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Primera página del relato

AVISO- En el archivo de JULIO he puesto un post de CRONOLOGÍA. En él se hace el resumen de personajes y fechas ordenadas, para poder seguir mejor la historia.

Capítulo 38



Capítulo 38.
Madrid, 1.959. Cárcel de Yeserías.



-Alicia, por favor…
Matilde, la prima de Alicia, le hablaba en la sala de visitas. Más avejentada que su prima, pese a ser ambas casi de la misma edad, el paso por prisión había dejado su huella en el dulce rostro de Mati.
-Hace mucho que no sé nada de mi madre.



A  pesar de las buenas noticias de los últimos días sobre su condena,  Mati estaba preocupada.  Tal y como predijo Álvaro, y a instancias del recurso planteado por Alicia, el caso de Matilde Roldán fue revisado. Habían pasado ya cuatro años, el ambiente jurídico cambiaba de caras y  el nuevo fiscal no tenía ningún compromiso con nadie, ni el ojo implacable de los medios de comunicación siguiendo todos sus movimientos, como pasó en su día con el proceso anterior. La condena de Mati se redujo considerablemente: de cadena perpetua a doce años de prisión. Aún así, y a pesar de la alegría de Alicia, a Mati se le hacía una eternidad esos doce años que iba a pasar sin tener otras perspectivas que imaginarse cómo sería la vida tras  aquellos muros. 

Pero no era eso lo que Mati tenía ahora en la cabeza. La ausencia de su madre en las últimas semanas la llenaba de zozobra. En los últimos dieciséis días, la cola de la cárcel no se había visto honrada con la presencia de Doña Regina Caballero, madre de Matilde y tía carnal  de Alicia.
-Hace ya tres semanas que no la veo. Les pregunto a las compañeras, y ninguna me dice nada, han dejado de verla en la cola de visitas. Y es muy raro, Alicia. Sabes que mamá venía siempre que podía.

Alicia lo sabía. Tía Regina acudía todos los días a la puerta de la prisión, con la esperanza de poder ver a Mati, a quien le hacía llegar algunos alimentos, ropa, cartas… Al principio empezó a venir con su hermano Carlos, madre e hijo, los dos juntos. Carlos asistía a la conversación entre madre e hija, cada vez más  taciturno y callado. Pero hacía varias semanas, quizás meses, que Carlos había dejado de venir, y ante las preguntas de Mati, Regina siempre contestaba lo mismo: 

-Es que está en su nuevo trabajo, hija, y tiene unos turnos muy extraños. Dice que te dé recuerdos y que te  diga que se acuerda mucho de ti, y que…

Y Mati escuchaba a su madre y le respondía lo mismo, que recuerdos para su hermano, que tenía ganas de verlo. Pero extrañamente, los turnos de Carlos coincidían siempre con las visitas de Regina, y Mati no le había visto en varios semanas, no podía precisar cuántas, quizás muchas.

-¿Y tu hermano Carlos?- preguntó Alicia.
-Tampoco sé nada, Alicia. He dejado de verle hace ya mucho tiempo.
Alicia miró a su prima, extrañada.
-Es por los turnos de la fábrica donde trabaja, ¿sabes?

Alicia forzó una sonrisa y asintió mecánicamente, como una autómata. En realidad, la respuesta de Mati le sonaba a mentira piadosa de su madre para ocultarle por qué Carlos no venía a verla. Alicia estaba segura que no existía dicho trabajo ni dicha fábrica. Los Iniesta conocían las dificultades económicas de la familia carnal de Alicia, y se temía que la larga ausencia de Carlos se debiera a otros motivos menos prosaicos. Pero su prima estaba en la cárcel y Alicia se abstuvo de hacer ningún comentario inoportuno que hubiera acrecentado su congoja.

-Sigues sin hablarte con mamá, ¿verdad?
Alicia calló ante la pregunta directa de Mati. La relación de Alicia con su tía siempre había sido muy fría desde que ella vino de Francia y tuvo que quedarse a cargo de sus tíos tras la muerte de su padre. El choque de Alicia en el hogar de los Roldán fue brutal, y Alicia pasó por muchas dificultades para adaptarse a aquel ambiente. Las discusiones con sus tíos, defensores del Régimen a ultranza, por motivos políticos y personales, fueron la tónica dominante en aquella época. La misma mentalidad de su tía le hizo chocar mil y una veces con ella. Alicia recordaba lo que tuvo que batallar con su tía para que accediera a dejarla matricularse en la facultad de Derecho, pese a  ser la última voluntad de su padre. 

-Mati, a tu madre no la veo porque ella no quiere verme. Siento decirte esto, pero es la verdad. Aunque sí  te digo que no he perdido el contacto.

La modestia de Alicia evitó decirle a su prima que ella misma se ocupaba personalmente de hacer llegar una asignación mensual a la pensión donde se alojaban la tía Regina y el primo Carlos, con el fin de ayudarles económicamente. Cantidad suficiente para pagar la pensión y mantenerles decentemente. Pero su tía se lo agradeció muy fríamente. El orgullo le podía.
 
-¡Tía Regina!- paró una vez Alicia a su tía en los pasillos de la cárcel, una de las pocas veces en que ambas mujeres coincidieron. Regina hacía lo posible por evitar encontrarse con su sobrina e intentaba acudir en días distintos a los de las visitas de la abogada.
-Tía, ¿cómo están? ¿necesitan algo? ¿le llega la asignación? ¿cómo …?
-Si, Alicia, muchas gracias por todo. Estamos bien.


Y Alicia miraba alejarse a la mujer pasillo abajo con la mirada altiva y el porte de señora de bien venida a menos, que es incapaz de dar su brazo a torcer. Lo primero era el orgullo y la dignidad. Regina veía feliz a su sobrina con su familia, y veía en ella lo que no había podido tener para Mati.

“Bastante tiene ya con lo que tiene”, pensaba Alicia para consolarse ante la indiferencia de su tía. No es que le afectara, pero sí que le dolía no ver algo de humanidad para con ella en su rostro cada vez más hierático. Ni siquiera pudo comunicarle personalmente la noticia de la reducción de pena de Mati: sencillamente, no la pudo localizar.  Sus palabras le llegaron a través de su prima:
-Dice mi madre que te agradece todo lo que estás haciendo por nosotros.

Esa fue la única frase de agradecimiento que obtuvo Alicia de su tía en todos esos años, y hasta le pareció mucho.  Alicia pensó lo mucho que le había costado decirla, teniendo en cuenta lo  altiva que era su tía.
Ahora Mati le pedía un favor especial:
-Por favor, Alicia. Ya sé que no os habláis, y que para ti es muy difícil esto, pero necesito saber qué ha pasado con mi madre. Temo que no esté bien. Ni siquiera me llegan noticias suyas de las compañeras de la cola, y me resulta muy raro, porque…

-Está bien, Mati, no te preocupes. Localizaré a la tía y veré qué ocurre. A lo mejor es que le han denegado al permiso, no te preocupes. Yo me haré cargo. ¿Y Carlos?...

Alicia salió de la puerta de la prisión taciturna. La idea de visitar a su tía no le hacía gracia, pero haría lo posible por contentar a su prima Mati. Esa misma tarde fue a la pensión donde tenían las señas, para encontrarse con una sorpresa. El dueño de la pensión les miró extrañados cuando Álvaro y Alicia acudieron a preguntar por aquello inquilinos.

-No, aquí ya no viven.
-¿Cómo que ya no viven aquí? Pero si yo no tenía ninguna noticia.
-No sé, señora. Solo sé que se fueron hace varios meses.
-¿Está seguro de que son ellos?
-Claro que estoy seguro señora, la señora viuda, con su hijo… pero el hijo hace mucho que no viene, y…
-¿Y el dinero que yo mando todos los meses? No me lo puedo creer… ¡y no me han dicho nada…!
-Oiga señora, que aquí somos muy honrados. No les comunicamos nada por expreso deseo de la señora Caballero. El dinero que usted manda se lo hacemos llegar a otra dirección, siguiendo las instrucciones que nos dieron, y …

Alicia buscó en la otra dirección. Y en otra. Y en otra más. Y siempre se encontró con lo mismo:
-Ya no viven aquí. Sí, la recuerdo perfectamente, una señora viuda, estuvo un tiempo, pero luego se fue, y la última vez me dejó a deber dos semanas. Y….

Alicia cortó por lo sano en sus indagaciones y se dirigió a lo que conocía: hospitales y comisarías. En los hospitales no le dieron la razón de nadie, pero en una de las comisarías, y haciendo uso de su documentación del colegio oficial de abogados de Madrid, Alicia se encontró con la ficha de su primo:

“Altercados de orden público”… detenido por “vago y maleante”…. asuntos de juego, apuestas, rencillas…

Ay, Carlos, que estás haciendo”- pensaba mientras leía el ya abultado expediente de su primo-.  “Ni siquiera me has pedido ayuda a mí (¡maldito orgullo!). Con razón la tía se lo ocultaba a Mati…”
Después de mucho indagar, Alicia llegó junto a su marido a la última dirección que les habían dado. Álvaro quiso ir con ella, a pesar de que ella le dijo que no hacía falta.

-Si crees que vas a ir sola a ese sitio estás equivocada. ¿Sabes dónde te metes?
-Álvaro, por favor, que ya no soy una niña.
-Por eso mismo. Ni yo iría solo a esa calle. ¿Qué esperas encontrar allí? ¿Crees que te recibirán entusiasmados? 

Alicia calló. En el fondo sabía que Álvaro tenía razón, y de algún modo, le tranquilizaba su presencia junto a ella. Aunque llegó a dudar si la razón real de sus temores era adentrarse en aquel barrio de las afueras, o era enfrentarse cara a cara con su tía. Después de bregar con fiscales, jueces afines al Régimen, chorizos de poca monta, ladrones callejeros, y yonquis de medio pelo a quienes atendía en el turno de oficio, a Alicia aún le imponía la presencia de su tía juzgando todas sus acciones como un juez severo que nunca daba su aprobación.

Después de varias paradas de autobús y de una buena caminata a pie,  el destartalado edificio les surgió ante sus ojos. Si el interior era como la fachada,  aquel edificio tenía que ser la casa de los horrores.
-¡Dios mío…!



Alicia deseó que su tía no estuviera allí, aunque eso supusiera que la búsqueda aún no había terminado.
-¿QUIENNNN?

Una voz de vieja rasposa les llegó desde el otro lado de la puerta, al tocar la aldaba.
-Buenas tardes, señora….Venimos a preguntar por una señora que vive aquí.

Una  vieja desdentada  sin dientes les abrió. Alicia pensó al verla que le recordaba a la alcahueta de “La Celestina”, pero con más maldad por dentro. El pelo gris quedaba recogido en un moño tirante que le lamía la cara y le hacía parecer la piel más cetrina todavía. Las manos sarmentosas y deformes por la artrosis sujetaban el manojo de llaves, que toqueteaba compulsivamente mientras hablaba. Un gato blanco y negro miraba desde detrás de su dueña a los recién llegados.

-Sí, aquí vive- contestó la mujer con un quejido cuando Álvaro le facilitó el nombre. Está en la habitación de la buhardilla, ya saben el camino, todo hacia arriba. Yo llevo varios días sin verla, esa mujer es una informal. ¡Mucho figurar, mucho apellido, y luego son todas iguales, unas muertas de hambre!… Tres semanas me debe ya,  y ni siquiera ha bajado por aquí. Y la puerta la tiene cerrada a cal y canto. Sé que está allí porque la oigo toser todas las noches a la muy condenada. ¡No abre la puerta, pero ya saldrá, ya saldrá! Algún día se le acabará la comida, y tendrá que bajar por esta escalera, y entonces se las verá conmigo, la muy sinvergüenza….

Alicia subió a todo gas para perder de vista a aquella vieja desdentada que regentaba la pensión infecta. El hedor a orín de gato le iba penetrando en la nariz a medida que subía por la escalera desvencijada. Álvaro iba detrás.


-¿Por qué no nos dijo nada?- se preguntaba Alicia mientras subía por la escalera. No le cabía en la cabeza que su tía se hubiera marchado a pensiones cada vez más baratas y miserables, en un intento de ahorrar dinero-. La hubiéramos ayudado sin dudarlo.

Álvaro miraba todos aquellos rincones llenos de mugre, y se preguntaba que habrían vivido los Roldán para terminar en ese sitio.
-Las compañías… las malditas compañías…- murmuraba Alicia para sí al pensar en su primo Carlos y los expedientes suyos que había visto en comisaría. Las deudas de juego de su hijo, las rencillas y los ajustes de cuentas probablemente habían hecho a Regina caer en aquella situación, mientras Carlos seguía en paradero desconocido, seguramente endeudándose más.  Su madre no supo negarle nada, y en una espiral cada vez más grande de deudas, Regina había acabado en aquel antro de miseria.

  Los Iniesta llegaron al final de la escalera. Sólo había una puerta en el último piso. Alicia llamó con la mano sin obtener respuesta.

-¡Tia!- volvió a insistir.
-Tia Regina, soy Alicia. ¡Por favor, ábrame! Venimos de parte de Mati.
Alicia aguardó. Dentro no se oía nada. Volvió a golpear la puerta con los nudillos y a insistir.
-¡Tía!  Mati está preocupada por usted. ¡Por favor, tía, abra la puerta!
-A lo mejor no es ella quien está dentro- comentó Álvaro.
-Ahora veremos si es ella o no es ella…- dijo Alicia con resolución, mientras se quitaba dos de las horquillas del moño.
-¿Qué es lo que vas a hacer?- preguntó Álvaro asombrado al ver a su mujer meter sus horquillas en la cerradura, y empezar a manejarlas  con gran maestría por dentro.
-¿Quién diantres te ha enseñado eso?
Alicia le guiñó un ojo, cómplice.
-El turno de oficio, que da para mucho.
El clic que oyeron les indicó que la cerradura había cedido. La puerta estaba abierta.


Muy despacio, Alicia penetró en aquel cuartucho mientras esperaba que los ojos se le acostumbrasen a la penumbra que lo invadía. El olor a gato y a inmundicias de la escalera, dio paso a otro distinto, dentro de aquella estancia, a una  mezcla de miasmas, descomposición y abandono. Alicia tuvo que hacer esfuerzos para contener una arcada que se le vino al penetrar en aquel cuarto.



-Dios mío…
La imagen de su tía Regina tendida en la cama la sobrecogió.  LA mujer debía de llevar mucho tiempo allí.

-¡Tia, tía…!- Alicia se acercó a su tía e intentó reanimarla.
-Dios mío, Álvaro, está muy enferma, tiene fiebre.  Tenemos que sacarla de aquí y llevarla a casa… dios mío, tía, por qué no me ha dicho nada…. Y yo sin saberlo, tía…
Regina entreabrió los ojos con dificultad al oir la voz de su sobrina. Los volvió a cerrar. Ni siquiera tenía fuerzas para contestar.
-Tía, no se preocupe, la sacaremos de aquí…
Alicia se  apresuraba a coger una de las mantas para liar con ella a su tía y Álvaro se acercaba para cogerla en brazos, hasta que se detuvo e hizo una señal a Alicia.
-Alicia… creo que debemos llevarla al hospital, directamente, mira…- dijo él mientras levantaba el pañuelo con sangre que tenía la enferma al lado de la almohada-. Deberíamos llamar a una ambulancia. Tu tía está grave. Esto es serio.

**********************************************


Sentada en la butaca de  la habitación del hospital, Alicia dejaba os ojos en blanco, mientras hacía balance. Las palabras del médico aun resonaban en su cabeza, pesándole  como una losa.

-La enfermedad está muy avanzada. Llevaba mucho tiempo sin tomar medicinas y en los últimos días su estado se ha agravado. Siento deciros esto, pero debéis prepararos para lo peor. Está en sus últimos momentos.
Álvaro sujetaba a su mujer mientras recibía el diagnóstico del doctor Salcedo.
-Es muy probable que no pase de esta noche. Mañana, como mucho.
-Haga todo lo posible para que no sufra, por favor- dijo Alicia. Por lo menos que muera con un poco de dignidad, ya que sus últimos días no han sido así.
Alicia abría los ojos para ver delante suya a aquella mujer, postrada en la cama, envejecida prematuramente por las calamidades de los últimos años, con el gesto adusto en su rostro, a pesar de la inconsciencia. Álvaro entró con cuidado y se puso junto a ella.
-Vete a casa… aquí no puedes hacer nada, y los niños te necesitan. Debes descansar-le dijo Alicia a su marido.

-Los niños están con mi madre.
-Me quedaré esta noche con ella.  Vete.
-No debes agotarte, Alicia. No sabemos lo que va a durar esto.
-No, Álvaro, el doctor ha sido muy claro. No la voy a dejar sola. Al menos esta noche. Y mañana será otro día. Ve a casa y descansa.
-Me quedo contigo. Voy a avisar a mi madre, para que no nos espere.
-No, Álvaro, no hace falta. Ve a casa, por favor. Me quedaré más tranquila si te vas con ellos. Además, tal vez haga falta alguien aquí mañana, para relevarme… por favor, ve…
Álvaro asintió. Tras abrazar a su mujer y besarle en la frente, salió por la puerta de la habitación, dejando a ambas dentro, tía y sobrina.

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Alicia dejaba la mirada en blanco mientras observaba caer el suero de la botella que colgaba en la cabecera de la cama de la enferma. Ante la inminencia del cercano  desenlace, las enfermeras  habían metido a Regina en una habitación aparte, a solas, para tener una intimidad en sus últimos momentos que Alicia agradeció. A ratos, se levantaba y acariciaba la frente de la moribunda, que respondía con un casi imperceptible gesto con los párpados, o le cogía de la mano inerte y sin fuerzas. Alguna vez entraba una enfermera y le tomaba el pulso y la tensión, y le ajustaba la botella del suero mientras Alicia observaba en silencio como manipulaban a la enferma, que parecía no darse cuenta de nada.








Con la mente en blanco, ni siquiera se dio cuenta de los minutos y horas que habían pasado, acompañando a su tía. Alicia dejó caer una lágrima cuando recordaba sus últimas palabras, las que le dirigió en el cementerio, cuando acudió a darle el pésame en el entierro de su tío Hipólito. Para Alicia, volver a recordar todas las circunstancias que rodearon la trágica muerte de su tío, se le hacía especialmente penoso. Antes de morir, Hipólito Roldán asaltó la casa de los Iniesta cuando Alicia se encontraba sola. Afortunadamente, ella pudo zafarse, tras escuchar su propia confesión de la violación a su propia hija, su prima Mati. 

En el cementerio, la tía ni siquiera  admitió su pésame. Ni siquiera le dejó acercarse a su prima para saludarla después de un año sin contacto con ellos. “Mati no quiere saber nada de ti. Ha sufrido mucho, todos hemos sufrido mucho”. Alicia aún recordaba las palabras incisivas de su tía clavadas como una daga. “No eres bienvenida, Alicia. Ha sido todo por tu culpa. Si te hubieras quedado en tu maldito París, nada de esto habría pasado, mi marido seguiría vivo, y ….” “Desaparece de nuestras vidas  para siempre, … al igual que lo hizo tu madre”.



La mención de su madre, muerta prematuramente,  le hizo quedarse en estado de shock.  Alicia siempre había tenido el recuerdo de su madre a través de lo que le contaba su padre Joaquín. Tal vez por eso, como todos los niños que han perdido a un progenitor en su infancia, había construido en sus recuerdos una imagen idealizada de ella. Aún se ponía el camafeo con la foto de sus padres para salir a la calle, y en muchos momentos le gustaba abrirlo y contemplar el retrato de su madre, tan parecida a su tía Regina, pero con un punto de dulzura en su mirada de la que carecía esta última. Tras las palabras de su tía Regina en el cementerio, Alicia llegó a su casa en estado de shock. Apenas pronunció palabra durante el camino, mientras Álvaro la sostenía, y cuando entró por la puerta se fue corriendo hacia su cuarto.

-¡Alicia!- exclamó Doña Marcela al verlos entrar cabizbajos-. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo ha  ido todo?
- Marcela… -Alicia dio un beso a su suegra y se fue corriendo hacia el dormitorio.
Marcela miró interrogativamente a Álvaro.
-Regular, mamá. Sólo regular.

Tras esperar unos minutos prudencialmente, Marcela entró al dormitorio conyugal, donde Alicia sollozaba desconsoladamente tendida en la cama. Marcela se acercó a su nuera con mucha delicadeza, y tocándola en un hombro, hizo que se volviera hacia ella y se echase en sus brazos, mientras ella le hablaba dulcemente, como en un arrullo, confortándola:
-Hija… no se lo tengas en cuenta… esa mujer está dolida por todo lo que ha pasado… estoy segura que se va a arrepentir de sus palabras…

Marcela acogía en sus brazos a Alicia, que aceptaba complacida el afecto sincero de su suegra, y se preguntaba interiormente quien era su auténtica familia, si la de sangre, o la política. Tras la muerte de su padre y el posterior abandono de la casa de sus tíos en las penosas circunstancias que vivió con ellos, Alicia no pudo evitar sentir una sensación de vacío,  un hueco extraño, el que siente alguien que está sólo en el mundo, sin ningún ascendiente que recibiera su afecto sincero sin condiciones, como sólo lo saben dar los padres a sus hijos, sin importarles qué han hecho o qué han dicho. La familia de Álvaro fue lo más parecido que ella tuvo a una auténtica familia, y con el paso del tiempo Alicia llegó a confiar en su suegra hasta un grado tal que muchas veces llegó a preguntarse si así habría sido una hipotética relación con  su auténtica madre, fallecida hacía muchos años, cuando ella aún era una niña.

-Marcela- dijo Alicia entre sollozos- ¿cómo me ha podido decir eso? ….era  LA HERMANA DE MI MADRE…
Y Doña Marcela asentía en silencio mientras la abrazaba.  Marcela también sentía el dolor amargo de Alicia traspasándole el alma, y muchas veces llegó a sentirla como la hija que nunca tuvo y que muchas veces añoró. La vida nos ofrece extraños vínculos con las personas, pensaba. 

*********************************


Recordando la escena, sentada en la butaca del hospital mientras miraba a su tía tendida en la cama,  Alicia pensaba en sus dos hijas gemelas, Mercedes y Carmina, y se preguntaba si alguna vez sus hijas llegarían a sentirse como dos extrañas, como alguna vez lo fueron su madre y su tía, si algún día se enemistarían entre ellas por el amor de un hombre, hasta el punto de renegar la una de la otra, como hizo Regina con su madre. Alicia veía a sus hijas crecer contentas, jugando entre ellas, compartiendo risas y juegos amigablemente, pero no podía evitar ver en ellas una réplica de lo que fueron en otro tiempo su madre y su tía Regina. A Alicia le vinieron a la cabeza unas palabas que le dijo a su entonces profesor, Álvaro, en una de las muchas conversaciones que tuvieron, cuando aún eran profesor y alumna, y ella acudía a él para contarle sus cuitas: 

-Don Álvaro, no nos une la sangre, sino el poder contar con los demás, el poder compartir nuestros problemas…

Y su entonces  profesor le servía una tila para que se calmara, y le decía que podía contar con ella para todo. Eran los tiempos en los que Alicia se sentía sola en su casa, pese a estar rodeada de gente, en los que sentía que nadie la escuchaba y nadie la tenía en cuenta, y en los que tuvo que tragarse muchas lágrimas sola, sin que nadie notara su congoja.

Ahora Regina, Doña Regina Caballero, viuda de Roldán, mujer del  antiguo jefe del sindicato de Transportes,  la mujer que no la había aceptado nunca, la que quiso meterla en un orfanato cuando murió su padre antes que hacerse cargo de su sobrina, estaba ante ella, sola en una cama, luchando por aspirar una bocanada de aire que la mantuviera viva un minuto más.

-Alicia….
Un hilo de voz apenas perceptible surgía de la boca de la moribunda.
-A….licia…
-Dígame, tía. Estoy aquí. La escucho.

Alicia se apresuró a acercarse a la cabecera de la cama al tiempo que la cogía de la mano. Regina entreabrió los ojos al notar la cercanía de su sobrina.


-… mi hijo…cuida de mi hijo…
-Si tía, lo haré. No tiene que pedírmelo. Sabe que lo haré.  Buscaré a Carlos, se lo prometo.

Regina cerró los ojos, como si cada frase que decía la costara un supremo esfuerzo del que tenía que descansar. Las palabras de Alicia respecto a Carlos parecía que le tranquilizaron.
-Mati….
Sí, tía, sabe de sobra  que Mati no va a estar sola nunca.

Regina cerró los ojos de nuevo, no se sabe por cuánto tiempo, hasta que reunió de nuevo fuerzas para volver a hablar.

-Alicia…
-Dígame, tía, la escucho.
-… te he hecho mucho daño…
-……….-
-….perdóname….
Alicia le apretó la mano. Su tía había necesitado estar a las puertas de la muerte para decir eso.

-Tía, hace mucho que la he perdonado. Si no, no hubiera podido seguir viviendo….
Regina aún tuvo fuerzas para sus últimas palabras.
-… tu madre estaría orgullosa de ti….

La mención de su madre hizo que los ojos se le humedecieran a Alicia, pero no lloró. Miraba la cara de su tía, ya con los ojos cerrados, y respirando superficialmente. Le apretó la mano mientras no dejaba de mirarla y le acariciaba el brazo.
-Cierre los ojos, tía, descanse…

Alicia ni supo cuanto tiempo pasó ni cómo sucedió el trance. Sólo recordaba que ya bien entrada la madrugada, una de las enfermeras entró en la habitación y comprobó que el fatal desenlace se había producido. Alicia seguía sentada junto a su tía, con su mano agarrada a la de ella.
-Señora… ha fallecido… lo siento mucho.

Alicia no soltó ni una sola lágrima. Acercándose a la cama, sintió la necesidad de darle  le dio una última caricia a la moribunda, en un rasgo de humanidad.
-Descanse en paz, tía… ya ha pasado todo… ya no sufrirá más…

Como una autómata, se levantó y se echó hacia atrás para permitir a las enfermeras entrar y tapar con una sábana el cuerpo de su tía. Allí se quedó, de pie, sin reaccionar, mirando como retiraban los cables y los sueros.  Sin que ella se percatara, una figura se acercó por detrás de ella y la abrazó despacio, sujetando su cuerpo cansado.

Alicia se deshizo en llanto cuando notó los brazos de su marido rodeando su cuerpo, llenando de calor humano esa fría habitación donde su tía había dejado el mundo.
 -Alicia…
-Álvaro…estás aquí…
Por primera vez en toda la noche, Alicia dejó fluir libres las lágrimas.
-¿De verdad pensabas que te iba a dejar sola esta noche?

Álvaro se había quedado en la sala contigua, la de familiares. Se asomó un par de veces, pero  vio hablando a tía y sobrina  y no quiso interrumpir la intimidad del momento familiar. El movimiento de enfermeras de guardia y médicos al amanecer le dijo que ya había pasado lo que tenía que pasar. Y entró a acompañar a su mujer, que se deshacía en llanto metida en los pliegues de su jersey. Un llanto incontrolado, que ella misma no acertaba a explicar después de lo serena que había estado toda la noche, acompañando a la moribunda en el inevitable trance.

-Alicia, ya no sufre. Le has dado dignidad a sus últimos momentos. Has hecho todo lo que has podido por ella. Y más.
Alicia pronunció sus palabras como una sentencia.
-No la podía dejar sola.   Era LA HERMANA DE MI MADRE…


Fin del Capítulo.
Continuará…

Fotos:
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Capturas del foro de TelenovelasMAdeinSpain

10 comentarios:

Maria dijo...

CAPÍTULO 38.

GRacias a todas por vuestras palabras.

Una semana después, teneis nuevo capítulo. Disfrutad.

clavemas dijo...

Estupendo!! María, lleno de humanidad y de cariño.¡Qué final tan emotivo!
ME PREGUNTO SI LOS GUIONISTAS DE LA SERIE NO PUDIERON O PODRÍAN INCLUIR HISTORIAS DE ESTE TONO.

Muchas gracias por tu tiempo, tu sensibilidad y por la fecunda imaginación que tienes.

Sacha dijo...

María, sobrecogedor el capitulo, me ha gustado mucho, "como siempre" y sobre todo la generosidad de la sobrina hacia su tía.. Y ese Alvaro tan humano..

Darte las gracias por describir también las escenas, haces que terminemos enganchadas a este maravilloso relato..

Isabel dijo...

MARIA la alegría al saber que había nuevo capítulo se ha tornado en tristeza por lo dramático del mismo. Magnífico en su totalidad, con una Alicia volcada en su familia a pesar de la forma en que la habían tratado, muy humana y generosa y Alvaro como siempre en su papel de hombre extraordinario. Genial.

purivilla dijo...

Tremendamente emotivo María, con tu relato tengo la sensación de que la pareja sigue en la serie, muchas gracias por tu tiempo.

pitirrusqui dijo...

¡GENIAL MARÍA! Y EL COMPORTAMIENTO DE ÁLVARO COMO TODO EN EL¡EXCELENTE!

Un grupo de Alvaristas dijo...

María,

Ha sido una agradable sorpresa el contar con un nuevo capítulo.

Maravilloso, lleno de una gran ternura y generosidad.

Lo has descrito extraordinariamente, tan real, que era como si lo estuviéramos viendo.

Bonitos personajes Alvaro y Alicia, adornados siempre con grandes valores humanos.

Te agradecemos y felicitamos por tu "buen hacer".

Recibe un cariñoso saludo
Un grupo de Alvaristas

ainhoa dijo...

Magnífico capítulo María!!! Conmovedoras las escenas de los últimos momentos de la tía Regina, todo ello mezclado con los recuerdos de Alicia.

Gracias una vez más por este disfrute que nos das de vez en cuando.

Azalea dijo...

Triste y conmovedor capítulo María.Qué amargura la que llevaba esta mujer dentro de sí. Al menos ha tenido una muerte digna gracias a Alicia y a Álvaro,como siempre pendiente de su mujer. Gracias por este relato tan ralista. A ver si aprenden!! (Ya os imaginais quién)

Anónimo dijo...

No sé si te he dicho que Alicia tiene una fuerza enorme en tu relato y en este capi lo demuestra una vez más. No puedo comentar mucho.<las conexiones de los campings no son nada de buenas.

Rodas