy bien, Señora Peña. No hay más preguntas. Puede usted abandonar el aula.
En silencio, Alicia desvió la mirada. Con la venia del tribunal que se había reunido para examinarla, se acercó hasta el banco para recoger su cartera. Lentamente, recogió sus cosas y se dirigió hacia la puerta.



-Buenos días.
-Buenos días. Y recuerdos a su marido.
Alicia respondió con educación.
-De su parte.
Los tres profesores le devolvieron el saludo, cortésmente. Alicia recordaría durante mucho tiempo los ojos de Julio Merino, el marido de Piluca, su antigua compañera, mirándola con sorna.
“Me la va a devolver con intereses”- pensó.

Alicia andaba con gravedad por el pasillo. Le había costado dios y ayuda remontar un curso que hasta el mes de Febrero había ido de manera intachable. En un esfuerzo supremo para adelantar los temas atrasados, y con la compañía de Álvaro, que se volcó en ayudar a su mujer, juntos repasaron los temas atrasados en noches de estudio interminables.

-Deberías descansar un poco, Alicia. Todavía estás débil- le había dicho Álvaro una noche.
-Ya descansaré de sobra cuando termine. No voy a permitirme perder el curso. Y menos en la situación en la que estamos.

Alicia no podía permitirse perder la convocatoria. No podía repetir el curso, no habría segundas oportunidades para ella. Sencillamente, no había dinero para ello. Ni dinero ni “voluntad académico-facultativa”, que habría dicho Pelayo.

Y estudió con ganas. Quiso incorporarse a sus clases en cuanto se sintió con fuerzas para ponerse en pie y aguantar la mañana de universidad, pero a los pocos días una llamada de la secretaria del Decano le hizo desistir.

-¿Cómo está de salud?- le preguntaron con la sonrisa más hipócrita que Alicia creyó ver en sus caras- quédese en casa si lo desea, no es necesario que asista a las clases.
-Sabe tan bien como yo que la asistencia es un factor determinante en las asignaturas.
-Sra. Peña, no podemos pasar por alto el delicado estado de salud que tiene, y le aseguro que con Vd. vamos a hacer una excepción. No en vano le han operado de gravedad. Vaya a casa y repóngase. Es lo mejor para usted y para todos. Y no se preocupe por su asistencia.

Alicia captó el mensaje, y tragándose el orgullo, tuvo que claudicar. Mejor no oponerse. Su presencia era ‘non grata’ en la Facultad. Cuando llegó la hora de acudir a los exámenes finales, tuvo otra sorpresa.
-Sra. Peña, acompáñeme- el bedel la condujo por el pasillo, asombrada.

Alicia se quedó de piedra cuando el bedel la condujo a un aula en la que, en el estrado, estaban los tres profesores. Como presidente del tribunal, Julio Merino, el marido de Piluca Vázquez de Prada, su antigua compañera en 1º, y con quien ya tuvo sus más y sus menos cuando Álvaro se negó a aprobarla por sus continuas faltas de asistencia. Por lo pronto, Julio Merino estaba ocupando la plaza de Álvaro en la Cátedra de Derecho Romano, tras haber sido apartado éste de la Universidad. También estaba Cebrián, el compañero de Álvaro, con cara de póker, sin ni siquiera atreverse a mirarla. Alicia notó que habían convocado a Cebrián contra su voluntad. Sin significarse mucho, sabía que Cebrián se había portado con ellos hasta donde había podido. Era uno de los que estaban entre dos aguas, debatiéndose entre la lealtad a su compañero, y el proceloso mundo de las intrigas universitarias y los manejos de los adeptos del Régimen.

-Debido a las faltas de asistencia que ha tenido, motivadas por su delicada salud, nos vemos en la obligación de hacerle un examen especial, para garantizar la equidad con el resto de sus compañeros.

“Si han sido ellos precisamente quienes me dijeron que no viniera”- Alicia estaba asombrada por lo que oía, pero no se dejó amilanar. En el fondo, se esperaba algo parecido. Y Álvaro se lo había advertido.
Tras hacer el mejor examen oral de Derecho Penal que el tribunal había oído en mucho tiempo, Alicia salió del aula para que debatieran y miró su reloj. Aún faltaba un rato para que Álvaro la recogiera para irse juntos a casa. Decidió entrar a la cafetería para matar el tiempo.

Al traspasar la puerta del local, no pudo evitar sentir un recuerdo de nostalgia ante los momentos allí vividos en otros tiempos. Recordó los cafés con su marido, antes profesor suyo, las tardes pasadas con Camilo, su compañero, y tuvo un estremecimiento de nostalgia al recordar a Enriqueta, la mujer de Pelayo, fallecida hacía unos meses. También recordó a Luisa, desaparecida junto con su marido. Alicia aún no sabía que Luisa e Ignacio habían sido asesinados en una emboscada al maquis, y su hija de pocos meses, estaba en paradero desconocido.


“¿Dónde estarás, Luisa?”-pensó con un deje de tristeza.
El camarero en la barra la sacó de sus recuerdos.
-Dígame, señora.
-Sí, perdone. Un vaso de leche, por favor. Con….
Alicia no pudo evitar que se le humedecieran los ojos al recordar otros tiempos. Esas paredes habían sido testigos de muchas conversaciones.
-… con azúcar y un poquito de canela, si es tan amable.
-Enseguida.

Con parsimonia, Alicia removió el azúcar con la cucharilla, mientras pensaba en el examen que acababa de realizar.
“Bueno, ya está todo hecho. Sólo me queda esperar los resultados.”

Una voz a su espalda le provocó un escalofrío.
-¿Qué tal su examen, Sra. De Iniesta?

Alicia no intuyó nada bueno al escuchar aquella voz áspera que le hizo estremecerse. No se equivocaba. Al volverse para verle la cara un escalofrío recorrió su espalda. Tuvo que contener la repugnancia que sintió al ver a su interlocutor. Si la cara era el espejo del alma, la de esa persona debía dejar bastante que desear. A Alicia se le vino a la mente, en una especie de pensamiento premonitorio, los gritos de angustia de muchas personas reflejados en la mirada de aquel hombre, que a Alicia se le antojó sádica y repulsiva.

Alicia disimuló cortésmente.
-Bien, gracias.
Ni siquiera quiso preguntarle quien era, para no darle el placer de no contestarle. Él siguió hablando.

-Me alegro por usted. No habrá sido nada fácil. Los temas son difíciles, sobre todo para alguien con otras convicciones políticas…

Alicia removía la leche sin inmutarse.
-… que ha sido hija de un rojo exiliado….

Alicia se estaba encendiendo por dentro, aunque seguía removiendo el azúcar sin pestañear.
-¿Qué es lo que desea de mí, exactamente?

El Inspector Amadeo Aguirre no se llegó a identificar, pero Alicia olió a Político-social a la legua.
-No se ponga Vd. nerviosa, Sra. de Iniesta, no es bueno para una mujer.
“Otra”- pensaba Alicia.
-Simplemente le digo que tiene mucho mérito que haya decidido presentarse a los exámenes finales. Esta carrera está hecha para los hombres….
“..y otra”
-…y más sabiendo que su marido está sin trabajo…. Es una pena que un profesor tan brillante haya quedado en esto…
“Alicia, no te alteres… tranquila”
-… aún debe de dar cuentas ante la justicia.
-“…le tiro la leche a la cara y que salga el sol por Antequera”.

Ante la indiferencia de Alicia,” agudizó el ataque verbal.
-…tengo entendido que perdió a su hijo que venía de camino….

Como si le hubiera traspasado una lanza afilada, Alicia dejó de agitar la leche en el vaso, y se dio la vuelta, cara a cara con el inspector Aguirre, alias “EL Maño”.

-¿me puede decir qué es lo que quiere de mí exactamente?
-Nada, señora mía. Tan solo me intereso por su salud. Es mi deber interesarme por la salud de todos. Su salud y la de su marido.
-Mi marido está muy bien, gracias. Se lo puede preguntar Vd. mismo, cuando venga por aquí. Como Vd. bien sabe, es Catedrático en esta facultad.
-Era el catedrático…. Ahora lo es el Sr. Merino- sibilinamente, el “Maño” puso especial énfasis en la palabra “era”.
- Veo que la información que Vd. posee no es la correcta. Por todos es sabido que El Sr. Merino está ocupando una plaza que no le corresponde. El catedrático es mi marido.

El policía ignoró la respuesta de Alicia.
-Es una lástima que su marido haya tirado por la borda una prometedora carrera docente.
-Mi marido no ha tirado nada por la borda. De hecho, es uno de los mejores profesores que ha tenido esta facultad.
-Resulta muy contradictorio que a un profesor de Derecho que debe ser un ejemplo para sus alumnos, le contradigan sus actos, contrarios al orden.

-Se equivoca Vd. de plano. Mi marido ha sido totalmente consecuente con sus actos. Y no ha hecho nada ilegal ni nada de lo que deba arrepentirse.
-Es una vergüenza para la facultad tener un profesor así entre sus filas.

-Mi marido sabe muy bien lo que enseña: justicia y principios. Principios que son universales en las personas honestas, aunque muchos desconocen lo que significa eso.
-No lo podrá enseñar nada desde la cárcel, por desgracia.
Alicia se detuvo.
- ……….. si no lo hace mi marido, lo harán otros muchos como él. Ni siquiera la cárcel conseguirá tapar todas las voces que ya están empezando a oírse.
-Su marido es un delincuente que pronto volverá a donde debe estar.

Alicia se levantó del taburete para darle la última réplica a su interlocutor.
-El único delito de mi marido es haber tenido la HUMANIDAD de interesarse por la defensa de un condenado.
-La humanidad no da de comer, mi querida señora- dijo él enseñándole los dientes debajo de su media sonrisa hipócrita.

-Tal vez, pero nos permite dormir cada noche con la conciencia tranquila. Y ahora me disculpa. Mi marido me está esperando-. Alicia sacó el monedero y pagó su consumición- Tenga. Quédese con el cambio. –Alicia se volvió resuelta hacia el policía- Tenga por seguro que le saludaré de su parte.

Alicia salió de la cafetería con paso firme, sin dejar translucir la rabia que le comía por dentro. Al salir de la Facultad, agradeció la brisa fresca que le dio en la cara, y contribuyó a calmarla. Enfrente, vio llegar el Peugeot 203 con Álvaro al volante.



Respiró hondo para calmarse. No quería que Álvaro la viera nerviosa y entró en el coche como una exhalación.
-¡Álvaro!
LA pareja se besó en los asientos delanteros.
-¿qué tal todo?
-Bien- fingió sonreir.- Bueno… me han examinado oralmente. Un tribunal.

Alicia se encogió de hombros, con resignación.
-¿Y sabes quién era el presidente del tribunal?
Álvaro la miró imaginándoselo todo.
-¿Merino?
Alicia asintió.
-El mismo. Empate a uno- dijo ella irónica-. El examen lo he hecho bien. No, miento. …….muy bien. En realidad, está mal que lo diga yo, pero ha sido uno de los mejores exámenes que he hecho. Pero claro, visto lo visto, Puede pasar de todo. Me va a devolver el golpe.
“Y van a hacer más leña todavía, del árbol caído”- pensó Alicia, en silencio.

Álvaro le cogió la barbilla y la besó en la frente.
-Has hecho todo lo que has podido, Alicia. Y más. Lo que venga ahora Ya no depende de ti.

Alicia tembló mientras cerraba los ojos y respiraba hondo, al recibir otro beso de su marido.
-Alicia….
Álvaro se detuvo, mirándola a los ojos. Algo ocurría.
-¿Qué ha pasado?
Alicia se había vuelto transparente para su marido. No había secreto que pudieran guardarse.
-Nada… bueno… está bien, pero no quiero que te alarmes, Álvaro.
No hace falta decir que Álvaro se puso en guardia.

-Un policía de la Político-Social, que ha estado hablándome…. de ti… de mí…. Se me acercó en la cafetería. En realidad no he hecho mucho caso, creo que solo buscaba provocarme. No es nada. De verdad, no hay por qué preocuparse. Pero me ha puesto nerviosa. Es tan injusto lo que está pasando…
Alicia se quedó un tiempo en silencio, mientras Álvaro le acariciaba la mano.

-¿Y tú? ¿tienes novedades?- preguntó ella cambiando de tema.
Álvaro confirmó con un gesto.
-Ya está todo. Me han hecho una oferta por el coche y ……….he aceptado. Seguramente podía haber sacado más, pero habría tardado más tiempo.
Y el tiempo urgía cuando a Álvaro le estaban reclamando una segunda fianza más alta que la anterior para continuar en libertad. O la pagaba, o ingresaba de nuevo en prisión.
-Lo hemos dejado apalabrado. Mañana redactaré el contrato.

Alicia le acarició la cara a su marido. Aquello estaba siendo duro para todos.
-Vámonos, anda… quiero salir de aquí. No sé qué me pasa, pero de repente me está dando mucho sueño.

Relajada tras el examen, Alicia estaba experimentando la somnolencia que tienen algunas mujeres cuando se encuentran en estado: la pareja aún no sabía que Alicia se acababa de quedar embarazada.

-¿Dónde vamos?
-Donde tú quieras. Estará bien un último paseo con el coche.
Tras mirarla un segundo, Álvaro arrancó el coche, pisó el gas y salió de allí.

El curso del 50-51 había terminado.

Fin del Capítulo.
Continuará…

Fotos:
-"El MAño"- capturas Isabel y Anais.
-Pelayo- Web oficial
-Universidad complutense- capturas personales
-Peugeot 206-

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Capítulo 19.

Madrid. Julio de 1951.

Ilustre Colegio de Abogados de Madrid.



-Lo siento, Don Álvaro, no puedo.
-Pero si lo único que tiene que hacer es darme el recibo…
-Créame que lo siento de verdad. Pero no puedo.

Álvaro no daba crédito a lo que estaba oyendo.

-Mire, Don Bonifacio, simplemente es como siempre he hecho durante todos estos años. Yo pago mi cuota, y usted me da el recibo de haber pagado. ¿Qué problema hay con ello?

-…….-

Don Bonifacio se encogía de hombros. Él se limitaba a acatar órdenes de arriba.
Evidentemente, si no le daban recibo, Álvaro no iba a dejar allí el dinero de las cuotas del Colegio. No estaba el percal como para atar los perros con longaniza en casa de los Iniesta, y menos dejar una sustanciosa cantidad de dinero en el mostrador del Ilustrísimo Colegio de Abogados de Madrid.

-¿Entonces qué hago? A ver… dígame usted qué hago, porque algo tendré que hacer… con alguien tendré que hablar, digo yo…..

Álvaro no estaba dispuesto a aceptar aquello. Simplemente, no se lo podía esperar. Aquello no tenía ninguna base, ni legal ni lógica, y si el encargado de los cobros era un mandado, debía acudir al que estaba por encima.

-No puede entrar, Don Álvaro.
-¿Cómo?....
-Lo siento, pero el Sr. …. No está.

-Pero esto es inaudito. –Álvaro cogió el camino derecho, y quiso entrar dentro del pasillo, a la puerta del fondo, a la derecha, donde sabía que estaba el acceso a los despachos de …..

-Por favor, Don Álvaro, no me lo haga más difícil de lo que ya es… le he dicho que el señor D. …. No está ahora.
-Pues dígame entonces cuando le puedo ver.
-…
-¿Cuál es el día que recibe?

-… mire, Don Álvaro… a usted le conozco desde pequeño, sabe que le tengo mucho aprecio y que su padre fue muy bueno conmigo, se lo digo en confianza, por favor, no insista. Las órdenes son de arriba, no le puedo decir más. No le van a admitir el dinero, y cuanto más insista será peor.

Álvaro salió del Colegio de Abogados perplejo, con su dinero guardado de nuevo en el bolsillo, y sin saber a dónde dirigir sus pasos. Suspendido de empleo en la facultad, ahora tampoco podría ejercer de abogado. No sin pagar las cuotas que le acababan de rechazar.

Esa noche llamó a Eduardo, su amigo y abogado, que le vino a decir lo mismo.

-Álvaro, no sigas. Lo tienes todo en contra. Todavía tienes tu asunto pendiente. Recuerda que estás en libertad bajo fianza.

-Pero sabes que sigo colegiado. No he sido suspendido para ejercer como abogado. Sólo como profesor en la Facultad.

-Lo sé. Bien sabes que lo sé. Y esto que están haciendo no tiene ninguna base, pero lo hacen. Sabes que no hace falta ninguna ley para según qué cosas. Cuando alguien de arriba decide algo, simplemente da la orden.

-Pero vamos a ver, Eduardo… es que no me queda otra solución. ¿Qué voy a hacer? ¿Quién es el que está detrás? Con alguien podré hablar. He ido tres veces y no he podido pasar del mostrador de cobros.
-Lo sé, Álvaro, lo sé.

Álvaro se desesperaba el otro lado de la línea. 

-Mira, tu caso se comenta ampliamente en algunos círculos, tanto del Régimen como en otros. Todo el mundo está al tanto de lo que está pasando, y estás en el punto de mira. Y, por desgracia…

-…voy a ser el cabeza de turco. ¿no?

-Álvaro…. -Eduardo no sabía cómo hablar- solo te puedo decir que cuanto menos agites las cosas, mejor. No les está gustando que te muevas. Y.. mucho me temo que te van a usar de ejemplo para que otros escarmienten contigo.

A Álvaro le costaba tirar la toalla. Y más en las circunstancias actuales.
-Eduardo, es mi trabajo. ¿Qué voy a hacer? Tengo una familia que depende de mí. Alicia está de nuevo embarazada.  Y  ni siquiera podrá estudiar el próximo curso si la cosa sigue así.

Eduardo no sabía cómo decirle que ojalá todo el problema fueran los estudios de Alicia.
-¿… y qué otra solución me queda?

Eduardo se encogió de hombros al otro lado de la línea. Esperar. Esperar al menos, hasta que las aguas se calmaran.
-¿Y mientras espero, qué hago?

Eduardo asistía impotente a la desesperación de su amigo. No sabía qué decirle. Ni siquiera tenía buenos ánimos que darle. No había otra. Negro o negro.

-Solo puedo aconsejarte que te olvides de esto por un tiempo. Búscate un trabajo que no tenga nada que ver con esto.

Ya lo había hecho. Álvaro y Francisco trabajaban los fines de semana repartiendo periódicos en algunos barrios de Madrid. Francisco, el periodista encarcelado, que salió de la cárcel el mismo día que Álvaro, logró ponerse en contacto con antiguos amigos de su gremio. Y consiguió que le dieran algunas zonas de reparto. No era lo suyo, pero algo era algo. Y después de él, avisó a Álvaro que podía ayudar y conseguir así algo de dinero. Entre semana trabajaban en lo que cayera. Tras el reparto del Domingo, Álvaro acudía a se casa, donde su familia terminaba de desayunar y arreglarse, y los Iniesta salían juntos a dar su paseo dominical matutino. Álvaro no quería perder la rutina familiar. Pedrito iba contento con su padre al parque, sin sospechar lo que le costaba a su padre la peseta del tebeo en el kiosko.

-Papá, ¿puedo comprarme el tebeo de la semana?

Y Álvaro sacaba en silencio la peseta de su bolsillo.

-¿Y también puedo…?

Marcela, la abuela, cortaba el capricho.
-Pedrito, no insistas. Solo uno por semana. ¿es que te los vas a leer todos? Anda, venga, vamos a ver los patos, que tenemos que echar las migas….
-Vale…

Y Álvaro se quedaba mirando a su hijo cuando iba al kiosko contento, con su peseta en la mano, y luego, ajeno a todo, iba con Alicia a echarle migas a los patos al estanque. Y mirándolos en silencio se preguntaba cuánto duraría aquella situación.

Fin del Capítulo.
Continuará…

Fotos:
Álvaro- capturas BLOG.
Estanque del Retiro- http://www.fotosdemadrid.es/blog/ficherosPosts/ParquesYJardines/ParqueDelRetiro/EstanqueDelRetiro.jpg




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Capítulo 20.
Madrid. Mayo de 1989.

-ppppxxxchchchcppppppio….
-¡piiiii!
-ppppxxxxchchchcchpppio
-¡piiiii!
-¡Toma, toma, la hoja fresquita!

En el salón, Rocío hacía ruidos ininteligibles imitando el piar de un ave, a la par que metía por los barrotes de la jaula la hoja de lechuga verde que tanto le gustaba al pajarillo. Pero el animal le daba la espalda y se quedaba piando hacia el sillón vacío.

-¡Eeehhh! ¡Pica, pica… que está aquí!
El canario seguía sin hacerle caso a su cuidadora.
-¡Toma, pica la lechuga!
-¡piiiii!
Rocío miró hacia el sillón. Allí era donde se solía sentar su abuelo a leer, su castillo particular, donde acudían los nietos cuando eran pequeños y a que los sentaba en sus rodillas después de comer. Ahora no lo ocupaba nadie. Estaban solos en la habitación.

-¡Ehhh! ¿A quién miras? Si no hay nadie…. Toma, toma la hoja….
Por fin el animal dejó de mirar al vacío y acudió raudo a picotear la lechuga que le ofrecía su nueva cuidadora. Ahora, con el pico manchado de verde, miraba a Rocío, con curiosidad.
-Tú también echas de menos a la abuela, ¿verdad?

Rocío miraba al canario con cariño. Con Alicia enferma, era ella la que se estaba ocupando de limpiarlo. Desde la cama, Alicia había preguntado muchas veces por él.
-¿Y mi pajarillo? No os habréis olvidado de él.
-Está bien, abuela, yo le limpio todos los días, y le pongo al sol, a bañarse. También le pongo galletillas, y manzana, y….
Y Alicia se quedaba tranquila, oyendo al canario cantar desde la habitación contigua. Muchas veces, durante el último año, ella misma se había quedado absorta en el canto del canario, lo único que le sacaba de su ensimismamiento cuando se acordaba de la ausencia de Álvaro. El canto del pajarillo, era lo único que le devolvía un poco de luz a su cara. Lo último que hizo Álvaro antes de acostarse aquella noche fue ponerle un bizcocho al canario. Él también se había ocupado de cuidarlo.
Ahora, sin ellos, era Rocío la que había asumido ella sola esa responsabilidad.

-Rocío…
-Tío Pedro…
Pedro salió de la habitación de Alicia, en silencio. Él se estaba quedando esa tarde en casa, cuidándola, mientras su hermana Ana estaba en el Hospital, de turno de noche.
-¿Y la abuela?
Pedro sonrío.
-Se acaba de quedar dormida. Ahora respira un poco mejor. Está tranquila.
Tío y sobrina se quedaron ensimismados mirando al animal. Él también se acordaba de ver a su padre, cambiándole el agua y dándole bizcochos y magdalenas. El canario, ajeno a todo, comía su lechuga feliz, con su pico tintado de verde.
-¿Le gusta la lechuga, no?

Rocío sonrío a su tío Pedro. El ambiente en la casa pesaba como una losa, aunque la familia intentaba seguir con la normalidad de todos los días y Pedro intentaba aligerar el ambiente delante de sus sobrinos. La vida tenía que seguir para todos.
-Oye, tío…
-Dime.
-¿Tú has escrito libros?
Pedro asintió.
-Así es. Pero son libros técnicos, del trabajo.
Rocío le miraba, esperando más.
-Uno de ellos lo escribimos tu abuelo y yo, los dos juntos.
-¿Si?
-Sí. Mi padre escribió muchos. De hecho, cuando yo estudié, muchos de los textos que mandaban los profesores eran los suyos. Y ahora, en la carrera de Derecho, sus libros son una referencia en muchas asignaturas.
-¿Ah, si?

Para Rocío, su abuelo había sido solo su abuelo. Y ahora resulta que además era una eminencia en Derecho.
-Así es. Y no solo en la Complutense. También otras facultades de España tienen sus textos como básicos en las asignaturas. En España y fuera de ella.
-¿….?

-El abuelo daba muchos cursos, seminarios…, en el extranjero. Tradujo muchísimos textos latinos, y ha servido de referencia para la asignatura de Romano en muchos países.
-¡….!

Rocío estaba asombrada ante aquello.
-¿Y la abuela también?
-La abuela también escribió algún libro, aunque menos que el abuelo. Sí que escribió en revistas jurídicas, e hizo ponencias para congresos.

Pedro recordó la intensa actividad que tuvo Alicia durante el final de los años 60, y los primeros 70, cuyas consecuencias hizo que unos años más tarde la Universidad de Salamanca la propusiera para el ‘honoris causa’. Alicia nunca alardeaba de ello delante de sus nietos, y se conformaba con haber contribuido a que sus hijas y nietas tuvieran unas mejores condiciones legales que las mujeres de su generación habían tenido.

-¿La abuela era doctora?
-No, Alicia no llegó nunca a sacarse el doctorado. No se puso a ello.
Rocío miraba a su tío pidiéndole más.
-Sacar un doctorado es muy duro, Rocío, y exige mucha dedicación. Tu abuela enseguida se puso a trabajar en el despacho, ni siquiera se planteó el doctorado. Además, tu madre y tus tías estaban muy pequeñas y los niños tan pequeños dan mucho trabajo.
-¿Si?
-Así fue.
-¿Y lo de Salamanca?
Rocío se refería al viaje que hicieron sus abuelos hacía dos años, a Salamanca, en el que Alicia recibió su título.
-Verás, cuando alguien hace algo que se considera importante, alguna Universidad propone a esa persona para ser ‘Doctora’. Doctora por “causa del honor”. Un comité lo aprueba, y luego te dan el Doctorado “Honoris Causa” en una ceremonia especial.

-¿Ah, si?
-Sí.
-¿Y qué hizo la abuela?
Pedro sonrió. Eran las once de la noche, y no sabía por dónde empezar.
-Eso mejor que te lo cuente ella, anda, vamos a dormir ya.

-Bueneeeno. Oye tío, una última cosa.
-Dime.
-¿Tú también eres doctor?
Pedro sonrió de nuevo.
-Sí. Yo sí me saqué el Doctorado tras acabar Derecho. Si no, no podría estar dando clases en la Facultad.
-Ah.
Ahora resultaba que su tío era otra figura en Derecho.
-¿Y entonces este libro es tuyo?

Rocío se acercó hacia la mesa y le enseñó el libro de Derecho con su apellido en el lomo, que había sacado del despacho.
-Sí. Este fue el primero que me publicaron. ¿De dónde lo has sacado?
-Del despacho. La tía Mati me ayudó a elegirlo. ¿Lo puedo leer?
Pedro sonrió. Era demasiado para una niña de 16 años.
-Si, por supuesto. Pero es algo espeso, es muy técnico. ¿Estás segura de que lo quieres leer?
-Si, tío, yo…..

De repente, un torbellino furioso irrumpió en la sala. Pedro dudó un momento si era el huracán del Caribe o era Javier, su otro sobrino adolescente.
-¿Dónde está la cintaaaaa? ¡Vas a ir a mamá!
-¿Qué dices?
-¡Mi cinta! ¡La de Mecan! ¡La tenía encima del escritorio y ya no está!
-¿y a mí que me cuentas? Tú sabrás donde pones las cosas…
-¡¡Tíoooooo….!!

Pedro intervino rápido.
-¿Ya estais otra vez? Javi, deja de dar voces…
-Pero tío, dile que no me toque más mis cosas…
-Uy, yo tocar tus cosas.. y la de veces que me has registrado los cajones. El otro día…
El tío Pedro intervino.
-Bueno, y está bien. Cada uno a su cuarto. ¿Queréis despertar a la abuela o qué?
A regañadientes, el perro y el gato se fueron a sus dormitorios.



Al cabo de un rato, Pedro se asomó al cuarto de Rocío trayendo en sus manos otro libro de Derecho, recién sacado del despacho.
-Toma. Este es más fácil. Empieza por aquí.
Rocío cogió el libro de manos de su tío y leyó la tapa.

“Introducción al Estudio del Derecho”

Era de su abuelo.
-Es de los más básicos. Se usa con los estudiantes de Derecho, en su primer año de carrera.
Rocío sonrió. Le parecía gracioso ponerse a leer un libro escrito por su abuelo. Pedro se sentó a su lado, en la cama-nido que tenía el cuarto de Rocío.

-¿Has estado hablando con la abuela?
-Aha..
-¿Y qué te ha contado?
-Uff.. muchas cosas, de cuando ella era más joven, cuando tú eras pequeño…
Pedro lanzó una risa. Aquello estaba ya tan lejano… Era extraño ver a Alicia contar historias pasadas. Nunca lo hacía. Y mucho menos, hablar de los logros que consiguió como abogada.

-¿Y qué te ha dicho?
-Bueno, se ha quedado cuando se quedó embarazada de mamá, cuando no pudo ella seguir estudiando,…
-Así fue.
-¿Y por qué no pudo seguir la carrera? ¿Por haberse quedado embarazada?
-No. Fue porque no había dinero para pagar los estudios. En aquella época, la matrícula universitaria resultaba muy cara para una familia media. Mucha gente no podía permitirse pagar una carrera universitaria a sus hijos. Y mi padre estuvo un tiempo sin poder trabajar.
-Si, me lo ha dicho. Lo echaron de la Facultad.
-Más bien, lo apartaron. Él, para entonces, ya era catedrático, y le pusieron las cosas muy difíciles. Pero no perdía el ánimo. Iba encontrando trabajos pequeños, de repartidor, de lo que fuera…
-¿…?
-Sí.

A Rocío le costaba imaginarse a su abuelo de esa guisa, y menos, pasando dificultades.
-Y….-Rocío no se atrevía a preguntar.
-Dime.
-¿… esa era la “época del hambre”?
-Ja, ja, ja- Pedro lanzó una sonora carcajada ante la ocurrencia de su sobrina-. No, esa no. La época del hambre fue diez años antes, en los años 40, por desgracia. La guerra civil había terminado, y no había víveres en las tiendas. El Régimen implantó la Cartilla de Racionamiento para repartir lo poco que había, pero eso era insuficiente. La gente pasó auténticas penurias.

-¡Ah, vale!

Rocío oía a sus compañeros de instituto hablar de esas cosas, pero no ubicaba muy bien las fechas. Para la generación de la transición, LA guerra civil, así como la postguerra, eran un tema más en su libro de Historia de 3º de B.U.P.

-En los años 50 España empezaba a levantarse. Eso sí, muy poco a poco. Aunque nosotros no lo notamos. Con tu abuelo sin trabajo, con poco dinero en casa…
Pedro recordaba el encaje de bolillos que hacía su abuela Marcela con las comidas para que no le resultasen monótonas a un niño de diez años.

-¿Sabes? Tu bisabuela era una mujer magnífica. Para engañarme y que no me aburriese comiendo, hacía las comidas con mucha imaginación. Recuerdo que hacía albóndigas. Pero no eran albóndigas de carne, que era muy cara, sino albóndigas de arroz con zanahorias. Y estaban riquísimas. Con un poco de imaginación, sacaba partido a todo cuanto entraba en la cocina. Yo no me enteré de nada-…… aunque de vez en cuando me ponía un poco rebelde.

Pedro recordaba con una sonrisa cuando su abuela le hacía comer perejil todos los días.
-¿Perejil, tío? ¿Para qué?

Pedro sonrió. Tras la operación y posterior anemia de Alicia, el médico les había dado esa alternativa, más asequible que la carne roja como fuente de hierro para la que empezaba a ser su exigua economía doméstica. Así que Doña Marcela plantó una mata de perejil en una maceta del balcón y todos los días se ocupaba de que su nieto, al igual que Alicia, tomara su ración, no sin disgusto de Pedrito.

-Ojuuuu, abuela, que no quiero tomar perejil!!!
-¿Qué quieres, ponerte enfermo y que te tengan que poner unas inyecciones así de grandes?

Y Doña Marcela señalaba con las manos, exagerando el tamaño de las inyecciones.
-Que no me voy a poner enfeeeermooo…que mira que sano estoy y que coloretes tengoooo….
-O te tomas el perejil, o te tomas aceite de hígado de bacalao. Mira como Alicia se lo come sin protestar.
-¡¡Puaj!!, no, aceite de bacalao no- a Pedro le entraban arcadas solo de oírlo mencionar.
-Pues eso es lo que hay.
-Ouuuu, buenooo, valeeee,
Y Pedrito masticaba el perejil con resignación y el ceño fruncido.

Rocío sonrió. Le costaba imaginarse a su tío, tan alto y tan serio, rumiando perejil como una oveja.
-Anda, acuéstate ya, que son las once de la noche.
Rocío asintió, aunque antes de que su tío saliera de la habitación, le volvió a lanzar otro guante. Ahora era su tío la fuente de información de la niña. Se lo soltó de golpe.

-Oye, tío,
-Dime
-¿Ese es el cuadro de “Susana y los viejos”?

Pedro se detuvo, congelado, en el tranco de la puerta. Hacía varios años que el cuadro no se nombraba en aquella casa, y menos ahora, con todos pendientes de la salud de Alicia.
-Ahí, dentro del armario. Lo he bajado del altillo. Ayer.
Pedro abrió la puerta del armario. Ahí, dentro del rollo, esperando en el fondo del armario, estaba el cuadro, tras muchos años sin tocar.

-Sí, Rocío, es el cuadro, pero tu abuela no sabe que está aquí. Es más, no sabe ni que está en esta casa. Y mejor dejar las cosas así.
-¿Es el cuadro que tuvieron que vender para conseguir dinero?
-Sí.
-¿Y por qué está aquí? ¿Desde cuándo? La abuela me dijo que lo tuvieron que vender hace muchos años, ¿no?

Pedro suspiró. Desde aquel día, el cuadro había dado bastante vueltas, pero siempre acababa volviendo a casa de los Iniesta. Por supuesto, sin que Alicia se enterase. Ya se ocupaba Álvaro de que eso no ocurriera.
-Pasados unos años, por una casualidad, tu abuelo encontró el cuadro. Su dueño, en esta ocasión, quería venderlo. Así que el abuelo lo compró. Pero no comentó nada a la abuela en ese momento. Probablemente quiso decírselo, pero nunca encontraba el momento. Y pensó que a ella le traería recuerdos de un pasado que tenía enterrado. A ella y a la tía Mati, que ya vivía con nosotros.

En efecto, el cuadro escondido en la casa, dentro de un rollo, seguramente fue el único secreto que tuvo Álvaro con Alicia, durante casi cuarenta años de matrimonio. Tras su compra, el cuadro había servido para pagar, sucesivamente, la fianza de la prima Mati, los estudios de Pedrito, la edición de unos cuantos libros, los estudios de los hijos de Diego, y un sin fin de asuntos. A Álvaro le hacía gracia el ver como el cuadro, simbólicamente, cumplía la función que tuvo: sacar de apuros a la familia cuando fuera necesario, tal y como dijo Joaquín Peña, el padre de Alicia, cundo se lo dejó a su hija antes de morir.

-Es una historia muy larga, Rocío, y es muy tarde. Otro día te lo contaré. Te lo prometo.
-Vale, tío.
-Pero tienes que prometerme una cosa.
-Claro.
-La abuela no debe enterarse de esto.
-¿Por qué, tío? A lo mejor se pone contenta de volver a verlo de nuevo..
Pedro vaciló.
-Sí, puede que se ponga contenta, o puede que se altere más, son recuerdos muy intensos que se van a remover, y le va a remover recuerdos muy intensos. Y ahora mismo no está para eso. Debemos de dejarla lo más tranquila posible. ¿Vale?
-Vale.
-Y no se lo digas a nadie.
-No, tío.
-Ni siquiera lo saben todos tus tíos. Sólo lo sabemos tu madre y yo.
-Seré una tumba. Te lo prometo, tío.
Rocío sonrió, responsable y orgullosa de compartir un secreto que ni siquiera el resto de los tíos conocían.
-Venga, duérmete.

Pedro dio a su sobrina un beso en la frente antes de disponerse a salir, hasta que vio algo que le llamó la atención encima del escritorio, un portafolios antiguo, con muchos años. Estaba claro que todavía no se había acabado la noche de confidencias.
-¿Y esto?
-Estaba en el altillo del despacho, tío. Lo saqué ayer.




Pedro lo cogió despacio, para examinarlo con cuidado. Aquel portafolios tenía muchos años en sus cubiertas.
-Que raro… tiene muchos años. Y no parece haber sido abierto…. Quizás….Debe de ser cuando estuvimos en Salamanca.

Pedro sí recordaba ese portafolios burdeos, cuando se sentaba al lado de su padre en la mesa de camilla, a hacer sus deberes escolares junto a él, mientras escribía folios interminables. Algunas veces, escribía junto con Alicia, después de haber estado largo rato hablando entre ellos y consultando folios..
-Qué raro…. Ahora sale esto….es rarísimo. Déjame que lo mire despacio.
-Sí, tío, llevátelo.

Pedro hizo ademán de salir del dormitorio de su sobrina, pero esta le detuvo de nuevo. La niña estaba enterándose de la historia familiar, así que cuantas más versiones, mejor. Su curiosidad se había despertado de repente.
-Oye, tío, una última cosa.
-La última.

-¿Tú si recuerdas cuando el abuelo estuvo en la cárcel, no?
Pedro mudó el gesto. Claro que lo recordaba. Para un niño con la edad suficiente como para entender lo que estaba pasando, pero aún sin los conocimientos para comprender el alcance de la situación, el hijo de Álvaro lo pasó realmente mal. Se sentó en un taburete, al lado de su sobrina, resignado a un rato de confidencias que intuía largo.

-¿Quién te lo ha contado?
-La abuela.
¿Y qué te ha dicho?
-Bueno… que estuvo en la cárcel, que se puso malo, que le ayudó una amigo…. Es Francisco, ¿no? ¿Es el de la foto que hay en el salón? ¿El que trabaja en el periódico?

Rocío se refería a las múltiples fotos que había visto de su abuelo con su amigo Francisco, con su mujer, Alicia, y los hijos de ambos: fotos de verbenas, bailes, fiestas..
-Sí, es él.
-Ah. Pues no sabía que se conocieron en la cárcel.

Pedro sonrió. Francisco y Álvaro siguieron conservando una sólida amistad durante toda la vida. Francisco a menudo tenía a Álvaro bien informado de la actualidad política, mucho antes de que saliera en prensa. No en vano, él fue el que le llamó la noche del 23-F, antes de que el Rey diera el comunicado.

-¿Y qué pasó con él? Estuvo en la casa, no?
-Sí, estuvo viviendo un tiempo aquí.

Pedro sí que recordaba como un día sus padres llegaron con un amigo a casa. Como ese amigo ocupó el cuarto de invitados de su casa durante tres meses, en los cuales estuvo haciendo de todo para buscarse la vida: trabajar en las obras, en el mercado, repartir prensa. Y también recordaba como su padre iba con él a trabajar. Poco a poco, Francisco pasó de repartir la prensa dominical, a ir subiendo peldaños, hasta volver a sentarse detrás de la mesa de una redacción, como correspondía a su formación. Cuando Francisco pudo establecerse por su cuenta, se marchó a una pensión cercana.

Y también lo recordaba años después, contando cosas, jugando con sus hijos, veladas comunes de ambas familias, excursiones, etc…
Recordaba también como fue gracias a él que Álvaro pudo salir adelante pasado un tiempo, tras su segundo encierro.

-¿Es que el abuelo volvió a la cárcel?
-Sí, Rocío. El abuelo volvió a la cárcel. Y yo lo pasé muy mal. La primera vez me engañaron, pero en la segunda vez yo ya me daba cuenta de todo. Así que vi como se lo llevaba la policía cuando vino a casa.

-¿Pero por qué? –Si el abuelo no hizo nada.
Pedro sonrió. Estaba claro que la noche iba a ser larga.

-Rocío, en aquel tiempo no hacía falta hacer algo para que te encarcelaran. Verás. Ahora, para encarcelar a alguien, primero se tiene que demostrar que es culpable de algo, ¿no? Es decir, tú eres inocente mientras no se demuestre lo contrario. Pues en aquella época era al revés. Podían decirte que eras culpable, sin ninguna prueba. Y entonces, eras culpable hasta que no demostrabas que eras inocente. Había mucha gente encarcelada por ello, por sus ideas.

Rocío, absorbía atenta la lección improvisada de Derecho que le daba su tío Pedro.
-¿Eso fue cuando nació mamá, no?
Pedro asintió. Con nostalgia, su sobrina le recordó los amargos momentos que pasó cuando vio como dos policías llamaron una mañana de Sábado a su puerta, y preguntaron por su padre.

Fin del Capítulo.
Continuará…


Canario-
http://www.ikernat.com/tienda/images/amarillo%20intenso.gif

Sillón-
http://www.hilosylanas.com/wp-content/uploads/2009/02/funda_sillon1.jpg
Cuadro-
http://wa2.www.artehistoria.jcyl.es/arte/jpg/VES01029.jpg
Carpeta:http://www.mercadolibre.com.ve/jm/img?s=MLV&f=10832042_4640.jpg&v=E

69 comentarios:

Maria dijo...

CAPÍTULO 16.

Sacha dijo...

María, Cómo me ha gustado este capi, ganas tenía de ver algo positivo ya, coñ...perdón) que parecías a los guionistas..Que sensibilidad la de nuestro personaje, me ha parecido todo un acto de señorío lo de Francisco.. Como me gusta ese gesto.

Ah, que foto más bonita has puesto de Gran Vía, la arteria principal de MADRID y la que más me gusta, ayer estuve toda la mañana por ahí mitad trabajo y mitad ocio..

Lo DICHO FELICIDADES, Y QUIERO EL PRÓXIMO YA, A VER QUE NOS DEPARA.

Slayer is watching dijo...

UFf, menos mal, me estaba desasosegando el pobre Francisco, deambulando solo por las calles...
De nuevo, el relato de lleva de la mano, genial, María!!

Un grupo de Alvaristas dijo...

María,

Gracias por este bonito capítulo, como siempre muy bien escrito. Nos alegramos que la salud de la parejita vaya mejorando poco a poco. Ahora la incógnita está en el terreno laboral. Deseamos que Eduardo, su amigo y abogado, pruebe su inocencia para que Alvaro esté libre de toda sospecha y pueda ejercer su cátedra.

Este es nuestro deseo, pero bueno, como siempre están en tus manos.

Saludos
Un grupo de Alvaristas

ainhoa dijo...

Bueno, parece que lo peor ha pasado, aunque el futuro laboral de Álvaro lo veo tirando a oscuro.

Me ha gustado cómo reflejas que en medio de las situaciones más duras e injustas se tejen redes espontáneas de solidaridad entre las personas, Francisco alentando a Álvaro en la cárcel para que no se abandonara a la enfermedad y la tristeza, el médico ayudando a los presos y ex presos, gente poco recomendable ya se sabe, Álvaro "rescatando" a Francisco de la indigencia y de un probable nuevo castigo...en fin, un capítulo optimista, no tardes en el próximo, anda.

apm dijo...

María, mi enhorabuena hija mía, un capítulo magnifico y genial, como ya nos tienes acostumbradas por cierto: de verdad, mis felicitaciones a la escritora !chapeau!.
En cuanto al fondo de este capítulo, coincido completamente con el comentario de Ainhoa, que, como lo tengo justito arriba y la precedo, he leído... lo que más me ha gustado y me ha llamado la atención son esos gestos solidarios de los personajes, esa solidaridad que te sale del alma espontáneamente en las situaciones a veces más adversas y que dignifican a la persona: el médico atendiendo en la carcel y fuera de ella a aquellos presos, a los que no quería ver morir sino sanar, el compañero de la prisión que, aún sabiendo perfectamente su situación extrema, no quiere ser un obstaculo ni molestía, y Alvaro, -que aún le queda un tiempo para poder digerir la carcel y pasar página-, reaccionando a prisa y salvando la situación con desparpajo pero casi en la campana... inevitablemente me pongo a pensar que antes (en aquella época, por ejemplo) había mucha más humanidad que ahora, más solidaridad, más ayuda los unos a los otros... ahora, hemos ganado en tecnologia, en comodidad, en bienestar, pero pienso que hemos perdido en valores !enfin, nuestra pareja tiene sólidos valores, no hay duda, espero se vayan recuperando a pasos agigantados en todos los sentidos!
Un millonazo de gracias por este relato con el que nos haces soñar capítulo a capítulo.

Un besote enormísimoooo, guapa... esperando ya el 17!!!

Maria dijo...

GRacias a todas por vuestras palabras. Con lectoras tan agradecidas, es un gusto seguir.

Acabo de borrar un post que estaba duplicado.

Un grupo de Alvaristas dijo...

Maria,

Estamos preocupadas porque se nos hace como mucho tiempo que no sabemos nada de tí. Entramos con frecuencia en esta página para seguir el nuevo capítulo y al no tener noticias, lo único que deseamos es que te encuentres bien y que el motivo sea solo las ocupaciones.

Te envíamos un cariñoso saludo
Un grupo de Alvaristas


P.D./
Gracias por anular el comentario que por error salió duplicado

Maria dijo...

SALUDOS!!

GRacias por el interés.

En realidad no me ocurre nada. EStos días he estado más liada por cuestiones personales, y no quería ponerme a escribir de forma mecánica, además de que tenía menos tiempo para ello.

ADemás, como ya os conté, al ir dando saltos temporales, son muchos detalles para ir perfilando.

ESo si, os digo que los siguientes capítulos serán más seguidos, y espero os gusten.
ESpero poner pronto el CAPITULO 17. En una o dos semanas, como mucho. De hecho, lo estoy terminando ya.

Mientras, podemos disfrutar de los capitulos de PURI, que tambien son muy buenos.

Muchas gracias por el interés!

Maria dijo...

CAPÍTULO 17.

DEdicado a Pipi.

Maria dijo...

El Capítulo 17, queda muy largo. Lo parto en dos mitades, como veis. La siguiente llegará pronto.

clavemas dijo...

Excelente! María, me ha resultado muy agradable la lectura al punto que me ha enganchado y la he disfrutado. Son muy agradables esos pequeños detalles que hacen cercanos a los personajes.

Ameno relato y entretenido! me gusta tu estilo cuidado y bien redactado y ajustado sin detalles que sobren ni tampoco que falten, te superas en cada capítulo!!

Muy tierna la referencia al osito Pepe! je.

purivilla dijo...

Chica pareces una escritora de éxito, que nivel, menos mal que parece que las desgracias van quedando atrás, últimamente te sentía pesimista pero ya te vas recuperando, un beso .

Isabel dijo...

MARIA que bueno el capítulo 17, me han gustado mucho las reflexiones de Rocío sobre la historia que le ha contado su abuela, y me ha encantado el detalle de los niños subidos en la escalera descubriendo los regalos guardados para Reyes. Precioso como siempre, espero con impaciencia el siguiente.Gracias por esta continuación de la historia que sí nos gusta.

elenapita dijo...

genial maria que bien te esta quedando

Sacha dijo...

MARIA,PLAS,PLAS, que estupendo capitulo, me he quedado anonadada de lo que me ha gustado, "IMPRESIONANTE" muy bueno, pienso que muy acorde con lo que pudo ser en la realidad, depués de tanta penuria llega el reconocimiento y recogida de los frutos en unas vidas tan ricas y llenas de generosidad y buenos sentimientos.. GRACIAS POR ESTE RELATO QUE ME ESTÁ LLEGANDO AL CORAZON.. DE VERDAD, SUBLIME...

Azalea dijo...

¡Al fín el capítulo! Gracias María.
Me ha gustado volver a saber de la pareja,a través de los ojos de su nieta Rocío.
Y la alusión al osito con birrete me parece genial,jajaja.
Espero que el trabajo te deje más tiempo,y podamos disfrutar pronto de un próximo capítulo,es un placer leerte.

Fanalvaro dijo...

Me ha encantado este capítulo María!
La de cosas que cuentas con el paseíllo nocturno de la nena... lo describes todo tan natural que parece de verdad. Bravo!
Me he quedado con ganas de más, como siempre.

Slayer is watching dijo...

Me ha gustado mucho la idea de que esa historia es algo valioso y misterioso que tarda en ser contada... como una herencia familiar. me he sentido identificada con eso.
Y lo de "el ese"... me he tronchado!!!
Un beso, María, y enhorabuena!!

marines dijo...

Me gusta la atmosfera que describes.Está muy entretenido el relato.Para cuando la continuacion ?

Un grupo de Alvaristas dijo...

María,

Muy bonito. Nos encanta tu manera de escribir, tanto en la forma como en el fondo, así como las imágenes con las que ilustras cada capítulo, como la del osito con su "birrete académico".

Nos han gustado mucho las reflexiones de Rocío y su ternura y nos hemos sentido algo nostálgicas, tal vez por el abuelo ausente.

Ya te expusimos en nuestro primer comentario, con todo nuestro respeto, que no compartíamos el hecho de que Alvaro y Alicia muriesen, pues al ser los protagonistas del relato, queríamos para ellos larga vida, pues Alicia, en las fecha de esta narración, tiene 59 años, y Alvaro, según comenta Jesús Cabrero en un "Encuentro Digital", 16 más que Alicia, una edad maravillosa para ejercer de abuelos y compartir con la sociedad todos sus conocimientos.

Somos conscientes que son personajes de ficción, pero tanto en la "Serie" como en tus maravillosos relatos, han ido tomando vida y se han convertido en dos personajes muy queridos.

Entendemos que lo mismo que a lo largo de la vida se va formando toda la historia de nuestra existencia, los artistas y autores, vaís tejiendo la historia de la vida de vuestros personajes de una forma tan real, que hace que tengamos nuestras preferencias.

Maria, esto solo es un comentario, hecho con todo nuestro respeto y cariño.

Como lectoras y seguidoras de tus capítulos queremos agradecer tu generosidad por compartir con todos los que seguimos esta historia, tu tiempo, tu buen hacer y "tu creatividad", que es una de las cualidad más importantes de todo buen artista.

Como siempre la historia está en tus manos y esperamos con mucho interés el próximo capítulo.

Recibe un cariñoso saludo.
Un grupo de Alvaristas

apm dijo...

María, me ha encantado el capítulo... los detalles y las fotos están muy bien logrados y llenan a rebosar de veracidad y vivacidad la historia... como la escena de una peli, !genial chiquilla!, !genial!.

Un besote, ya sabes, de esos la mar de gorditos y sonoros

Maria dijo...

GRacias a todas por vuestros comentarios.

Grupo de alvaristas- las fechas no son para tomárselas al pie de la letra. LA misma serie tiene lapsus en cuanto a años y meses (recordemos el Liberto de la 4ª temporada, o la niña de Luisa).

El dato principal es que la historia transcurre a principios de los 90, no más. Álvaro ha muerto hace un año, y Alicia aún no ha superado su pérdida.

No quería adelantar mucho la historia y meterla en el s. XXI. LAs edades es lo de menos.

Aún queda muuuucho relato ;)
Espero que disfruteis con él!

Acabo de colgar la continuación del CAPÍTULO 17. Como salió muy largo, lo dividí en dos partes.

clavemas dijo...

Estupendo!! María, es tan sencilla como amena y real la historia.
Me ha intrigado la aparición de Mati en la historia que tal parece enraba en otra que dice que ella sale de la cárcel gracias a la encendida e inteligente defensa que hace su prima Alicia, secundada por Álvaro y Camilo.

Lo del osito Pepe, ahora con birrete, es para nota.

Gracias! María por darle vida a esta pareja que tanto nos gusta.

Fanálvaro dijo...

Que entrañable escena, María. Me gusta que hayas incluido a Mati en la historia. Sin duda es un personaje con el que también nos quedamos con las ganas de saber más. Al menos yo.

PURIVILLA dijo...

Muy bien María cada vez escribes mejor, por otro lado y sin meterte prisa ¡Dios me libre ¡ puedes ir dando algo de vidilla a la parejita que nos tienes con los dientes afilaos criatura .

pipi dijo...

MARÍA ¡BONITA ESCENA! ME HA GUSTADO MUCHO PORQUE EL PERSONAJE DE LA DULCE MATI FUE UNO DE MIS FAVORITOS Y ESO QUE LO ESTROPEARON ¡TODO LO QUE PUDIERON!ME ALEGRA LO RESCATARAS Y ESPERO QUE LE DES EL SITIO QUE MERECE ¡ENHORABUENA!

Isabel dijo...

María la segunda parte tan buena como la primera, me encanta que también hayas incluido a Mati en la historia, me gustaba mucho su personaje y me dió mucha pena como acabó. Como siempre genial.

Sacha dijo...

Mery, he quedado atónita con el personaje de MATI, cuanta ternura y como has hecho que parezca una tía de esas solteras que se quedaban al cuidado de la familia. En casi todas hubo una, en la mía la había y era la tía de todos, no era tan dulce como presiento el personaje de MATI.

Veo que la generosidad de INIESTA, llegó hasta la familia Roldan. NO?

Muy bueno, y tierno, FELICIDADES.

Azalea dijo...

Me encanta la continuación,María, y la entrada de Mati en la novela puede dar mucho juego. Haces además que la historia tenga intriga por ver qué pasó con los protagonistas en los años 50,y nos enteremos a la vez que su nieta. Precioso, estoy esperando con verdaderas ganas, la continuación.

ainhoa dijo...

María, muy bueno este salto en el tiempo, con la nieta curiosa que nos va desvelando más detalles de la vida de Álvaro y Alicia. Y la aparición de Mati, un personaje que quedó muy maltrecho tras el especial y que se merecía salir de esa negrura de vida. Es muy buena idea que Alicia la rescatara.

La referencia que has hecho al empeño de la máquina de escribir me ha recordado a historias familiares, que no me resisto a contaros. Esto era allá por 1925. Entonces lo de tener abrigos no era muy frecuente. Mi abuela tenía uno que a su vez le había regalado su abuela. Pero como su madre andaba siempre con muchas dificultades económicas, cuando no podía más,entre otras cosas, le empeñaba a su hija el abrigo, ..hasta que una vez no pudo rescatarlo y lo perdió. Con 18 años, ya novia de mi abuelo, éste le regaló un paño y le hicieron un abrigo. Para evitar que su madre se lo empeñara, cuando se despedían en el portal, mi abuelo se llevaba el abrigo, y cuando la iba a buscar, se lo llevaba de nuevo. Para mí era una historia soprendente, pero así eran aquéllos tiempos.

Y ya para terminar, que yo también pienso como Puri, o sea, que tengo muchas ganas de que nos cuentes cosas de la pareja en vivo.

Maria dijo...

GRacias por tu historia, Ainhoa, realmente me ha conmovido. Esas cosas que vivieron nuestros bisabuelos, que a nosotros nos parecen tan corrientes, es lo que hace valorar mas los pequeños detalles de la vida.
ME alegro de verte de nuevo!!

Slayer is watching dijo...

Una dudilla que tengo: "La tía Mati" se llama así por la prima de Alicia ¿no? me encanta ese guió, porque Mati me parecía un personaje entrañable, demasiado ingenua, pero entrañable.

apm dijo...

Muy bien María esta segunda parte del capítulo... con esa tía Mati, -que en el caso de mi familia era la tía Alejandra de mi madre-, que se quedó soltera y se fué a vivir con su hermano (mi abuelo) y crió a sus sobrinos (mi madre y mis tios) cuando se quedaron huérfanos al morirse mi abuela, a la tía Alejandra la adorabamos todos, nos mimaba a rabiar aunque eso sí, era pelín maniática del orden.
Supongo que la tía Mati será igual, esa tía soltera que se va a vivir con la familia y que adora a sus sobrinos y los mima y los cuida como si fueran hijos propios... la verdad es que el personaje era todo dulzura e ingenuidad y tubo un final cruelísimo, inmerecido completamente.
Estaré impaciente esperando el 18, María.

Un besote la mar de enormísimo

Maria dijo...

Si, SLAYER, la Tía MAti es MAtilde Roldán, la prima de ALicia, que lleva viviendo en la casa familiar con ellos desde hace muchos años.
EL como y el por qué, ya irán saliendo.

GRacias a todas por vuestras palabras.

Maria dijo...

CAPÍTULO 18.


DEdicado a SACHA, que está alicaída.

clavemas dijo...

Excelente! es notable el giro que va tomando el relato y con ello va ganando en cuanto a interés por conocer el próximo capítulo y se va diversificando con la aparición de otros personajes así como los cambios de ritmo y de temas de la narración. Me ha gustado mucho!! es muy bueno!!. Gracias, María

Fanálvaro dijo...

Muy bueno maría! Mucho los vas a hacer sufrir por lo que veo. Espero que este Maño no aparezca demasiado porque no lo aguanto, es que me da repelús el personaje...
Ah! Y muy contenta con la buenanueva... je je je!!!

Isabel dijo...

MARIA qué alegría me he llevado al ver el capítulo 18, maravilloso como todos los demás, espero como Fanalvaro que no nos saques mucho al Maño éste que nos cae terriblemente mal, y ya veo que vamos a sufrir un poco más.

Sacha dijo...

MARIA, GRACIAS, GRACIAS, POR TU DEDICATORIA. "Nunca lo olvidaré" te agradezco de corazón, que este magnifico capitulo me lo hayas dedicado.

Me parece muy bueno, cada vez te superas en todo narrativa y exposición de los hechos, muy bien documentados.FELICIDADES DE CORAZON

Azalea dijo...

Cómo nos haces disfrutar,María. Gracias otra vez por el capítulo que esperamos con verdaderas ganas. Estupendo,creible,bien narrado,una gozada leerte.
Parece que Alicia está ya embarazada,pero que las cosas se les van a complicar de nuevo con el siniestro Maño. Ay,cómo los haces sufrir! Pero así es la vida,con momentos buenos y malos.

pipi dijo...

Bueno, Maria ¡Se me ha acabado en un plis,plas !Eso significa que me ha gustado mucho!Para mi uno de los mejores.....¡Espero los próximos tan trepidantes como éste! ¡Felicidades!

Un grupo de Alvaristas dijo...

María,

Gracias por este nuevo capítulo, como siempre muy buena la narración; nos has hecho vivir la vuelta a las Aulas y a la Cafetería de la Universidad, como en la "Serie". Vemos que se está cumpliendo lo que Alvaro dijo a Alicia, cuando ella le reprochaba acerca de la defensa de Fernando, "...que ésto no ha hecho más que empezar". Sentimos mucho los malos momentos por los que atraviesan, pero después de leer el capítulo anterior, nos tranquiliza saber que ambos lograron hacer realidad sus sueños de poder ejercer como Juristas.

Nos gustaría saber, si nos vas a contar las confidencias que ambos se hicieron y el motivo por el cuál, Alvaro no podía estar con la luz encendida (capítulo 14), tal vez somos unas impacientes, pero nos puede la curiosidad.

Recibe un cariñoso saludo
Un grupo de Alvaristas

Maria dijo...

Hola, grupo de ALvaristas, me habeis pillado aqui, asi que os contesto rápido.

Hay cosas que no cuento (no puedo contar TODO lo que hablan, en 30 años de vida), pero supongo que tal y como van los capítulos, se van explicando (creo)...

En los capitulos de antes, ÁLvaro está en una celda de aislamiento. Ahí se pasa un mes, sin salir, con la bombilla de la celda encendida dia y noche sobre él. (esto es verídico: hay gente que estuvo así en la cárcel. ERa un forma de tormento muy sútil. HAbía gente a la que no daban palizas, pero les aplicaban estos castigos).

REcordemos además que ÁLvaro sale directamente de la celda de aislamiento a la calle. SAle en estado de shock, del aislamiento a la libertad. Un cambio bastante brusco.

ASí que cuando se tiende en su cama por primera vez, y ve encima suya la bombilla encendida, no lo puede soportar. Supongo que esta sería una reacción normal en alguien que haya pasado por algo así.

LAS confidencias que se hacen no las escribo (no puedo escribir TODO lo que se hablan durante 30 años), pero se supone que alguna de las noches, ÁLvaro le contará a ALicia todo lo que ha vivido en la cárcel (fusilamiento de Diego, enfermedad suya, el aislamiento que ppadeció, la pesadilla sobre su propio fusilamiento), y de esa manera, al verbalizarlo, el personaje lo supera y vuelve a la normalidad. Y suponemos también que Alicia le cuenta todo lo suyo, y ambos superan de esa manera todo lo pasado. Esa noche es cuando conciben a su primera hija, como digo en el relato.

ME gustan las preguntas que me haceis. Me sirven de retroalimentacion para ver como llega el relato.

MUCHAS GRACIAS A TODAS POR VUESTRAS PALABRAS!!

Slayer is watching dijo...

WOOOOOOOW!!!
Impresionante, María, he visto a Ali en la cafetería de la facultad (con esa blusa rosa que tenía... no me preguntes por qué, pero es la que me ha venido a la cabeza).
"Le tiro la lecha a la cara y que salga el sol por Antequera"... jejeje, habría estado bien, la verdad.

Por cierto, el señor de la foto... se parece a Mortadelo. :S

Un besazo, puedes estar más que orgullosa por este capítulo!!!!

ainhoa dijo...

María,qué bien alimentas nuestras ganas de saber más de esta pareja. De nuevo un gran capítulo, además las escenas de la facultad me gustan especialmente, me traen tan buenos recuerdos de esta serie..., y eso que has hecho aparecer a ese personaje tan nefasto del Maño. Me ha recordado a Quintero cuando se presentaba por allí para atemorizar al personal. Menos mal que tenemos buena nueva a la vista!!

Maria dijo...

GRacias, ISabel, por la foto del MAño.
En la WEB oficial no estña ni acreditado como personaje, que cosas. No hay ni una foto suya.

Un grupo de Alvaristas dijo...

María,

Te agradecemos tu contestación a nuestro comentario de fecha 14 de Junio.

Disculpa nuestra curiosidad, pues el motivo era poder comprender la actitud de Alicia, que pensábamos se aclararía en esa noche de confidencias, no solo al contarse los hechos, sino al poner de manifiesto sus sentimientos.

Los de Alvaro son claros, amor y generosidad, pero en el caso de Alicia se nos presentan como contradictorios, primero le declara su amor ( Serie - tercera temporada) y luego en lo referente a Fernando todo son reproches, incluso culpa a Alvaro de no haber hecho lo suficiente para defenderle.

Tan confuso estaba Alvaro cuando tomó la determinación de marcharse, como lo estamos nosotras, sin saber en realidad a que era debida esa actitud; perdona nuestra impaciencia, pues estamos seguras que a lo largo de los capítulos se irán despejando las dudas.

Gracias de nuevo y disculpa nuestra curiosidad y nuestra impaciencia.

Recibe un cordial saludo.
Un grupo de Alvaristas


P.D./
No se si os pasará a vosotras, pero ultimamente tenemos mucha dificultad para enviar los comentarios.

apm dijo...

Maria, enhorabuena mujer, que bien está el capítulo. Felicidades, me ha encantao, y es que te puedes imaginar perfectisimamente como se van desarrollando todas las escenas, se ven literalmente, !genial!, !genialísimo!... el terminar con ese embarazo de Alicia aún no conocido por ellos mismos, da alas a la imaginación e inmensos deseos de continuar leyendo y leyendo más capítulos. Lo dicho, que me ha encantao

Un besote enormísimo, y a la espera del 19

Maria dijo...

GRUPO DE ALVARISTAS- no sé exactamente que me preguntais, si por la serie o por los capitulos.

En cualquier caso, os contesto:
-en la serie, no tengo ninguna duda. Alicia estaba en una situación límite por la muerte de su primer amor, como dice el Sr. Sirera públicamente, así como el actor que rodó las escenas (J. CAbrero). No hay dudas del amor hacia su marido, confirmado, como digo, por el actor que lo encarnó.

En el relato quise ir más allá y plantear una crisis en la pareja. PAra ello fui más allá, y puse esas palabras en boca de ALicia. Luego pasa lo que pasa, Álvaro va a la cárcel y Alicia al hospital. Y ambos tienen allí su propia visión: Álvaro vive en primera persona el fusilamiento de su compañero Diego, el horror de las cárceles franquistas, y la pesadilla de su propio fusilamiento. ÉL entiende que ALicia estaba afectada por la injusticia de una ejecución.
U por otra parte, ALicia comprende el pais donde vive (cosa que no parecía darse cuenta en la 4ª), se replantea muchas cosas, y ve que su futuro está en su marido.

Como le dice a su nieta en el capitulo anterior: además de querer a alguien, se lo tienes que decir.

Podemos pensar que si el ejecutado hubiese sido CAmilo, ALicia hubiera estado CASI igual de afectada.

Cuando ambos se encuentran, después de estar un mes padeciendo, se piden perdón sinceramente.

En fin, creía que los capitulos lo dejaban claro. Más que decir las cosas, lo que intento hacer es 'crear un ambiente' y poner una situación.

Maria dijo...

CAPÍTULO 19.



DEdicado a Puri y a Pipi.
Ellas saben por qué ;).

Azalea dijo...

Otra vez estupendo el capítulo,María,pero ¡tan corto! que me sabe a poco. Qué tremenda desesperación la de Álvaro al ver esa flagrante injusticia y no poder hacer NADA,solo callar. Lo describes todo tan bien que es como volver a ver la serie, bueno,su continuación.Enhorabuena.

purivilla dijo...

Moltes gracies querida María, se me hizo corto el capítulo hoy, siempre que los leo tengo la sensación de introducirme de nuevo en la tercera temporada y que esta sigue con ellos presentes, pena que no siguieran ellos, pero bueno para eso estás tú, él que no se consuela es porque no quiere .

Isabel dijo...

Gracias María por tan magnífico capítulo, a mí también se ma ha hecho muy corto. Yo sí que he entendido perfectamente la situación que planteabas sobre la discusión de Alvaro y Alicia y como cada uno ha podido comprender los pensamientos y circunstancias del otro, han sabido perdonarse y ahora se sienten más unidos que nunca. Muy triste los problemas que tendrá Alvaro para conseguir un trabajo solo por haberse significado en contra de la dictadura, mi padre por desgracia vivió algo así y tuvo que hacer de todo lo que le salía, menos mal que todos sabemos que acabará bien.
Por favor el próximo un poquito más largo que nos saben a poco.

Fanalvaro dijo...

Gracias María!
Pobre Álvaro, imaginaos lo que tendría que sentir en esa situación. Y lo cierto es que en realidad, muchos pasaron por estas circunstancias.
A ver ahora qué harás para que puedan salir adelante.

Fanalvaro dijo...

Ah! la captura que ilustra el relato, genial. Qué expresión de rabia e impotencia!

Slayer is watching dijo...

JO, este capítulo, pese a no ser de los ambientados en la cárcel, ha sido de los más duros. Por esa impotencia... Muestras muy bien como hacían y deshacían a su antojo cuando algo o alguien les molestaba.
La escena del parque es tristísima... con Álvaro resignado, pero aún cediendo ante algún capricho de su hijo, para que este no se preocupe.
Muy bien, María, pero una cosa te tengo que decir: Para ser alvarista, hay que ver lo que te gusta verle sufrir, al pobre hombre. ¿Tú estás segura de que sigues siendo alvarista? jejeje ;P
Un beso y enhorabuena, un capi impresionante!!

Un grupo de Alvaristas dijo...

María,

Muchas gracias por las aclaraciones referentes a todos los anteriores comentarios.

Te agradecemos igualmente este capítulo que nos ha hecho vivir los momentos tan duros por los que están pasando y la generosidad de Alvaro con su familia.

Ante esta situación, él piensa en los estudios de Alicia y en poder ofrecer a su hijo ese pequeño capricho, que en estas circunstancias se convierte en un esfuerzo.

Nos ha encantado Dñª Marcela, con la sabiduría y comprensión de madre, que tanto la caracteriza.

Igualmente nos imaginamos lo mal que lo debe estar pasando Alicia, pues ella nunca hubiera sospechado que la defensa de Fernando pudiera acabar con el trabajo de su marido y el bienestar familiar.

En fin, que nos da mucha penita, pues vemos a Alvaro muy solo sin que nadie le tienda una mano.

Como la vida misma, solo nos queda esperar que esto se resuelva cuanto antes, porque estamos al borde de un ataque de nervios.

La fotografía que ilustra este capítulo está muy bien elegida, es la idónea.

Nuestras felicitaciones por esta narración.

Recibe un cariñoso saludo
Un grupo de Alvaristas

apm dijo...

Mis felicitaciones María, este capítulo -como todos los anteriores- !genialísimo!... a lo que, por otra parte, ya nos tienes acostumbrad@s, chiquilla. Me ha gustao muchísimo leerte y me ha sabido a poco, pero aquí estaré pendiente al 20º, la verdad, se transmite muy bien esa angustia de que te cierren una y otra puerta (laboral, se entiende) sin más explicación de "son órdenes de arriba", !qué impotencia!, no solo qué angustía, sino más, una vuelta de tuerca más... y encima, tus amigos (los pocos que se atreven a estar a tu lado, aconsejandote que no sigas, que lo dejes pasar, que busques un trabajo en otra cosa completamente diferente !cómo si eso fuera fácil!, que no te acuerdes -momentaneamente, al menos- de todo el esfuerzo que has tenido que hacer para llegar a dar clase en la Universidad)... y verte sin trabajo, sin dinero, sin opciones a ejercer tu profesión, sin apoyos de ningún tipo, y en libertad bajo fianza !!terrible!!; menos mal que, entretanto, Alicia está embarazada, una buenísima noticia entre tanta amargura.
Lo dicho María, que me ha encantao y que estoy esperando ya el próximo capi.

Un besote gordísimoooooo

Maria dijo...

JA JA JA, Slayer!! a estas alturas dudando de mi 'alvarismo', espérate cuatro capitulos y verás...

GRacias a todas por vuestros comentarios.

Maria dijo...

GRacias también a APM y al Grupo de alvaristas, que aunque os conozco menos, dais muchos ánimos para seguir!

PIPI dijo...

¡MUY BUENO MARÍA! ME HAS DEJADO CON LAS GANAS.......LO CUAL ES ESTUPENDO PUES YA ESTOY DESEANDO LEER EL SIGUIENTE¡NO TARDES!

Maria dijo...

CAPÍTULO 20.

PURIVILLA dijo...

Bravo María, muy bueno el capítulo, pero tú insistes en meterlo en el talego, hija mía ni que fueras una fernanda rencorosa, que no asimila que el otro está muerto y el profe vivo, haz el favor de sacarlo de la cárcel y que vivan estos dos ¡días de vino y rosas ¡

Isabel dijo...

MARIA, que maravilla de capítulo me ha encantado la conversación de tio y sobrina y cómo Rocío está decidida a conocer toda la historia familiar apelando esta vez a la memoria de su tío, otra versión de la historia familiar. Siento que Alvaro tenga que volver a la cárcel ¿no te parece que con una vez hubiera sido suficiente?.
Bueno espero el siguiente con impaciencia para saber como sigue la historia.

Azalea dijo...

Bravo María,el capítulo de largo nada,y de bueno,todo. Estás haciendo una novela entretenida,bien documentada,amena,es un verdadero placer leerte. Lástima tener que esperar para poder gozar del próximo capi.Ya estoy deseando que esté colgado.

Sacha dijo...

MARIA, cada vez me gusta más esta novela, te creces cada capitulo, lo del cuadro me ha dejado a rombos, veo que está muy documentada, así eran las cosas en aquellos tiempos, las cosas de valor que se tenían servían como fianza de muchas cosas..

SOLO TE DIGO QUE "SUBLIME". GRACIAS POR HACERNOS PASAR UN BUEN RATO DELEITÁNDONOS CON ESTE MARAVILLOSO RELATO-NOVELA.

Un grupo de Alvaristas dijo...

María,

Muchas gracias por tus palabras y por este capítulo que ha hecho que nos lleves de tu mano a casa de la familia Iniesta. A través del detalle tan sensible del canario y del sillón vacío tan elocuente, hemos podido ver el ambiente que se respira de nostalgia y tensión.

La conversación entre tío y sobrina ha sido enriquecedora para Rocío y para nosotras, pues hemos conocido algunos detalles de la vida de la familia; lo que no podíamos imaginar es que al final nos reservabas la sorpresa de la vuelta a la cárcel de Alvaro.

Por favor María, que solo sea una declaración rutinaria.

Francisco ha podido remontar el vuelo y nos alegramos, pero Alvaro está tan solo...

Después de su puesta en libertad tiene un entorno muy poco solidario, ya conocido entre los catedráticos, pero nos extraña que tampoco lo tenga entre sus amigos y compañeros Juristas, algunos personas influyentes, que conocen su calidad humana y que deberían y posiblemente podrán hacer algo más para demostrar su inocencia, despues del tiempo transcurrido.

Como siempre la historia está en tus manos, pero dado que la mayoría de las personas que la seguimos somos "alvaristas" y estamos desempeñando el papel de "sufridoras", concédele la libertad definitiva, que solo tu puedes hacerlo.

Esperamos impacientes el próximo capítulo.

Recibe un cariñoso saludo
Un grupo de Alvaristas

Isabel dijo...

MARIA - Qué bonito este último capítulo, cuanta ternura, cuanto cariño has puesto en esa conversación entre la pareja y que triste despedida, espero que esta vez no lo tengas tanto tiempo en la carcel y que pueda salir antes de que nazca su hija.