RESERVADOS LOS DERECHOS DE AUTOR.

Capítulos anteriores:


Pincha en este enlace para acceder a la.......

Primera página del relato

AVISO- En el archivo de JULIO he puesto un post de CRONOLOGÍA. En él se hace el resumen de personajes y fechas ordenadas, para poder seguir mejor la historia.

Capítulos 11-12-13-14-15

Pincha aquí para desplegar los capítulos 11 al 15







Capítulo 11.

"Diecisiete disparos
Taladraron la mañana
Y fueron en nuestros pechos
Otras tantas puñaladas".



EL CURA VERDUGO DE OCAÑA
PRISION DE OCAÑA, 1941. (En la clase de Miguel Hernández)



Madrid. Prisión de Carabanchel. Finales de Marzo de 1951.


-¡Vamos, arriba!
El guardia abría la puerta de la celda de aislamiento y golpeaba con la porra en los barrotes de la cama, para despertar el preso.
-¿ES que no me oyes? Levántate y prepara tus cosas. Te vas de aquí.
Álvaro se enderezó, con un gesto de incredulidad en su cara.
-¿Por qué…? ¿A dónde….?
-No estás en condiciones de hacer preguntas, abogado. Vístete y recoge todo. No volverás más aquí.
Los guardias se fueron riendo a otra celda, a despertar a otro preso. En el resto de la cárcel, los reclusos seguían durmiendo. El silencio era sepulcral.

Álvaro tuvo otro ataque de tos. Todavía convaleciente de las fiebres pasadas, la humedad de la cárcel le seguía agarrada al pecho. Algo aturdido por el despertar y la falta de fuerzas, obedeció. Lió sus cosas en el petate y se ató los cordones de los zapatos. Intentaba pensar despacio sin conseguirlo. No recordaba haber oído a Eduardo hablar de libertad, ni traslados ni nada parecido. No tenía ni idea de adonde le llevaban, aunque se alegraba de dejar por fin aquel sitio inmundo en el que llevaba ya casi un mes.

El guardia volvió y entró a por él.
-Oiga, debe de haber algún error. Mi abogado no me ha dicho nada de….
-Silencio. No estás en condiciones de cuestionar nada. Ni tú ni tu abogado.
El guardia le cogió las manos y se las esposó por delante, mientras el recluso lo miraba todo con estupor. Cogiendo el hatillo de sus cosas con dificultad, le costaba andar así sin que se le cayera.

Álvaro oyó cerrar la puerta tras de sí y notó el empujón del guardia para que avanzase por el pasillo. Al doblar la esquina, se le unieron otros dos hombres sacados a trompicones de sus celdas. Caminaban con lentitud arrastrando sus pies por el suelo y llevando el petate en sus manos esposadas, sin atreverse a levantar siquiera la mirada.

Los presos iban avanzando por galerías interminables mientras las puertas se les abrían y cerraban con rotundidad tras ellos. Iban atravesando sitios que ninguno de ellos conocía, recorriendo galerías nuevas de la cárcel, o por lo menos, a Álvaro no le sonaban de nada. Todos tenían una mueca de incredulidad y desesperanza dibujada en sus rostros.

La puerta grande de madera se abrió, dando paso a un patio interior en el que había tres camiones.
-¡Arriba!
Los tres reclusos tuvieron que ayudarse unos a otros para trepar como pudieron a la parte trasera de la camioneta. Con la carga humana dentro, los guardias cerraron el portón con llave, y se subieron a los dos camiones restantes. Antes de cerrar, Álvaro se asomó:
-Oiga… yo no he tenido ningún juicio, ni ninguna acusación, mi abogado no sabe nada, esto es ilegal. Necesito saber donde nos llevan…
El guardia sonrió burlonamente y dio un sonoro portazo por toda respuesta.

Sentado en el suelo la camioneta, Álvaro tardó un poco en acostumbrarse a la poca luz de su interior. Tras aguantar otro ataque de tos, se fijó en sus compañeros de viaje. Presos más veteranos que él, iban cabizbajos, con el gesto grave y el pánico contenido, propio de alguien que sabe que se le han acabado las esperanzas. De los tres, él era el único que aún no parecía darse cuenta de la situación.
-Vamos hacia las tapias del cementerio- dijo uno.
-No vamos a volver a la cárcel-dijo el otro- nunca más…..
-Pero… no puede ser… es imposible… yo no he tenido ningún juicio, no sé nada, esto es una equivocac…..
Otro ataque de tos cortó la frase de Álvaro.
-Compañero….. aquí acaba todo- dijo el preso sentado al lado suyo.

Álvaro notaba los baches del camino en los amortiguadores de la camioneta. No estaba resignado a nada porque aún no se creía lo que estaba pasando. Sentado en el suelo con las piernas dobladas, miraba a su alrededor intentando adivinar donde les llevaban mientras las ideas acudían en tropel a su cabeza. Intentando razonar de manera legal, con la deformación profesional lógica de su carrera de abogado, no encontraba explicación alguna a lo que estaba sucediendo. Sin saber exactamente cuánto tiempo había pasado, el frenazo brusco de la camioneta al detenerse le hizo volver a la realidad.

Los guardias se bajaron y abrieron el portón trasero.
-¡Abajo!
Silencio. Nadie se movió.
-¿Es que tengo que entrar a por vosotros? ¡He dicho abajo!
Álvaro se levantó el primero y se dirigió hacia la puerta de la camioneta.
-Los petates dejadlos ahí dentro.
Los guardias rieron su chiste sin gracia, mientras los presos iban saliendo aturdidos a lo que presentían iba a ser el viaje sin retorno.

Álvaro clavó sus pies en el suelo y estiró su cuerpo. Con una mezcla de alegría por verse libre en campo abierto, y pánico por lo que estaba por venir, percibía la tierra bajo sus plantas, debajo de sus zapatos, y el aire del amanecer le picaba en los pulmones oliendo a hierba fresca. Miraba a su alrededor y el aturdimiento por la situación le hacía ver las cosas como a través de un agujero, de una de esas lentes que deforman la realidad hasta extremos grotescos. Solo veía el campo verde, los guardias y la tapia del cementerio alta, inmensa, monolítica, como una lápida gigantesca guardando los impactos de las balas de de no se sabe cuántos muertos.

Los guardias les empujaron hacia el sitio definitivo. Los presos iban haciéndose de rogar, intentando prolongar cada segundo de su ya acabada existencia, como si quisieran prolongar el efímero instante de libertad que estaban teniendo, con las manos esposadas y el campo abierto delante.
Álvaro lo intentó una vez más, con el jefe del pelotón.
-Por favor, escúcheme. Esto es un error. No he tenido ningún juicio, ni nadie me ha dicho nada, no tendría que estar aquí, no…
El culatazo del guardia en la cabeza le derribó al suelo y por poco le hace perder el sentido. Uno de los soldados paso lista…..
-¡ Bonifacio Castillo García!,¡ Álvaro Iniesta Pérez!,¡ Juan Fábregas Ballesteros!
No había ninguna duda. Era él.

-Dios mío, esto no puede estar pasando……. No puede ser real……
Dos soldados le cogieron por los brazos y le colocaron en su sitio, junto a los otros dos hombres, en fila, de espaldas a la tapia.
Aturdido por el golpe, Álvaro empezaba a asimilar el final que tenía enfrente.

-¡PELOTÓN!

Álvaro respiraba hondo, rápido. Notó su corazón que empezaba a escapársele del pecho. Uno de los hombres cayó de rodillas, llorando en voz alta, preso de un ataque de nervios. Inconscientemente, con sus manos esposadas, Álvaro se llevó la mano a la alianza, cerrando los ojos. Solo pensó que los dejaba solos para siempre.
-….Alicia, dios mío…Pedro….
Al recordar a su hijo, Álvaro lo llamaba sin diminutivo.


-¡APUNTEN!




De repente notó el ruido de ochenta jinetes que le subían por la garganta y se le escapaban por la boca. Miró de frente al pelotón, a los cañones negros de los guardias apuntándole al pecho. Miró el cielo azul y las nubes del nuevo día y olió el rocío de la mañana mojando la hierba fresca. Y al cerrar los ojos, empezó a ver en una sucesión vertiginosa las imágenes de toda su vida: a él mismo de pequeño jugando en el pueblo, a sus padres, a sus compañeros de Facultad, los horrores de la guerra civil, a su padre de nuevo, fallecido ya hacía varios años, su madre Marcela, el nacimiento de su hijo Pedro, la muerte de su primera mujer, Verónica, Pedrito en su comunión, su segunda boda con Alicia…. la sucesión de imágenes iba pasando ante él a un ritmo vertiginoso, como si fuera una película, en apenas décimas de segundo, hasta irse ralentizando poco a poco, y así permitir visualizar claramente tres últimas imágenes de su hijo sentado en el sillón, llorando con la cabeza entre las manos, y luego a Alicia en camisón metida en su cama, también llorando, con una criatura recién nacida a su lado, hasta detenerse en la última imagen de los ojos negros de un hombre que le clavaba la mirada en lo más profundo de su alma.

Álvaro apretó los ojos con fuerza y los abrió de golpe mirando hacia arriba. Buscaba mirar al cielo, a cualquier cosa, a algo que no fuera la negrura sin esperanza del cañón del arma que le apuntaba al pecho.


-¡FUEGOOO!


Un estruendo ensordecedor dio paso al más absoluto de los silencios………….



********************************



Humedad. Frío. Olores nauseabundos. La manta áspera del jergón. Más golpes en la puerta.

-¡Vamos! ¿No oyes o qué? ¡Arriba de una vez!

Álvaro estaba de pie, sobre el colchón de su cama. El sobresalto le había hecho saltar como un cohete.
Aún desorientado, Se miró las manos, libres, sin nada que las sujetase. La respiración acelerada no era obstáculo para sentir el corazón desbocado que notaba palpitar dentro del pecho. Y mirando a su alrededor con incredulidad, vio las mismas cuatro paredes mugrientas, la misma celda, la misma cama y el mismo cubo infecto que le servía de letrina. Con movimientos nerviosos, tocó una de sus manos contra la otra, para comprobar que ahora no estaba en ninguna pesadilla, y palpó de nuevo su alianza de bodas. Cerró los ojos aliviado y la imagen difusa de Alicia se le vino al pensamiento.

Estaba vivo. Todo había sido una pesadilla. Seguía en su celda de la cárcel, igual que los últimos 34 días, en los que había intentado con todas sus fuerzas no volverse loco y mantenerse vivo.






Y mientras se ataba los cordones de los zapatos como un autómata, empezó a notar el ardor de las lágrimas quemándole las mejillas, lágrimas que le hicieron terminar de romperse en un llanto espasmódico y nervioso. No pudo más. Sin importarle la humedad ni el frío del suelo, se dejó caer de rodillas, y tuvo que apoyarse en el colchón durante un buen rato, mientras notaba con alivio la frialdad del cabecero de metal que se le clavaba en la cara y le hizo estremecerse.

La última imagen que vio fueron los ojos de Fernando buscando un trozo de cielo azul donde mirar, para no ver los cañones negros de las fusiles de los guardias que le ejecutaron.

Fin del Capítulo 11
Continuará…..


Fotos capítulo 11:
http://www.madridpedia.com/files/fotografias/los-fusilamientos-del-3-de-mayo-de-francisco-de-goya-y-lucientes.png

http://skatergorix.files.wordpress.com/2007/11/carcel.jpg


*******************************************
*******************************************
*******************************************


CAPÍTULO 12:


Madrid. 1951. Prisión de Carabanchel. Un día después.




-¡Vamos, arriba!
El guardia abría la puerta de la celda de aislamiento y golpeaba con la porra en los barrotes de la cama, para intimidar al preso.

-¿Es que no me oyes? Levántate y prepara tus cosas. Te vas de aquí.

Álvaro se quedó con la mirada clavada en la puerta al oir esas frases. El recuerdo de la pesadilla de la noche anterior se le vino a la mente de golpe. Aunque le era difícil ubicarse temporalmente en el momento del día en que estaban, a tenor de la última bandeja que le sirvieron, hubiera jurado que era por la tarde.
- ¿A dónde….?
-No estás en condiciones de hacer preguntas, abogado. Vístete y recoge todo. No volverás más aquí. ¡Y lávate un poco! No hay quien dé una perra por ti….
Los guardias se fueron riendo a otra celda, a sacar a otro preso. En el resto de la cárcel, los mismos ruidos y la misma rutina de siempre.

Lentamente, Álvaro empezó a ordenar sus ropas. No le quedaba otra que obedecer. No tenía ni idea de que pasaba, aunque en el fondo se alegraba de dejar por fin aquel sitio inmundo en el que llevaba más de un mes, y en el que había tenido la oportunidad de repasar uno por uno todos los temas de Derecho Romano, Civil y Penal, tanto en orden correlativo como en orden inverso, para tener su mente entretenida en alguna ocupación distinta que no fuera la de volverse loco por estar metido en esas cuatro paredes. Mientras liaba su manta, contuvo otro ataque de tos.

El guardia volvió y entró a por él.
-Oiga, ¿me puede decir dónde voy?
-¡A callar! Si no tardarás mucho en volver por aquí. Malditos rojos de…. ¡vamos, para afuera!
Álvaro salió caminando detrás del guardia. Comprobó con alivio que no le esposaban.

Después de muchos años, Álvaro recordaba el tiempo pasado en la cárcel de una manera muy irregular. La memoria selectiva hacía que recordase algunos momentos con total claridad, mientras que otros, en cambio, los recordaba de una manera muy difusa, o simple y llanamente, los había borrado de su mente. Como después de varias semanas le contó a Alicia, en una noche en vela en la que ambos necesitaron vaciarse de todo lo que llevaban dentro para seguir mirando hacia adelante, una noche de confidencias en la que ambos dejaron salir todo lo que tenían acumulado, Álvaro recordaba de una manera muy vaga y subjetiva el paseo que hizo detrás del guardia, hasta la puerta del penal. Sus recuerdos eran difusos, imprecisos, como pinceladas sensoriales en un cuadro impresionista.

Recordaba pasillos larguísimos, con el eco de sus pasos resonando y el eco de los pasos de las botas de los guardias, así como el carraspeo sus voces ásperas. Recordaba también que en uno de los pasillos se abrió una puerta y se le unieron varios compañeros, cargados con su hatillo, al igual que él, y recordaba las caras de aquellos compañeros, que le llamaban por su apellido, celebraban verle de nuevo, e iban extrañamente alegres.

Asimismo, recordaba que hubo momentos en los que, por la falta de ejercicio, o simplemente, por la debilidad, a sus piernas le costaba responder coordinadamente, e iban dando pasos torpes por las galerías, pasos que alguno de sus compañeros, no recordaba exactamente cual, se encargaba de enderezar y sujetarle para que no cayese. Recordaba también haber visto la cara familiar de Francisco, su antiguo compañero de patio, y el que le había mantenido la esperanza en vilo desde el otro lado de la puerta de la celda de aislamiento, que también se alegraba de verle, y hasta es posible que el abrazo que sintió fuera el suyo. Álvaro iba caminando por la galería como un autómata, hacia adelante, con la debilidad sostenida por la propia inercia del movimiento que le hacía seguir echando una pierna delante de otra, para sortear una puerta detrás de otra y un pasillo detrás de otro. No hablaba con nadie, solo miraba con los ojos muy abiertos, como más tarde le contaría su amigo Francisco, que fue el que se encargó de cogerle despacio por uno de los brazos e irle guiando con suavidad por los pasillos para que no se quedara atrás, a sabiendas de que a su amigo lo acababan de sacar de la galería de abajo. La mirada desorientada de Álvaro hablaba por sí sola.

También recordaba la suspicacia y el asombro con la que iba mirando a todo el mundo, suspicacia sin duda alguna producto de la pesadilla de la noche anterior, y que hacía desconfiar de las caras de alegría que le parecía ver en sus compañeros. Recordaba lugares familiares, y otros no tanto. Recordaba haberse tenido que parar para contener el enésimo ataque de tos y cómo alguien, probablemente Francisco, de nuevo, le había ayudado a seguir andando hacia adelante.

También recordaba cómo les llevaron a una estancia que no le era desconocida, no recordaba de qué, y en la que le entregaron cosas que creyó reconocer como suyas, y donde le hicieron firmar un papel que ya tenía estampada la firma de Eduardo, su abogado y amigo. Luego le hicieron salir por la otra puerta, esa por la que nunca había visto salir a ningún preso, pero que en ese momento fue abierta para que todos ellos pasaran por allí.

Siguió recordando cómo llegaron al final de una galería en la que se pararon, y entonces se abrió la última puerta. Y recordaba la luz de la calle que entró por esa puerta, que no dejaba de ser la luz mortecina del atardecer nublado de Marzo, pero que a él le pareció lo suficientemente inmensa, como para tener que entornar los párpados y no deslumbrarse. Después de un mes allí metido, el cuerpo iba poco a poco.

Recordó también como traspasó despacio la puerta y como sintió con alivio el aire puro y limpio de fuera, después de tanto tiempo respirando las miasmas y el vaho a moho de la cárcel, y recordó haberse parado delante de la explanada que se le abría ante él, que le pareció un horizonte inmenso en el que se sentía pequeño, y le hizo marearse levemente. Recordó el abrazo de despedida de algunos de sus compañeros, Francisco entre ellos, seguramente, y recordó haberse quedado no se sabe cuánto tiempo allí parado, sin reaccionar, sin saber qué hacer ni a dónde dirigirse, con el hatillo colgando de una de sus manos como un peso muerto. La vista se le cansaba al intentar enfocar hacia lo lejos, después de tanto tiempo sin haber tenido otra cosa que dos metros de horizonte de ladrillo. Recordó el olor a tierra mojada que había dejado la incipiente tormenta, olor que había purificado el ambiente y que le hacía expandir los pulmones después de mucho tiempo encogidos, haciendo que le llegase el oxígeno hasta el último capilar de su cuerpo, desperezándolo y empezando a revivirlo.








Y recordaba haber levantado la mirada hacia los coches que veía parados a lo lejos, al fondo de la explanada, delante suya. Coches que no conocía, pero que le pareció ver a uno de ellos haciéndole señales y llamando su atención con las luces, para luego ver como la puerta del conductor se abría y de ella salía Eduardo, su amigo y abogado, el que estaba llevándole el caso. Eduardo iba enfundado en un grueso abrigo de paño, con el que se protegía del frío de aquel invierno interminable que no les terminaba de abandonar. La primavera aún no se había instalado en Madrid.


Álvaro vio a Eduardo bajarse del coche, y dirigirse hacia la puerta del acompañante, que ya se estaba abriendo por la persona que estaba dentro.

Y por último, Álvaro recordaba muy claramente como Eduardo terminó de abrir la puerta y ayudó a salir a una mujer morena, con un abrigo azul, que se puso de pie con paso vacilante y que al instante conectó con él mirándole a los ojos, al igual que le pasó a él con ella.

Era Alicia.


Fin del Capítulo 12.
Continuará….









*************************************************
*************************************************
*************************************************


CAPÍTULO 13.

Madrid. Finales de Marzo de 1951.
Exterior de la Prisión de Carabanchel.


No hay noche, no hay luna, no
hay sol cuando estoy contigo,
tiemblo de quererte tanto,
tiemblo de sentirme vivo
……
(Luis Rosales) Contigo.


A pesar de que habían pasado casi cuarenta años, Alicia recordaba perfectamente todos los detalles del trayecto que hizo desde que salió del coche de Eduardo hasta que se encontró frente a frente con Álvaro. Tenía ese paseo grabado en su memoria como si lo hubiera andado mil veces. Recordaba sus pasos vacilantes, buscando sus ojos, entre las lágrimas que empezaban a asomar. Recordaba también como él se iba acercando, con la vista fija en ella. Y recordaba todos los pensamientos que le iban viniendo a la cabeza con cada paso que daba, las dudas que le asaltaban, y los sentimientos encontrados que tenía, mezcla de la alegría de verle al fin delante suya, y la inquietud por cómo reaccionaría su marido al verla.

Recordaba también como se le caía el alma a los pies, cuando, a medida que se acercaba a él, iba viendo su maltrecho aspecto físico y la impresión que le causó: Álvaro llevaba encima la palidez de más de un mes sin ver otra cosa que la bombilla de 15 watios de la celda de aislamiento, la barba de una semana y los huesos anquilosados por las fiebres que había tenido. Pálido y ojeroso, con bastantes kilos de menos y la mirada mate, Álvaro también se sobrecogió al ver la lividez de su mujer y sus ojos sin brillo. Cuando por fin estuvieron el uno frente al otro, los dos permanecieron unos segundos mirándose a corta distancia, hasta que, adivinando el sufrimiento del otro en su propio dolor, hablaron a la vez:

-Perdóname…
-Lo siento….
Para acto seguido echarse el uno en los brazos del otro delante de la puerta de la prisión, como apuntalándose mutuamente para no caerse, dejando fluir con alivio todas las emociones que habían tenido contenidas en su tiempo de soledad mutua. Álvaro abrazó a Alicia y Alicia abrazó a Álvaro, con los ojos cerrados, los brazos abiertos, y la alegría de volver a tenerse.

****************************************


Álvaro no supo cuanto tiempo estuvieron abrazados el uno con el otro, hasta que notó que Alicia se le caía.
-Alicia….. ¿qué te pasa?...vamos, mírame.. ¿estas bien?…
-Solo es un mareo… no es nada.
-Vamos, vamos….
Álvaro cogió sus cosas del suelo y se dirigió hacia el coche con Alicia, donde Eduardo estaba esperándoles con la puerta abierta.
-Álvaro..
-Eduardo..
Los dos amigos se abrazaron antes de entrar en el coche.
-Vamos, cuanto menos tiempo estemos aquí, mejor.

Álvaro se sentó junto con Alicia en el asiento trasero en el coche de Eduardo, el cual se sentó al volante y procedió a encender el contacto. Álvaro también notaba sus piernas temblar, aunque no podría asegurar si era por debilidad, por nervios, o por ambas cosas juntas.

-¿Todo bien? – preguntó Eduardo, volviendo la cabeza hacia atrás y mirando a la mujer de su amigo.
Alicia asintió en silencio, con la cabeza apoyada en el pecho de Álvaro, que la abrazaba.
-Estás en libertad bajo fianza, Álvaro-. Ahora Eduardo se dirigió hacia su defendido, informándole brevemente- No nos hemos olvidado de ti, aunque nadie te haya dicho nada. Nuestro mayor temor era que te vinieras abajo ante la falta de noticias del exterior. - Lo importante es que ya estás fuera. Los detalles ya te los iré contando. Hoy necesitas descansar.

En efecto, los manejos de Eduardo, curtido en esos ambientes, habían logrado que el Régimen admitiera la libertad provisional de Álvaro, no sin antes haber depositado una cuantiosa fianza que no fue fácil de conseguir.
Eduardo miró de nuevo a Alicia, que se había quedado pálida.
-Pronto llegaremos a casa. No tenías que haber venido. Aún es pronto. Tu mujer se empeñó en venir a recogerte, Álvaro, a pesar de lo que le han dicho el médico y tu madre.
Álvaro acarició la cara de su mujer. Alicia respiraba acelerada, para reponerse del mareo, mezcla también de la debilidad de su estado y de tantas emociones concentradas en tan poco tiempo. En efecto, Alicia aún estaba convaleciente y no podía permanecer mucho tiempo seguido levantada. Su suegra le había intentado convencer, sin éxito, para que no saliera de casa e ir ella en su lugar, acompañando a Eduardo.
-Alicia, aún es pronto para que te levantes y salgas a la calle- le había dicho su suegra esa misma mañana.
Pero ella insistió en venir y estar presente cuando soltaran a su marido.

Después de todo lo pasado, lloviera o tronara, aunque se desvaneciera o le dolieran los puntos, Alicia quiso estar presente cuando su marido saliera de la cárcel. Sus ganas de volver a verle superaron sus dolores físicos y el temor a un posible rechazo por parte suya, después de la última discusión que tuvo el matrimonio. Alicia iba llena de dudas sobre cual sería la reacción de su marida al verla, dudas que se disiparon en cuanto tuvo a Álvaro frente a sí. La mirada de Álvaro era transparente y su abrazo era sincero.

De repente, Álvaro se separó de Alicia para tener otro ataque de tos.
-Lo siento…. Alicia, yo… estoy …. Estoy enfermo… y sucio… no se ni lo que tengo..
Tras los días pasados en el aislamiento, Álvaro no estaba en las mejores condiciones físicas ni higiénicas, precisamente, pero a Alicia le importaba poco lo que trajera encima su marido. Cerrando los ojos, se le abrazó aún más. Aún débil por el ligero desmayo que había tenido, Alicia se apretaba en su brazo.
El coche enfilaba la carretera de Extremadura, mientras el sol se iba poniendo tras las casas. Andando por el arcén, caminaba uno de los presos. Álvaro se quedó mirando por la ventanilla mientras lo sobrepasaban.

-¡Para! ¡Para, Eduardo! Por favor..
Eduardo aminoró la marcha y detuvo el coche en el arcén.
-Espero que no me metas en un lío, Álvaro- dudó
Álvaro abrió la puerta del coche. Francisco iba caminando por el arcén estirando las piernas en la libertad, después de tres años en la cárcel.
-Sube, por favor, te llevamos hasta Madrid. No vas a ir caminando.
Francisco obedeció sin decir palabra, agradecido, y subió al asiento delantero que estaba libre.
-Mi mujer, Alicia. Francisco, un compañero. Es escritor. Eduardo, un amigo. Mi abogado.

Alicia sonrió con debilidad al que había sido compañero de patio de Álvaro en la cárcel, devolviendo el saludo, mientras los dos hombres se estrechaban la mano en los asientos delanteros. El coche encendió las luces salió del arcén y enfiló directo la carretera hacia Madrid. Demasiado débil para pensar, después de todas las emociones, Alicia dejaba la mente en blanco y se abrazaba al pecho de Álvaro en el asiento trasero, parando la respiración cada vez que notaba las sacudidas de la carretera en su menudo cuerpo. Alicia cerraba los ojos cuando Álvaro le acariciaba la cara, mientras Francisco y Eduardo respetaban en silencio a la pareja que llevaba más de un mes echándose de menos. Eduardo les veía por el retrovisor interior con los ojos cerrados, apoyándose el uno en la cabeza del otro, y vio las lágrimas silenciosas de Alicia apoyadas en las contenidas de Álvaro. La pareja se hablaba sin necesidad de decir palabra y ninguno de los cuatro se atrevió a romper ese silencio que se mantenía cogido de sus manos. Antes de darse cuenta, estaban cruzando el Puente de Segovia, para entrar en Madrid.

-¿Dónde le dejamos? –Eduardo preguntó.
-Me da igual. Donde le venga bien.. yo no quiero molestar más..
Álvaro reaccionó.
-No digas tonterías, Francisco, por favor. ¿Tienes donde dormir esta noche?
Francisco sonrió cortésmente.
-Si, no te preocupes. Hay una pensión en la calle Atocha… allí me conocen, bueno….. me conocían… supongo que se acordarán de mí.
-Vamos, pues.

Francisco miraba con nostalgia y dudas. Hacía mucho que no pisaba Madrid. No tenía ni un real en los bolsillos, ni familia, ni nadie que viniera a por él. Depurado por el Régimen tras sufrir la censura por un artículo de opinión que publicó en prensa, se resistía a perder lo único que le quedaba: la dignidad, y a decir que esa noche no tenía donde caerse muerto.

-Aquí me quedo. Gracias.
-¿De verdad tienes donde quedarte?
-Si, Álvaro, te lo agradezco mucho.
-En cualquier caso, toma mi dirección. Ven algún día si …... si quieres hacernos una visita. Nos gustaría recibirte.
Álvaro iba a decir “si necesitas ayuda”, pero se dio cuenta a tiempo de la molestia que le hubiese supuesto a Francisco ese comentario.
-Así lo haré. Gracias.

Francisco estrechó la mano de Álvaro y los dos hombres se abrazaron en la calle Atocha. Francisco se quedó mirando el coche mientras desaparecía por el final de la calle. Entonces cogió el petate y miró a su alrededor, desorientado y sin saber exactamente dónde dirigir sus pasos.

Fin del Capítulo 13.
Continuará……

***************************************************
***************************************************
***************************************************


CAPÍTULO 14

Madrid. Finales de Marzo de 1951.
Casa familiar de los Iniesta.



Al igual que le pasaba a Alicia, Álvaro recordaría con todo detalle, después de casi cuarenta años, todas las sensaciones que iba experimentando cuando entró en su casa, sensaciones propias de alguien que acaba de pasar un largo tiempo aislado de estímulos externos y de repente se le viene todo encima. Álvaro se sentía como el naufrago que es rescatado del barco, y que pisa por fin la tierra firme. Y si en ese momento, alguien le hubiera dicho que definiera con una única palabra todo lo que sintió en aquella noche, hubiera dicho esta: CALOR.

Sintió la primera oleada de calor cuando Alicia le abrazó en la explanada, delante de la cárcel. Sintió de nuevo calor al abrir la puerta y entrar en el recibidor de su casa, y percibir los olores del hogar que tanto había añorado. Sintió el calor acogedor del abrazo roto y emocionado de su madre, al verle de nuevo frente a sí, y sintió el calor inocente de su hijo Pedrito, que se le echó a llorar en sus brazos nada más verle aparecer por la puerta.

Sintió el calor seguro del salón de su casa, y el calor físico de la bañera de agua caliente que le había preparado su madre, y que por primera vez estaba contribuyendo a sacarle el frío que tenía metido hasta en el tuétano de los huesos. Alicia también se acordaba del cambio que iba experimentando el semblante de su marido con todas esas sensaciones. Ella se quedó impresionada cuando le ayudaba a desnudarse, y le vio la delgadez de diez kilos menos en sus costillas. A Alicia le recorrió un escalofrío al ver en la espalda de su marido los clavos de la bota del guardia todavía señalados en ella, cuando le ayudaba a ponerse en la cabeza las toallas con vinagre caliente que le había preparado Doña Marcela, para matarle los piojos.

Álvaro se dejaba llevar por aquel calor, como un bebé que se queda dormido cuando se encuentra en la seguridad de las sábanas de su cuna, comprobando extrañado la de cosas que iban pasando por su mente, cosas que antes ni había reparado en ellas. Y lentamente se iba abandonando a aquella extraña placidez que le iba llenando.

Sintió también calor cuando se puso su pijama limpio y seco, con la mezcla del olor de jabón familiar y el olor de la madera del cajón de su cómoda, así como cuando se puso al cuello la bufanda de lana que le regaló una vez Alicia y que a él le gustaba tanto. Olió la bufanda y sintió el olor suave y cálido de la lana, y el olor de la colonia de su hijo en ella.

Y sintió en el estómago por primera vez en mucho tiempo el calor nutritivo del caldo que había preparado su madre esa noche, después de llevar casi dos meses nutriéndose con la bazofia fría de la cárcel.

Y de repente, sin saber por qué, rompió a llorar.

********************************************


Álvaro vino del dormitorio de acostar a Pedrito. El niño había extrañado mucho a su padre e inconscientemente reclamaba su tiempo con él. Aunque no entendía del todo los acontecimientos que había vivido, si era lo suficientemente espabilado como para darse cuenta de que algo malo había pasado, y estos días habían sido para él muy agitados. Pedrito había estado nervioso e inquieto. Ahora necesitaba un rato a solas con su padre para estar tranquilo y Álvaro le acompañó a su cama hasta que se quedó medio dormido.

Alicia estaba esperándole en el sofá del salón. Todos dormían ya en la casa.
-¿Estás mejor?
Álvaro asintió, y se sentó a su lado, en el sofá, como casi siempre había hecho la pareja antes de irse a la cama. Aún estaba emocionado. No hacía ni cinco horas que estaba en la cárcel y todavía estaba asimilando las cosas que tenía delante. Se quedaron un rato mirándose a los ojos, hasta que se abrazaron. Solo ellos sabían lo que se habían echado de menos.

Cuando se separaron, Alicia acarició la mejilla de Álvaro, y éste hizo lo propio con Alicia, recogiendo una lágrima que se le escapaba a ella. Ninguno de los dos sabía cómo empezar, así que lo hicieron a la vez.
-Alicia…
-Amor mío…
-Lo siento… yo….
-Lo siento tanto….
-No tenía que….
-No, fui yo quien no…

Volvieron a abrazarse, esta vez durante más tiempo. Álvaro aun dudaba si era real o estaba viviendo otro sueño, y volvería a despertarse en la misma celda de siempre.
-No tenía que haber pasado esto….
-No, fue culpa mía…
-Alicia, yo…. Lo siento tanto….
Alicia le puso el dedo índice en sus labios. Permanecieron un rato mudos, el uno cerca del otro, muy afectados por todo lo que estaba empezando a salir. Esta vez, fue Álvaro el que rompió el silencio.

-¿Cómo estás?

Con mucha delicadeza, acarició el vientre de Alicia, que se estremeció.
-Mejor- ella le sonrió- todavía tengo pocas fuerzas y a veces me mareo, ¿sabes? Dice el médico que es por la anemia, que se me irá pasando. No puedo estar mucho tiempo de pie, aún me molesta la herida, pero estoy mejor, el médico dice que todo va bien.
-Alicia, yo…… lo siento tanto, mi vida…

Álvaro volvió a abrazarla. Tras unos segundos, Alicia habló.
-Álvaro, por favor, no digas eso….

Alicia no entendía por qué Álvaro le pedía perdón. En el fondo, Álvaro se sentía un poco culpable del trance por el que había tenido que pasar Alicia, y ella se dio cuenta. No podía permitir eso. Habían decidido no tener hijos por lo menos hasta que ella terminase la carrera de Derecho, y con la vista en ello habían tenido cuidado de que no pasara, no sin esfuerzo por parte de los dos.

Alicia le cogió las manos.
-Ya se que….nos ha cogido a los dos de sorpresa, pero….
A Alicia le dolía el remordimiento de Álvaro
-Álvaro, a mí no me hubiera importado en absoluto el….
El dolor por la pérdida todavía hacía que la palabra ‘hijo’ se le atascara en la boca.
-No era buscado, pero sí que hubiese sido deseado, al menos por mi parte… un hijo es motivo de alegría, y ya llevamos muchas desgracias pasadas.

En la España en blanco y negro de los años 50, cualquier atisbo de luz era bien recibido y Alicia era sincera en esos momentos tan delicados para ella.
-Además.. tarde o temprano tenía que pasar esto… es lo normal en una pareja. Lo raro hubiese sido lo contrario- le sonrió ella muy bajito.

Álvaro le acarició la cara con dulzura.
-Mi vida… te pondrás bien. Y vendrán más....
Alicia se detuvo un momento bajando la mirada. Le costaba seguir hablando.
-Álvaro….. el médico me dijo que….
Álvaro le acariciaba la cara.
-…. que quizás no pueda volver a tener hijos. Dice que aún es pronto para saberlo…

Alicia le miró con los ojos acuosos. A ambos les costaba mantener la serenidad en un momento así. En un nuevo abrazo, Álvaro recordaba como ese día sintió emociones a flor de piel. Probablemente la ausencia de estímulos que había tenido en la cárcel contribuían a rebasar su capacidad de asimilación, y ahora se sentía inundado de emociones que le sobrepasaban. Le enmarcó la cara con las manos y le besó en la frente, antes de que Alicia se recostara en su pecho y terminase de llorar, desahogándose.

Tras otro rato de silencio contenido, Álvaro reparó en el hueco de la pared de su estudio que se veía desde el sofá. Hueco antes ocupado por el cuadro de “Susana y los viejos”, único recuerdo material que le había quedado a Alicia de su padre. Alicia se dio cuenta de la extrañeza de Álvaro y respondió a su pregunta sin formular, mientras se secaba las lágrimas.

-Ya no está. Lo hemos vendido.

Álvaro la miró extrañado. El cuadro era el único recuerdo familiar que tenía consigo Alicia. Se lo había legado su padre, cuando volvieron de Francia, a la vuelta del exilio. Había estado colgado en casa de sus tíos, y ella estaba confiada en que el valor material del cuadro era nulo, como dijo un su día un tasador a su tía Regina cuando ella quiso venderlo a su llegada a Madrid, para obtener el dinero necesario para su matrícula en la Universidad, dinero que no quiso darle su tía.

Alicia le quiso contar por su propia boca una cosa que tarde o temprano sabría. Esa noche era noche de sincerarse y no quería ocultarle nada, aunque no sabía cómo empezar un asunto tan delicado y que con toda seguridad iba a añadir más preocupaciones a Álvaro.


-Álvaro, hemos vendido el cuadro. Hacía falta el dinero. Fue toda una sorpresa. ¿te acuerdas cuando te conté que no valía? Pues verás, lo llevamos al Monte de Piedad, y casualmente el tasador nos dijo que era muy valioso. Nos recomendó que lo vendiéramos en otro sitio e incluso nos habló de compradores interesados en arte. Uno de ellos se interesó por el cuadro y nos pagó un poco más de lo que nos hubieran dado en la casa de empeños. Tu madre quiso hipotecar la casa, pero para qué, si estaba el cuadro…..

Alicia le contó a Álvaro, de la manera más suave que pudo, que había sido suspendido de empleo y sueldo, que el dinero se estaba acabando, y que su futuro en esos momentos era muy precario. Que los parientes tampoco estaban para muchas alegrías y que Doña Marcela había querido hipotecar la casa para pagar la fianza de Álvaro, pero ella no le dejó al acordarse del cuadro.

-Podemos intentarlo- le dijo a su suegra- no tenemos nada que perder.
-También podemos vender el coche- contestó ella.
Doña Marcela se refería al flamante Peugeot 203,  reciente adquisición de su hijo, poco después de haber ganado la cátedra. Pero Alicia quiso vender el cuadro. Le pareció lo más prescindible en esos momentos.

Ahora hablaba él.
-Alicia, era de tu padre…-Álvaro cogió a Alicia de las dos manos cuando vio que a su mujer se le humedecían lo ojos- lo recuperaremos, te lo prometo. Daré con él y se lo recompraré. Te prometo que….

–No- Alicia sacudió la cabeza con vehemencia, poniendo su frente en sus labios. Álvaro, ese cuadro me lo dejó mi padre para cuando me hiciera falta y pasara algún apuro. Y así ha sido. Ahora estás tú aquí. Mi padre quería que fuese feliz, no que me quedara con el cuadro.
-Cariño, te doy mi palabra de que lo recuperaremos.
-No… no, Álvaro. No quiero saber nada más del cuadro. Ahora estás tú aquí…… No quiero que te pase nada.

Alicia le abrazó como si se le fuera a escurrir, como si el hecho de recuperar el cuadro fuese moneda de cambio que le hiciese perder de nuevo a su marido.
-No hables más del cuadro. No lo echo de menos para nada.

Mientras la abrazaba, Álvaro comprendió que Alicia, simbólicamente, al desprenderse del cuadro, estaba dejando en el suelo el fardo de su pasado, para seguir avanzando libre de lastre, sin mirar atrás. No le volvió a insistir más. Le acarició la cara y se besaron.

Ahora se miraban a los ojos. Llegaba el momento de poner el resto de la baraja sobre el tapete y ambos lo sabían. Tenían miedo de decir algo inoportuno o que pudiera herir al otro. Alicia todavía recordaba la última noche de Álvaro en el dormitorio, la primera noche que durmieron separados, y lo que les había pesado a ambos. Fue Álvaro el primero en hablar.
-Es hora de ir a la cama.
-Si –ella bajó la mirada- ¿Qué vas a hacer? Te vienes…

En ese momento, volvieron a hablar los dos a la vez.
-Solo si tu quieres..
-No deseo otra cosa…..
-Alicia- Álvaro la volvió a atraer hacia sí para volver a abrazarla- ojala no me hubiese ido nunca.



Tras unos momentos, Alicia y Álvaro se dirigieron al dormitorio cogidos de la cintura. Los dos estaban con las emociones a flor de piel. Las últimas semanas habían sido muy intensas y ninguno de los dos parecía el mismo. Muy despacio, Álvaro entró en el dormitorio con Alicia cogida de su mano.

Alicia recordaba el estremecimiento que vio en su marido cuando éste se metió en la cama y sintió la el roce de las sábanas en su cuerpo, mientras se arrebujaba ellas. Después de la humedad de la celda, el calor de las mantas de su cama era una sensación que Álvaro nunca olvidaría. A su lado, Alicia le pasó la mano por el pecho, mientras él cerraba los ojos. El tiempo se dilataba mientras él procesaba todo.

Alicia le habló.
-Te he echado mucho de menos aquí, a mi lado. Desde la primera noche que … que te fuiste.
Él también había extrañado su vacío en la cama.
-Alicia….. no volveré a … no me volveré a ir. Te doy mi palabra.

Álvaro le hablaba con los ojos cerrados. Tumbado en la cama, abrazado a su mujer, estaba empezando a inquietarse, con desasosiego. Sin saber por qué, Alicia intuyó que Álvaro traía de la cárcel algo más que humedad y frío, cuando él, volviendo la cara en la almohada para taparse los ojos, le dijo:

-Alicia, … la luz…. apaga esa luz, por lo que más quieras.

Extrañada, Alicia obedeció.

A oscuras, con tan solo la luz que se filtraba por las rendijas de los postigos de la ventana, Álvaro se iba tranquilizando mientras Alicia le acariciaba la cara. No fue hasta varias semanas después cuando en una larga noche de confidencias, Alicia supo el porqué Álvaro no podía entrar en la cama con la luz encendida. En esa larga noche, con los acontecimientos más distantes, ambos tuvieron la suficiente perspectiva para terminar de sacar todo lo que llevaban dentro, y conocer por la boca del otro los detalles del calvario mutuo que habían pasado, cada uno en un sitio. No fue hasta entonces cuando Álvaro pudo entrar en su dormitorio con la luz encendida. Ambos recordarían siempre esa noche por ese detalle de la luz, y porque esa noche fue cuando concibieron a su primera hija.

Ahora Alicia le besó.
-Álvaro…
-Alicia, yo ….. llevo mucho tiempo en la celda, estoy enfermo…y sin fuerzas… yo …
Alicia se le apretó al pecho, sonriendo ante la ocurrencia de su marido. Como si eso fuera lo que más le importara a ella en ese momento.
-No te preocupes, mi amor ….. te pondrás bien. Ahora solo quiero que me abraces fuerte. Además…-Alicia se detuvo. Bajó la mirada para decirle- todavía es pronto para mí también.

Alicia y Álvaro se miraron a los ojos y se abrazaron aún más, mientras entrelazaban sus piernas.

En la calle, el sereno pasaba dando bastonazos contra el suelo, bastonazos que ni siquiera oyeron.
Poco a poco, la pareja se reencontraba bajo las sabanas.


Fin del Capítulo 14.
Continuará….

Fotos:
Capturas de Fanálvaro.
http://www.museodelprado.es/typo3temp/pics/232e5b1675.jpg





******************************************************
******************************************************
******************************************************


Capítulo 15

Madrid, Plaza de los Frutos.
Dos tardes después. Abril de 1951.



-¡¡Marcelinooo!!
Manolita terminaba de recoger la cocina y se secaba las manos en su delantal.

-¿Pero dónde se habrá metido este hombre?
-¿Pero qué pasa, nuera, que se te oyen los gorgoritos zarzueleros desde el fondo de la ………
-Ay, Pelayo, pero dónde está Marcelino, que hace ya dos horas que salió a sacar la basura.
-Bueno, mujer, dos horas, lo que se dice dos horas..Salió hace un rato y sí, ya debería estar aquí. Se habrá entretenido por el camino o se habrá metido a ver un partido de fútbol, que ya sabes que tu señor esposo es muy aficionao a la cosa balompédica.

-Ay, suegro, no me tome el pelo que no estoy para bromas- Manolita hizo un aspaviento- sabe que hoy precisamente no podemos entretenernos, que tenemos que pasar a recoger a las niñas a casa de Doña Gertrudis. La buena mujer me dijo que hoy quería irse pronto.
-Bueno mujer, pues si no viene hoy vendrá mañana, que no se ha ido tan lejos. Estará ordenando los cubos por orden alfabético, mujer…
Manolita se metió dentro de la cocina, mientras la puerta del Asturiano se abría.

-¡Hombre! ¡Hablando del rey de Roma..!
-Padre..
-Ea, vamos, hijo, vamos, que tienes a tu mujer contenta esta tarde.
-Padre, escuche, que yo no he hecho ná…
-Si ya lo sé que no has hecho ná, hijo, pero eso díselo a tu Manuela, que está reloj en mano contándote los minutos que llevas tapando y destapando los cubos de basura. Vamos, anda, que ya es hora de cerrar..
-Padre, escuche un momento..

-¡¡Marcelino!!- Manolita bramaba desde la cocina.
-Venga, hijo, que nos vamos..
-Padre, escuche, que hay ratas otra vez, coñe..

Pelayo se quedó parado en el tranco de la puerta.
-¿Cómo?
-Que sí, padre, en la basura, que otra vez se la están comiendo las ratas, que otra vez…
-Calla, hijo, y baja la voz, que como te oiga tu mujer mentar a esos animalejos la liamos parda- Pelayo cogió a Marcelino por la manga y se lo llevó al rincón.

-Pero vamos a ver. ¿Tú estás seguro que son ratas? Mira que yo busco rincones todas las semanas, y no he visto nada en las esquinas, ni una mala cagada, vamos. Que la Manuela tiene la taberna como una patena, de limpia y bruñida.
-Padre, por estas, que volvemos a tener ratas. ¿Por qué se cree que he tardado?
-Mira, hijo, voy a salir contigo y me dices dónde están las ratas, porque como tengamos otra vez la del año pasado… ¡Manuela! ¡Que voy fuera a ayudar a Marcelino con la basura!
-¡Que nos tenemos que iiiir!- otra vez Manolita.
-Si, mujer, no tardamos nada. Venga, hijo, vamos fuera, vamos…

Pelayo empujó a Marcelino fuera del Asturiano, antes de que a su nuera no le diera tiempo a reaccionar, y cogió el escobón.
-Nunca está de más el armamento balístico-artificiero, que no sabemos el monstruo que nos vamos a encontrar a estas horas.
-Padre, no se ría.
-Pero hijo, ¿tú las has visto? Con tus ojos, me refiero, con sus cuatro patitas, el rabo y las orejas.
-Padre, verlas, lo que se dice verlas, pos no, pero seguro que son ratas. ¿Quién si no va a comerse la basura? Mire, mírelo usté mismo…

Marcelino y Pelayo llegaban al lugar donde Marce había depositado los cubos. En efecto, tras abrir la tapadera, vieron que faltaba una parte de la basura.
-¡Ahí lo tiene, padre! ¡Mire! ¡Acaba de venir una rata! Los cantos de pan, que estaban aquí mismamente, puestos en lo alto de tó, ahora han desaparecido.

Pelayo inspeccionó el cubo. Miró la tapa, limpia, limpísima, a pesar de ser basura, como todo lo del Asturiano. Miró el suelo de alrededor, que tampoco tenía un mal resto esparcido. Y luego miró a su hijo con cara de incrédulo.
-¡Padre! Ya lo vé usté. Hay que hacer algo antes de que la plaga se nos meta.
Pelayo sacudió la cabeza, y miró a su alrededor. No se veía a nadie más en la Plaza, pero tenía la sensación de que no estaban solos.

-Ay, hijo mío….. Aquí no hay más ratas que los que desgastan los colmillos royendo bajo la sombra del chaparro que habita en las habitaciones del Pardo.
-¿….?
-Que sí, hijo, que sí. Vamos a ver… ¿cuántas ratas has visto tú que levanten la tapa a un cubo, cojan lo que necesiten, y luego vuelvan a poner la tapa, civilizadamente, sin dejar ningún resto alrededor? Vamos… como si no quisieran dejar huella y que no se enterase nadie… menudas ratas más educadas que tenemos en la Plaza.

Marcelino seguía pensativo.
-¿Y si no son ratas, entonces quién es?
-Mira, hijo, aquí, en la finca de Franco, y a pesar de toda la pompa y el boato que nos quieren meter por los ojos en el NODO, sigue habiendo más hambre y más miseria que cuando terminó la guerra.
Padre e hijo se sentaron en el banco de la Plaza. Pelayo se había puesto serio y circunspecto.

-¿Tú sabes esa historia del sabio que se quejaba de lo pobre que era, porque sólo tenía hierbas del campo para comer? Y que al volver la vista atrás, vio a otro más pobre que él, que iba recogiendo las hierbas que el primero había desechado.
Marcelino asintió.

-Pues mira que Manuela es una mujer ahorradora, que no desperdicia nada y saca sustancia hasta de los huesos del caldo, hijo, pero tú sabes que hay cosas que no le podemos servir a la gente, y restos de comida hay en todas las parroquias….. Y ahora resulta que estas cosas que para nosotros son inmundicias incomibles, están siendo un manjar para una criatura que pisa el mismo suelo que nosotros.

Pelayo se quedó mirando al suelo, recordando cosas pasadas. Se le vinieron a la cabeza Simón y Pascual, cuando aparecieron por su taberna muertos de hambre, recién salidos de la cárcel y sin medios para ganarse la vida. Gracias a la confianza y solidaridad de los vecinos, pudieron salir adelante, aunque no sin dificultades.

-Estas cosas que acabamos de tirar, están matando el hambre de una criatura que por vergüenza, por falta de parné, o por ambas cosas a la vez, no quiere perder el poco de dignidad que todavía tiene para venir a pedirnos por caridad a nuestra barra un bocadillo de chorizo.

-¿Entonces no son ratas, padre?
-Ay, hijo. Aquí no hay más ratas que los solapas del Régimen, que consienten que estas cosas sigan pasando mientras ellos lucen sus pompas y oropeles. Porque algo me dice que esta criatura que tú has confundido con una rata, no es un ladrón, ni un delincuente peligroso, ni nada de nada, sino solo alguien que tiene el estómago vacío, y tiene miedo de que le vean por ahí y se lo lleven detenido los guardias, por vago, y por maleante. Es más, Marcelino, me da a mí que no anda muy lejos, y que le hemos interrumpido en la tarea de proveerse el sustento con nuestros desperdicios.

Marcelino miró de reojo a su alrededor.
-Anda, vámonos dentro antes de que a nuestra Manuela se le calienten más los cascos, que esta mujer ya está oliendo a pegao. Y de esto ni media palabra.
-Seré una tumba, padre.

Pelayo y Marcelino entraron en el Asturiano, para terminar de cerrarlo. Antes de desaparecer por la puerta, Pelayo no pudo evitar quedarse mirando a la Plaza, en espera de ver aparecer a alguien.
-(Todavía está a tiempo de que le demos un bocadillo de queso, si es que aparece)- pensó.

Agazapado en un portal, con cuidado que no le viesen los serenos, alguien les estaba observando.

Pelayo no se había equivocado en sus predicciones. Alguien con el estómago vacío, estaba aguardando a que la Plaza se quedara desierta para poder siquiera conseguir unos desperdicios de los cubos sin que le vieran.

Alguien que acababa de salir de la cárcel.

Fin del Capítulo.
Continuará…

Fotos:
http://www.rtve.es/resources/jpg/6/0/1215699093906.jpg

**************************************
**************************************
**************************************







68 comentarios:

Maria dijo...

CAPÍTULO 11.

ESpero que os guste.

Azalea dijo...

Estremecedor,María te superas en cada capítulo.Pintas la negrura de la celda,el miedo,la desesperanza...da gusto leerte aunque sea tan tan triste.
Solo un reproche,¿podían los presos llevar alianza y cordones en los zapatos?Nimiedades para lo perfecto de la narración.

Roser dijo...

Fantástico María. Buahhh!!!
Suerte que ya sabía que no le iban a matar y estaba esperando que sucedira algo.
Una curiosidad: cuando dices lo de que ve alicia en la cama con una criatura al lado, supongo que forma parte del sueño, no?



















licia

clavemas dijo...

Atrapante!! Excelente descripción del infierno carceril y gran recurso narrativo el de la pesadilla. Pero lo preocupante son los 34 días que lleva en ese antro infecto!!!TE LO SUPLICO, QUÍTALE DE ALLÍ!!!!!

Slayer is watching dijo...

Uff, qué mal lo he pasado... esto ha sido como un "Tuto o Muete", pero sin saber que estábamos jugando a eso. Impresionante la tensión a la que sometes (no sólo a Álvaro) sino al lector... y yo soy fernandista, no me imagino lo que una alvarista sentirá!!!
Gracias por ese trinuto a Fernando, buscando un cielo al que mirar en los últimos segundos de su vida, me ha parecio muy emotivo.
Está genial!! Como viene siendo habitual.

Isabel dijo...

Genial María, nos tienes el corazón en un puño, que sufrimiento y eso que sabíamos que su vida no terminaba ahí, muy bien narrado mantienes a todos en una tensión tremenda. Gracias por tan magnífico relato.

Maria dijo...

ERes muy observadora, Fanálvaro.
Lo que ha visto Álvaro no ha sido solo el pasado. LAs últimas imágenes han sido premociones.

Gracias por vuestras palabras!
Saldrá.Ya queda menos.

Sacha dijo...

MERY, AAAAhhh. COÑ.. que mal lo he pasado, DIOS, menos mal que era una pesadilla. que sino el cadaver eres, tú.

MUY BUENO, Y ME HA PARECIDO A LA VEZ TIERNO, ME IMAGINO TODO, COMO LO RELATAS POR CONOCER UN POCO AL FINAL DE SU CIERRE ESOS LARES.

Gracias por estos momentos inolvidables, sugiero YA, su regreso a casaaaaa. PORFA

ainhoa dijo...

María, escalofriante el sueño de Álvaro, muy bien narrado el miedo que se debe sentir en una situación tan horrible como esa. La alusión a Fernando, muy emotiva, me pega todo en un personaje tan humano y sensible como Álvaro.

pipi dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
pipi dijo...

MARÍA ¡QUIERO MÁS!ME ENCANTA EL RITMO QUE HA COGIDO LA TRAMA,PERO PORFA,SÁCAME AL PROFE DE PENAS .MUAC

Unknown dijo...

Vaya María, se mascaba literalmente la tensión, el miedo y el horror en esa pesadilla..., en fin, seguimos en Carabanchel, menos mal que allí y no muertos, menos mal que solo de pesadillas. Espero que mejore su suerte por que, me parece a mí que es un poquito demasiao ya, tanto tiempo incomunicado ¿no?

Un besote supergordos

isabelmerino dijo...

María,la pesadilla que tiene Alvaro me parece tan real que por un momento creí que le fusilaban de verdad, ya ni recordaba que el murió ya mayor y cuando lo recordé pensé que había quedado herido pero no muerto y que milagrosamente se salvó. Eres una gran narradora, atrapas al lector y uno quiere saber más y más de lo que pasó, por favor, ilumina nuestro desconocimiento ¡ya!, estoy deseando que Alvaro salga de Carabanchel y que se reúna con su familia.Me has hecho sufrir cantidá.

Maria dijo...

CAPÍTULO 12.

clavemas dijo...

Excelentes recursos descriptivos! me he sentido caminando por tan lúgubres pasillos.

Qué maestría tienes para crear suspense!!!

Estupendo este capítulo, hasta he respirado hondo también!!!

Gracias, una vez más.

Sacha dijo...

MARÍA, TERMINO DE LEER,este maravilloso relato, pero me he quedado con las ganas de más,,COMO SE TE OCURRE DEJARNOS ASÍ.???????, con la miel en los labios.

No tardes mucho en el 13, tengo ganas de saber que pasa entre la pareja.
FELICIDADES..

Fanalvaro dijo...

AL FINNNN!!!
Fantástico María, mientras lo leía iba viéndolo todo, está muy bien descrito. Sentimientos, ambiente. olores, sensaciones, temores...
Y al fin Alicia, ya nos tienes a tod@s esperando el 13 con ganas del abrazo, porque supongo que lo habrá, no?

ainhoa dijo...

Te iba a decir lo mismito que Sacha, ¿cómo nos dejas así???

Bueno,después de toda la pesadilla espero que les tengas preparado un reencuentro igual de emocionante pero en positivo, claro. Imagino que la estancia de Álvaro en esa celda de castigo era con fin de que saliera suficientemente acoj....ado, es así?

Por lo demás, muy bien relatado María, te felicito una vez mas.

Un grupo de Alvaristas dijo...

María,

Agradecemos tu contestación a nuestro comentario de fecha 1 de Marzo, fue para nosotras una grata sorpresa y te felicitamos por este capítulo tan deseado, la libertad de Alvaro, excelente la descripción de todo el relato.

La historia está en tus manos y nos dejamos sorprender pero esperamos con impaciencia el próximo capítulo.

Saludos

Azalea dijo...

Vaya MARIA,al fin lo sacaste de la cárcel.De alguna manera su estancia allí supongo que unirá a los esposos,y Alicia valorará a Álvaro y sobre todo lo que supondría para ella su ausencia.
Perfectas la descripción y el tono del capítulo como siempre,es un placer leerte pero,¿podrías hacerlos un poco más largos,porfa?Nos dejas con la miel en los labios,aunque supongo que de eso se trata.

Maria dijo...

Si, Azalea, es como lo dices.

Veo que todas quereis capitulos mas largos, pero ya ocupan 4-5 paginas de word cada uno, jaja!!
Son 'pequeños testamentos'.

GRacias a todas por vuestras palabras!

isabelmerino dijo...

MARIA, que bien describes el ambiente carcelario, los largos pasillos, el sonido de las botas de los guardias, el silencio de los presos, el temor de éstos ante la prepotencia y el poder que ostentan los funcionarios de las cárceles, todo encoge el corazón.Imagino a Alvaro más delgado, demacrado y con el sufrimiento reflejado en su rostro. Menos mal que ya ha salido de la cárcel.
María, que Alicia le compense el tiempo que ha pasado en la cárcel con verdadero amor y ternura, Alvaro lo necesita más que nunca para poder olvidar tan triste estancia.

apm dijo...

María, muy bien, muy pero que muy bien este capi, todo muy bien descrito, y con un final de vértigo... pero ¿como puedes dejarnos ahí, con era Alicia?, sí, ya sé que los capítulos en algún sitio se tienen que terminar pero... ahora estamos tod@s con la tesnsión del que pasará en el 13.
Por fa, que el reencuentro sea benévolo y bonito, !total María, que te cuesta... que sea bonito, por fa!.
A mí este capítulo me ha gustado mucho, sobretodo porque ya por fín dejamos Carabanchel, que ya era hora por dios.
Me uno a las peticiones anteriores de que ese 13 salga rapidito

Un besote de los gordos

Slayer is watching dijo...

A ver qué pasa tras la liberación... Y que ocurre en la universidad.

Genial, pero eso de dejarnos tan en ascuas...

pipi dijo...

María ¡Preciosa descripción de la salida de una pesadilla! me tienes el alma en vilo así que porfa sigue....rapidito...

Isabel dijo...

María que bien que por fin lo has sacado de la carcel aunque supongo que aún no habrán terminado sus desdichas, pero nos has dejado sin encuentro, cuanto te gusta el suspense te estás pareciendo a Hitchcok,(no sé si se escribe así, magnífica la descripción del transito por los pasillos tal parecía que estuviese allí. Por favor no nos hagas esperar mucho por el 13.

Maria dijo...

CAPÍTULO 13.

Sacha dijo...

MARIA, No tengo palabras, cuanta ternura, expresada,,PERO QUERÍA MÁS, SE ME HA HECHO MUY CORTAAAA

GRACIAS POR ESTE BELLO RELATO.

clavemas dijo...

María, qué buen relato! cuánta ternura, los he visto, leyéndote. Logras crear el ambiente propicio para que los sentimientos afloren. Excelente!! PERO CON GUSTO A POCOO!!

apm dijo...

!Bien María!... ya por fin están juntos: ahora a reponerse con fuerzas ambos dos tanto el cuerpo como el alma, lástimica que se haya acabado tan pronto este capítulo 13, así que ya estoy esperando impaciente el 14.
Me ha encantao María, me ha encantao este reencuentro, y que se quedara la cárcel ya por fin atrás.

Un besote enormísimo

Fanalvaro. dijo...

PRECIOSO MARÍA!!!

Buahhh!!!
Qué bien imaginados, y reflejados, los intensos sentimientos, pensamientos, gestos y expresiones.
Qué texto más poético! Más romántico!
Ainsss....

Me ha encantado, de verdad, GRACIAS por esta impresionante compensación a todo lo que nos has hecho padecer con Álvaro en la cárcel.

Sólo espero que no vuelvas a separarles...

Isabel dijo...

Que alegría me he llevado esta mañana con la continuación de la historia, que bueno el capitulo, cuanta ternura en ese reencuentro, nos ha compensado de todo lo que nos has hecho padecer cuando "estábamos" en la carcel, pues no creo equivocarme si digo que lo relatas tan bien que parecía que estuviésemos en la carcel con Alvaro. Gracias por sacarlo y por este magnífico capítulo.

Maria dijo...

GRacias a todas por vuestras palabras!

elenapita dijo...

maria, maravilloso relato, te esta quedando de cine, ojala los guionistas de diagonal tomaran nota para continuar la historia de nuestra pareja favorita

ainhoa dijo...

María, consigues en cada capítulo que me imagine las escenas y me recree luego en ellas. Por eso este del reencuentro, después de la cárcel y de lo que les distanció, me gusta especialmente.Ya estoy deseando que llegue el próximo!!

Slayer is watching dijo...

Lágrimas silenciosas, bombillas encendidas... nada que nos va torturar a los personajes, está visto!
Por cierto ¿me equivoco o te has documentado para esas señas de carretera de Extremadura o Puente de Segovia? Madre mía qué control, me parece alucinante...
Enhorabuena, los silencios de tus personajes son elocuentes.
Un abrazo, María!!

Un grupo de Alvaristas dijo...

María,

Magnífica la descripción de este capítulo; nos ha encantado la nobleza de ambos al pedirse perdón, esperamos que Alicia se de cuenta de la generosidad de Alvaro y del precio tan alto que está pagando por su amor; también esperamos que Alicia sea consecuente con sus sentimientos y se lo demuestre, sin reproches, independientemente de lo que la vida les depare (bueno la vida no, el destino que eres tu; por favor, no seas muy dura con ellos...)

De nuevo esperamos impacientes el próximo capítulo.

Gracias

Saludos
Un grupo de Alvaristas

pitirrusqui dijo...

¡Muy bonitos los arrumacos en el asiento trasero!.....Espero lleguemos pronto a casa,porque esto se está poniendo muy requetebonito María......¡Me gusta mucho el suspense que le das al personaje periodísta!.....

Maria dijo...

CAPÍTULO 14 ;)

Maria dijo...

DEDICADO A CLAVEMAS, QUE SE QUEJABA DE QUE LOS CAPÍTULOS ERAN CORTOS.

Fanalvaro dijo...

Bravo María, bravoooo!!!

Me ha encantado todo lo que van haciendo cuando llegan y luego cuando se quedan a solas...ainssss!
Es tan creíble y todos los detalles tan bien descritos que parece real.

Muchas gracias!!!

clavemas dijo...

GRACIAS!!! María, por la dedicatoria y por el capitulo más largo, muchas gracias, je je, Me he quedado muuy satisfecha por los acontecimientos que relatas. Lo has bordado, jamía! lo he leído y releído dos veces más!! con eso te digo todo. Vamos volviendo a la vida de la pareja y eso me emociona y mucho.

Enhorabuena, por tu fértil imaginacíón, por lo bien contada que está la historia, por los detalles necesarios y por como has retomado sus respectivas personalidades y las vas desarrollando en perfecta armonía con los acontecimientos.
Felicidades!!!

ainhoa dijo...

María, precioso capítulo,largo y precioso, no sé ni qué decirte porque me ha encantado todo él, cómo has descrito ese reencuentro, las emociones de los dos, la confianza de Álvaro recobrada, la incertidumbre ante un futuro sombrío pero juntos de nuevo...,pónte un SOBRESALIENTE, te ha quedado redondo de verdad.

Sacha dijo...

MARIA, que bello te ha salido este capitulo, me ha gustado mucho, te felicito, por darnos estos momentos de ternura en una pareja que nos cautivo. GRACIAS.

pitirrusqui dijo...

María ¡Qué cantidad de sensaciones,de la vida cotidiana,tan bien narradas,tan vivas que las siento yo también al leerlas!Tu ya sabes lo que espero.... y veo que la cosa va por buen camino porque te está quedando muy completo el armazón de tu bella historia.Un beso

elenapita dijo...

meria genial de verdad que esta maravilloso

Anónimo dijo...

mariarm

Felicidades, Maria.
Recién me he puesto al día y me encanta todo lo que has escrito. El capítulo 13 te quedó sobrio, justo en su medida . Eso de "apuntalándose mutuamente" o "el olor a madera del cajón" del 14 , la delicadeza con que ambos miden sus palabras... todo es genial. Ni que decir tiene el cúmulo de sensaciones que hago mías al leer el relato. Está muy bien y me encanta.

La trama es perfecta, los personajes bien dibujados -al milímetro- y eso sí, de tanto saborearlos,los capítulos se hacen cortos.
Enhorabuena.
Un abrazo.

Maria dijo...

MARIARM- me alegro muchísimo de verte!!! Aunque veo que tú tambien me dices que los capítulos son cortos, jaja, el próximo te lo dedicaré a tí.
ME alegro que te guste, y que aparezcas por aquí.

GRacias a todas por vuestras palabras!

Azalea dijo...

Gracias MARIA por tu relato,cada nuevo capítulo me gusta más.Éste te ha quedado redondo,las descripciones,las sensaciones todo es estupendo.La sensaciones del calor me han encantado,y la pareja al fin junta,unida y con una ternura nueva que no pudimos ver en la serie.Chapeau,y a mí también se me hacen cortos,de lo bien que describes todo.

apm dijo...

!Ay que bonitooooo!, pero que bonito Maria, precioso y magnífico este capítulo 14, está todo él lleno de emoción, de sensaciones, de sentimientos... perfectamente descrito todo, tanto, que se puede visualizar mientras lo vas leyendo, ya lo creo que sí. Me ha encantado Maria, más que eso, me ha superencantado, tanto, que lo he vuelto a leer... !bravo!, !bravísimo!
Enhorabuena, de verdad, lo has bordao: genial!!!

Muchísimas gracias, he disfrutado de lo lindo leyéndote... de lo lindo

Un besote, desde luego, de los gordísimos

Isabel dijo...

MARIA - ¡Qué maravilla de capítulo, que bonita la descripción del calor que iba sintiendo Alvaro en su casa y que bien descritos todos los detalles, que tierna descripción de la conversación tando en el sofá como en la cama, en fin magnífico y a pesar de que éste es algo más largo se ma ha hecho aún más corto que los anteriores pues te superas en cada uno. Gracias por esta estupenda historia.

Un grupo de Alvaristas dijo...

María,

Excelente la narración de la vuelta a casa, está tan bien descrita que parecía que lo estábamos viendo. Nos encantó la buena sintonía del matrimonio y la actitud de Alicia nos gustó mucho, es la que hubiésemos deseado ver en la "serie.

Muchas veces nos hemos preguntado sobre el cuadro del Taller de Veronés, porque en la "Tercera Temporada" no se volvió a saber más y justo lo has sacado en este capítulo, se ve que cuidas cada detalle.

Gracias por dedicarnos tu tiempo, pero como verás, no cae en saco roto.

Estamos deseando ver la continuación.

Saludos
Un grupo de Alvaristas

Un grupo de Alvaristas dijo...

María,

Te rogamos anules nuestro comentario nr. 53, que por error aparece duplicado.

Gracias y estamos a la espera del nuevo capítulo.


Saludos
Un grupo de Alvaristas

Maria dijo...

No tiene importancia, ya está suprimido. DE vez en cuando internet hace esto.

GRacias a todas por vuestras palabras.

Maria dijo...

CAPÍTULO 15.

No me he podido resistir a incluir una escena en la Plaza.
Disfrutad!

Fanalvaro. dijo...

JA JA JA María!!!
Por un momento he pensado que nos estabas poniendo a los Iniesta en situación límite, pero luego me he acordado de algo... menos mal.

El diálogo lo has bordao chica, como si les estuviese viendo en la tele, je je je!!!

ainhoa dijo...

Qué bueno!!, los del Asturiano no podían faltar!!!, ahora tu relato sí que es AETR en estado puro,jajaja, te juro que me ha parecido tal como si estuviera viendo la escena por la tele, genial María.

Azalea dijo...

Los del Asturiano en vivo ,los calcas y por otra parte no podían faltar. Pero tengo ganas de ver qué sucede con la pareja.
Como siempre,estupendo el capi,gracias MARÍA.

Sacha dijo...

Genial Maria, parecía oir a PELAYO, diciendo todo a su hijo, otra vez haz logrado que se entre en la historia y se sienta viva. MUY BIEN.

Isabel dijo...

MAria, parcía que estuviese viendo a Pelayo, Manolita y Marcelino, y supongo quien puede ser el que acaba de salir de la cárcel, te ha quedado perfecto el dialogo entre padre e hijo.

Slayer is watching dijo...

Pobre Francisco...
Por cierto, increíblemete relatado, les estaba viendo a Marcelino y a Pelyao hablando en la plaza. Genial.

elenapita dijo...

esta genial de verdad

Un grupo de Alvaristas dijo...

María,

¡Genial, fabuloso, perfecto...! y añadiríamos unos cuantos calificativos más; nos has sorprendido, la conversación entre Pelayo, Marcelino y Manolita al fondo no ha podido ser mejor.

Muchas gracias.

Estamos deseando ver la continuación de la historia de Alicia y Alvaro.

Saludos
Un grupo de Alvaristas

purivilla dijo...

MUY BIEN mARÍA, ESCRITO COMO SIEMPRE MUY BIEN, espero que nos muestres pronto a la parejita en el plan que tu ya sabes, caramba que eres peor que los propios guionistas y nos dejas con la miel en los labios .

apm dijo...

María... !que genial!, divertidísimo este capítulo, con esos diálogos de auténtico lujo, que, como te lean los de la tele te contratan ipso facto de guionista !anda que no!, me ha encantao María.
Me ha encantao, eres genial chiquilla, absolutamente genial, te lo aseguro.

Un besote de los enormísimooossss

purivilla dijo...

MUY BIEN MARÍA, TE VEO MÁS POSITIVA HIJA, NO SEAS MALA Y DEVUELVE LA CÁTEDRA AL BELLO QUE TENGAN PA COMER PORFA .

Isabel dijo...

MARIA, qué alegría me he llevado esta mañana cuando he entrado y he visto puesto el capítulo 16, me ha gustado muchísimo, Alvaro ha estado rápido de reflejos para salvar a su amigo Francisco de los guardias sino termina de nuevo en el calabozo, muy bien relatado como siempre.

Fanalvaro dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.