RESERVADOS LOS DERECHOS DE AUTOR.

Capítulos anteriores:


Pincha en este enlace para acceder a la.......

Primera página del relato

AVISO- En el archivo de JULIO he puesto un post de CRONOLOGÍA. En él se hace el resumen de personajes y fechas ordenadas, para poder seguir mejor la historia.

Capítulo 46


Capítulo  46
Madrid. Casa familiar de los Iniesta. 1.989.

En homenaje a la ilustre jurista, la Dra. Dª María Telo Núñez, artífice real de los hechos narrados en éste capítulo.


“Haz lo necesario para lograr tu más ardiente deseo,
y acabarás lográndolo”.*


-Rocío…
Alicia llamaba con los nudillos a la puerta del dormitorio de su nieta, cerrada a cal y canto. No obtuvo contestación.
-Rocío….
La puerta se abrió. Una Rocío con síntomas de haber estado llorando, aparecía en ella restregándose los ojos con los puños.
-Dime, abuela.
-¿Me dejas que pase?- inquirió Alicia.
Rocío se azoró. Su abuela le pedía permiso para entrar en su feudo particular.
-Si, Claro, abuela, perdona, pasa…

Alicia entró en el dormitorio de su nieta y se sentó en una de las sillas. Rocío se sentó en su cama, a su lado, sin querer mirarla a la cara.
-Anda, mi niña… cuéntame todo…
Rocío se sorbió el moco con el klinex. La barbilla le temblaba y le costaba hablar.
-..es que…
Alicia la cogió de la mano y la niña empezó a hablar a golpes de voz.


-Jo, abuela… si lo primero que ha hecho el tío es presentarse diciendo que era “mi abogado”. Así, como me van a contratar.
-Precisamente, hija, si es que nadie iba a contratar a nadie…
-Luego les ha pedido nosequé papeles… parecía un guardia civil.
-¿Y los tenían? Los papeles, digo…

-No, se han enfadado. No veas cómo se han puesto y las voces que daban…han discutido, y yo allí en medio, sin saber dónde mirar, quería morirme.
-¿Y por qué se han enfadado, Rocío?
-….-
-Dí…
-Pues porque no tenían ningún papel, abuela, no era ninguna agencia, ni era nada… y se han quedado con mi dinero, con el trabajo que me había costado ahorrarlo…era una estafa, mierda….

Al verbalizar todo lo ocurrido para contárselo a su abuela, Rocío recobró la cordura



La niña se echó a llorar. Alicia acarició la cara de su nieta, que estaba mitad compungida, mitad avergonzada por su comportamiento anterior.
-Venga, llora, desahógate….No pasa nada, mi niña… has sido víctima de un engaño, pero afortunadamente no ha pasado nada malo…  Olvídate del dinero. Eso tiene arreglo. ¿Te imaginas lo que hubiera pasado si llegas a ir sola?

Ahora Rocío lloraba a lágrima viva.
-Mamá me va a regañar…
-No hija, no… tu madre se ha quedado tan asustada como tú. ¿Sabes el peligro que podías haber corrido, tú sola allí?
Alicia consolaba a su nieta. La niña acababa de llevarse un desengaño, que afortunadamente, no tendría peores consecuencias. Todo quedaba en un mal susto.
-Tu madre también hizo de las suyas cuando tenía tu edad, no te creas…

Rocío cambió el gesto.
-¿Ves? Ya te ríes. Eso es lo que yo quería…
Rocío se secó las lágrimas. No quería molestar a su abuela, con sus llantos, mientras ella estaba enferma.

-abuela….
Rocío se le echó al cuello. Alicia la abrazó.

-¡Ayyy! Mi niña…. Que ya te queda poco para ser una mujer…
-¡Que ya lo soy, abuela! Ya soy casi mayor de edad. Verás cuando tenga dieciocho años, no me va a mandar nadie...y voy a hacer lo que me dé la gana.
Alicia rió con una sonora carcajada.
-Ja, ja… ay, mi niña… eso mismo me decía tu madre cuando tenía tu edad… o un poco más grande.
-¿Mamá?

-Si. La misma que viste y calza. Y peor, porque en aquella época con dieciocho años todavía eras menor de edad.
-¿Si, abuela?
-Pues sí. Antes, la mayoría de edad de las mujeres era con 23 años.  
-Pues vaya rollo… yo estoy deseando serlo, ya verás.

-Ay, mi amor-rió Alicia-. Uno no es mayor cuando lo dice  la Ley…
Rocío la miro, extrañada.
-… sino cuando lo dice la vida.

Rocío se paró a escuchar lo que decía su abuela.

-Cuando tu madre era pequeña, la mayoría de edad de las mujeres era con 23 años. Y la de los hombres, con 21.
-¡Anda! ¡Menuda cara! ¿Y eso por qué?

-Pues porque por aquel entonces las mujeres estábamos consideradas de otra manera, que los hombres, desde el punto de vista legal.
-¿Si?
-Si, hija, sí. Así era antes.

-Pero eso es injusto, abuela. ¿Y no os quejabais?
Alicia rió ante las ocurrencias de su nieta. Que si no se quejaban, decía…

-Claro que nos quejábamos, sobre todo yo. Aunque no te creas, que había mujeres muy sumisas que les parecía bien todo aquello y aceptaban esas cosas. Pero yo me rebelé desde que tuve uso de razón. Cuando vine a España, a mis dieciocho años, ya me sentía constreñida por todas esas leyes que nos recortaban libertades por todos lados. Ahora, tienes una Constitución, ¿Verdad, Rocío? ¿Y te acuerdas qué te dice?

-Pues…. Que los hombres y las mujeres somos iguales, ¿No? Pero eso no es verdad, abuela. Siempre que en clase hay que limpiar algo, el profesor nos manda a las chicas a hacerlo. A los chicos, ni uno.

-Ja, ja, ja… Ay, mi niña… si todos los problemas fueran esos. 

-Ahora tienes unas leyes que garantizan que los hombres y las mujeres sean tratados por igual, pero en mi generación, no era así. Las cosas empezaron a cambiar cuando tú naciste, en los 70.
-¿Si, abuela? ¿Y cómo?

-Sí. Un grupo de mujeres… madre mía, parece que fue ayer… lo que costó.
-¿Era ese Congreso del que me hablaste el otro día?
-Así es. El CONGRESO DE MUJERES JURISTAS…,

-¿Cuándo Miguel era pequeño?
-Ay, mi niño… sí, tu tío Miguel había nacido un año antes, cuando yo estaba preparando todo. Yo me había comprometido a organizar el CONGRESO, y estaba en mitad de todos los preparativos cuando él vino al mundo.

-¿Y qué pasó abuela? ¿qué pasaba en tus tiempos”, con las leyes de las mujeres?
-¡La madre que te trajo!…. ¿Cómo que en mis tiempos? ¡Ni que tu abuela  fuera  del Pleistoceno…!
-Bueno, abuela… que es de broma- Rocío se sonrojó.

-Ay… -Alicia recordaba-…. Recuerdo cuando estudiaba el Código Civil, aún era una estudiante, sí, pero me parecía tan tremendamente injusto… Me decía a mí misma que eso no podía seguir así, que algún día tenía que cambiar. Se me metió aquello entre ceja y ceja. Recuerdo las charlas con tu abuelo, lo que le hablaba sobre eso, al pobre, y él no hacía más que darme la razón. ¿Qué otra cosa podía hacer?

Alicia recordó con una sonrisa su época de estudiante, sus repasos del Código Civil con Ana en brazos, y Álvaro repasando con ella, en Salamanca.


- La situación de la mujer era la que te cuento, muy mal, tanto dentro de la familia, como en la esfera pública. Había artículos, (el 1.263, me acuerdo perfectamente), que situaban a la mujer casada entre los menores, los locos o dementes y los sordomudos que no sabían leer ni escribir. El artículo 57 obligaba a la mujer a obedecer al marido y la licencia marital era como su sombra para todos los actos de la vida. Sin licencia, prácticamente la mujer no podía ni hacer testamento. Sin licencia, la mujer no podía trabajar, ni cobrar su salario, ni ejercer el comercio, ni ocupar cargos, ni abrir cuentas corrientes en bancos, ni sacar su pasaporte, ni el carnet de conducir, etc. “

-¡Anda ya! ¡No me lo puedo creer, abuela!
-Pues créetelo. Tú tienes una cuenta en el banco, verdad?

-Sí, abuela, pero no sé para qué, si no puedo sacar dinero.
-Mi niña… sí que puedes. Puedes, pero con la firma de tu madre, que es suya. Bueno, y la de tu abuelo, que fue quien te la abrió.

Alicia se enjugó una lágrima al recordar a Álvaro. El abuelo fue abriendo una cartilla de ahorros a todos sus nietos, según fueron llegando.

-Cuando tengas 18 años podrás ingresar y sacar dinero, al igual que abrirte todas las cuentas que quieras. Pero antes, una mujer casada no podía hacer eso sin pedirle permiso al marido, tuviera dieciocho años o cincuenta años. No podía hacer nada sin su consentimiento.
-¡¡Anda!! ¡¡Qué fuerte, abuela!!


-“Si una mujer contraía matrimonio con un extranjero perdía la nacionalidad española, y era considerada extranjera, aunque no saliese en su vida de España. Entonces se le extendía carta de residente y perdían eficacia sus estudios, no podía ser funcionaria y necesitaba permiso para trabajar. Sin licencia del marido ni siquiera  podía aceptar o repudiar herencias, aunque fuesen de sus padres, ni pedir su partición, ni ser albaceas, ni defenderse ante los tribunales (salvo juicio criminal) ni defender sus bienes propios, ni vender o hipotecar estos bienes, ni disponer de los gananciales más que para hacer la compra diaria, aunque procedieran los gananciales de su sueldo o salario... No tenía la patria potestad sobre los hijos hasta que muriese el padre, e incluso hasta el año 70, él podía darlos en adopción sin consentimiento de la madre.”



-¡¡Jope, abuela!! ¡Eso es una injusticia!

-¡Imagínate! Pues en esa injusticia estábamos las mujeres de entonces. Todas, sin excepción. Las mujeres, primero dependían de su padre, y luego, al casarse, de su marido. No tenían ninguna capacidad jurídica. Todas tenían que someterse a la autoridad del marido. Hasta para irse de viaje le tenían que pedir permiso.

-¿Y si el marido no quería, abuela?

-¡Ah! ¡Ahí está la cuestión! Si tenías suerte, y tenías un buen marido, no tenías problema. Pero pobre de la desgraciada que se casara con un hombre que no la valorara como mujer, porque dependía enteramente de él. Anda que no tuve yo casos así cuando trabajaba como abogada. Pobres mujeres que me venían con sus asuntos, con sus bienes administrados de forma catastrófica por sus maridos. Familias en la ruina por culpa del mal hacer de los esposos con dinero que no era suyo. Pero no podíamos hacer nada. Con la ley en la mano, no se podía hacer nada. Incluso algunos jueces me reconocían aparte que muchas situaciones eran injustas y que la razón estaba de nuestro lado, pero que la ley era la ley. Se me partía el alma al tratar esos casos, y sobre todo, al darle la contestación a esas pobres mujeres que acudían desesperadas a mi despacho. Ahí vi que si la ley no cambiaba, no había nada que hacer. La lucha no podía hacerse desde un despacho particular, sino desde más arriba.  Había que apuntar alto, muy alto.


-¿Y el abuelo también tenía que darte permiso a ti de todo lo que hacías?

-Claro, mi niña. Las leyes eran así y no había más remedio que acatarlas. Aunque tengo que decir que tu abuelo fue un hombre extraordinario, y siempre me firmó todo lo que me hizo falta. Él también pensaba que las mujeres tenían que tener independencia, jurídica y económica.

-¡Ah! ¡Pues menos mal que el abuelo era de los “guays”!... ¿Y qué pasó en el Congreso? cuando diste la conferencia?

-Ufff… es largo de contar….
-¡Cuéntamelo, abuela, porfa….!

Alicia vio el entusiasmo en los ojos de su nieta.
-Está bien, pero luego nos vamos a hacer la cena, ¿eh? Que va a venir tu madre y mira como estamos las dos, aquí hablando, y la casa sin barrer.
-Vale, abuela, pero  ¡cuéntamelo!
 -Bien…como te digo,  el Consejo fue un éxito rotundo.

-¿Sí?

-Así es. Yo pensaba que su repercusión se ceñiría a los ambientes jurídicos, pero no fue así. Salimos en toda la prensa nacional e internacional, tuvimos eco en todos los medios, y nos empezaron a solicitar para concertar entrevistas. Camilo, mi antiguo compañero, fue uno de los periodistas con los que hablé en su día, al igual que Francisco.

-¿Francisco, el amigo del abuelo? ¿El de la foto del  salón? ¿El que estuvo con el abuelo en Carabanchel, que luego tuvisteis aquí, en casa, hasta que encontró trabajo?
-El mismo.


-El consejo fue increíble. Vinieron delegaciones de 60 países, incluidas las de los países del Este. Los medios de comunicación se volcaron, pues en España era una novedad ver a tantas mujeres profesionales del Derecho juntas, todas con altos cargos y sobre todo las procedentes de los países del Telón de Acero, cuando todavía en España se consideraba que los comunistas formaban parte de las fuerzas del averno, y ahora los tenían ahí, en versión femenina. Decía la Vicepresidenta del Tribunal Supremo de Rusia: “Somos las vedetas”.

-Ja, ja… abuela…- Rocío reía, imaginándoselo.

-Como colofón, la presidenta de la Federación Internacional Ivonne Tolman Guillard, y yo, elevamos al Ministro de Justicia, escrito solicitando la liberación de una presa para celebrar el evento, gracia que nos fue concedida.

-¡Anda, mira que bien, os hicieron caso!- Rocío estaba entusiasmada, metida de lleno en la historia.

-No se podía desaprovechar la ocasión, así que sin pérdida de tiempo, una compañera (Amalia Franco) y yo, creamos una Comisión de Estudios, que hicimos depender de la Federación Internacional. Nos auto nombramos, ella Vicepresidenta y yo Presidenta, e invitamos a las españolas asistentes al Consejo a inscribirse en ella. Lo hicieron once. Requisito indispensable era inscribirse en la Federación como miembro individual.
Y empezamos a funcionar. Formamos un dossier con las ponencias presentadas y las conclusiones obtenidas, que hicimos llegar a las autoridades pertinentes, pidiendo la reforma del Código, y audiencia para ser recibidas.


Alicia hizo una pausa en su discurso.
-Aún recuerdo las maratonianas sesiones de trabajo, redactando copias, borradores del dossier, informes, solicitudes, madre mía… había días que solamente dormía cuatro horas.  Estábamos extenuadas, pero veíamos que aquello había empezado a rodar, y no podíamos parar.


Tal y como le indicó Camilo, aquello no podía caer en saco roto. Alicia y sus colegas de profesión no desaprovecharon la oportunidad.


-Nos empezaron a solicitar de diversos medios, dimos entrevistas, conferencias, ciclos, mesas redondas, etc. Así manteníamos el clima pro reforma, siempre apoyadas por los medios de comunicación, que ya nunca nos abandonaron.
Con esta Comisión funcionamos dos años, hasta que fundé con los miembros de la misma la Asociación Española de Mujeres Juristas, la cual se hizo cargo de sus funciones.
El primer acuerdo tomado fue solicitar del Ministro de Justicia, la entrada de la mujer en la Comisión General de Codificación para tomar parte en los estudios de la reforma, que ya se anunciaba.
Después de varias vicisitudes entramos cuatro.

-¿Tú, abuela? ¿Para cambiar las leyes?
-Sí, mi niña. Yo y otras tres compañeras. Queríamos cambiar los artículos que afectaban  a las mujeres.

-Sigue… sigue contando…
- Bueno, pues desde allí pude participar en todos los estudios pro reforma, que dieron como resultado la Ley de 2 de mayo de 1975.


-Anda, yo tenía ya cuatro años, ¿no?

-Sí. Y tu tío Miguel ya tenía seis, camino de siete. Mi niño…. Qué poco lo vi cuando era pequeño. Prácticamente lo crió la tía Mati, y la abuela Marcela… yo lo veía de noche, cuando llegaba a casa, y él estaba ya dormido. Recuerdo que entraba a darle un beso y a cambiarle el osito de peluche de lado.
Rocío acarició el osito recosido que estaba ante ella. Ahora resultaba que el oso había visto crecer a media generación de Iniestas.


-Fue esta Ley de 1975 la que al borrar gran número de discriminaciones dejó el camino libre para luchar sin cortapisas por: la administración conjunta de los gananciales y el ejercicio, por ambos padres, de la patria potestad. Esta segunda reforma junto con las distintas clases de matrimonio y el divorcio, fue recogida por las Leyes de 13 de mayo y 7 de julio de 1981, con lo que la igualdad jurídica entre hombre y mujer quedó lograda.


-¡¡Ah!! ¡¡Anda!! ¡¡No me lo puedo creer, qué fuerte!!

Rocío estaba boquiabierta. Nunca hubiera imaginado que su abuela hubiera hecho eso. En pocos días había descubierto que su abuelo había sido una eminencia en Derecho Romano, su tío iba camino de ello, y ahora, muchas de las libertades que tenía como mujer, se las debía a su abuela.

-¿Y saliste en la tele? ¿Y en los periódicos? ¿ y tienes fotos?

-Claro, mi niña. Tengo todos los recortes de prensa y los dossiers en una carpeta, allí en el despacho….
-¿Podemos verlos, abuela? Porfa… enséñamelos….

El entusiasmo de Rocío era contagioso. Su abuela parecía que revivía al ver a su nieta tan metida en la historia que le estaba contando.
-Ja, ja, ja… lo que tú quieras mi vida. Anda… vamos…. Anda, vamos, te contaré como fue el día que…


Fin del capítulo.
Continuará…


NOTA: los acontecimientos narrados en los capítulos 43, 44 y 46,  están basados en hechos reales.
He puesto en boca de Alicia los mismos acontecimientos que vivió Dª María Telo Núñez, abogada, y artífice de los cambios legales descritos en los capítulos 43, 44 y 46 de éste relato. La letra en cursiva son palabras literales suyas, de su discurso de investidura como doctora.

En Junio de 2.008,  Dª María Telo Núñez fue nombrada Doctora Honoris Causa por la Universidad de Salamanca, ciudad en la que se licenció, por su contribución legal a favor de la igualdad de la mujer.
Con todo el respeto, y como homenaje a ella.

Fuentes:
(ABC-18/1/199-8)

Cita: Ludwig van Beethoven (1770-1827) .Compositor y músico alemán.

Capítulo 45




Capítulo 45.
Madrid. Mayo de 1.989.
Casa familiar de los Iniesta.



-¡¡No hay derecho!!

Rocío entraba en la casa impetuosamente, hacia su dormitorio. Pedro la seguía más tranquilo, detrás.

-¿Qué ha pasado?- preguntó Ana, tras ver pasar a su hija como un ciclón.

-Lo previsible en estos casos- contestó Pedro sin inmutarse.

-…Pedro…

Alicia llamaba a su hijastro. Quería saber en qué había quedado todo el asunto de la agencia de modelos. Pedro se quitó la chaqueta y se aflojó la corbata para estar cómodo. Luego  se descalzó y  entró en el dormitorio, donde Alicia estaba sentada en la butaca. Su hermana Ana le siguió, mientras Rocío se perdía en las profundidades de su cuarto y se le oía poner  en el radio casette una cinta de Mecano.

-Imaginad… un piso alquilado, un recibidor con un mostrador y alguien pidiendo direcciones  y datos personales de las niñas,  una habitación oscura con focos de fotografía y una cámara. En cuanto he visto aquello me ha olido a pegado, pero no he querido decir nada. Al presentarme como su tío ya me miraron con suspicacia. Les habían insistido a las niñas que viniesen solas.

-¡La leche que…!- Ana se indignaba al escuchar a su hermano relatar los hecho, y muy a su pesar, comprobar que su hija había estado en peligro de, como mínimo, llevarse un buen susto.

-Insistí en entrar con Rocío a la sesión de fotos, cosa que no me dejaron hacer. Volví a insistir, puesto que ella es menor de edad. Al no dejarme, empecé a pedir que me enseñasen la documentación que les acreditaba como lo que decían ser, una agencia de modelos.
-¿y?
-Por supuesto, no lo han hecho. Y cuando me he identificado como abogado, ya se han echado a temblar. Han dicho que le devolverían a Rocío el dinero, que no pasaba nada.

-¿El dinero? ¿Qué dinero?

-¿No sabías nada? Me lo imaginaba… Al parecer, a cada “candidata a modelo”, le pedían 10.000 pts. En concepto de gastos de fotografías  y tramitaciones. Además de fotos a niñas menores de edad, es una estafa en toda regla.

-¡Dios mío! ¿Y qué ha pasado?

-Por supuesto, hemos salido de allí y nos hemos ido directos a comisaría, a poner una denuncia.  Ya no sé qué habrá pasado después, lo mismo han desmantelado el chiringuito y han salido corriendo antes de que llegara la policía, pero me imagino que los localizarán a través del casero del piso. 

-¿Y Rocío? ¿Qué ha dicho ella?

-Bueno, con Rocío ya habláis vosotras, porque yo ya no doy más de sí. Como buena adolescente, la ha tomado con su tío, a quien ve culpable de que no pueda continuar su “prometedora carrera de modelo”, y se ha pasado todo el camino sin hablarme.

-¡La madre que la trajo!.... que soy yo……. 

-Bueno, mamá. Si no mandas más… tengo que irme.

Pedro se levantó a darle un beso a Alicia y a su hermana Ana.

-Adios, Pedro. Menos mal que has ido con ella. Gracias por todo.

-No es nada, hermana. Para eso estamos. Habla con ella, lo necesita.


Pedro guiñó un ojo a su hermana, para ponerse la chaqueta y los zapatos de nuevo, y abandonar el salón para salir. Alicia y su hija se quedaron solas.


-No quiero ni pensar qué habría pasado si llega a ir sola. Menos mal que me avisaste, mamá.

-Si hija, el mundo está lleno de espabilados.

-¿Cómo puede haber pasado esto? A ver por dónde me sale esta niña. Desde luego, hoy se ha lucido. Con lo poco que queda para los exámenes finales, y se está llenando la cabeza de pájaros. Eso son las amigas del instituto. 

-No la regañes, Ana. Ella misma ha aprendido de esto. Estoy segura de que ha llegado a sentir miedo. Seguro que ahora está en su cuarto, llorando en su cama. Déjala tranquila un rato, necesita pensar.

Ana se levantó. De repente, en la mesa del salón se oyó un zumbido. Era el “busca” de Ana. La reclamaban desde el hospital.

-Debe de haber pasado algo para que me llamen. ¡Maldita sea! Acabo de llegar y ya tengo que irme.

-Ve tranquila hija, estamos bien.

-¿Seguro, mamá?
-Sí. Hasta me voy a levantar un rato, no tengo ganas de cama.

-Está bien, mamá, pero ten cuidado. ¡¡Rocío!! ¡Te quedas sola con la abuela! ¡Ve preparando la cena!

-……

-¡Rocío!

Un gruñido se oyó desde la habitación de Rocío.

-Que sí, que vale…

-Adios mamá- Ana le dio un beso a su madre.
-Adios, hija. Ten cuidado cuando vengas por la noche. Coge un taxi cuando vuelvas. Y avísame cuando llegues…


Alicia se quedó mirando un rato al pasillo, por donde había desaparecido su hija. Un silencio sepulcral reinaba en la casa en ese momento. Hasta las canciones de Mecano de Rocío habían dejado de sonar en el casette.   Rocío debía de estar pensativa en su cuarto.


Tras dejar pasar prudencialmente unos minutos, Alicia se levantó con visible esfuerzo,  se fue hasta el dormitorio de su nieta y tocó en su puerta.



Fin del Capítulo.
Continuará…




Capítulo 44




Capítulo 44.
Madrid. Septiembre de 1.969.

Congreso de Mujeres Juristas.
Salón de Actos del Colegio de Abogados de Madrid.


Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en el resultado. Un esfuerzo total es una victoria completa”.





“… por tanto, y tal y cómo he expuesto punto por punto, en toda mi ponencia,  LA MUJER EN EL DERECHO CIVIL, cual es la injusta situación de la mujer que dentro del mismo ocupa, a causa de la protección que el marido ostenta sobre ella. Muchas gracias.

El auditorio prorrumpió en aplausos, mientras la prensa tomaba notas frenéticamente y los fotógrafos hacían su trabajo. Alicia posaba para la foto de prensa subida al estrado, cosa en la que no parecía encontrarse muy cómoda, mientras Álvaro también aplaudía a su mujer, sentado en la 3ª fila de butacas, rodeado de mujeres juristas con sus auriculares puestos para traducción. A decir verdad, ni ella misma  esperaba el aplauso de más de un minuto que tuvo su intervención, ni la expectación que despertó en la prensa nacional, que luego se haría oportuno eco de todo lo que acontecía en el Congreso.

-¡Francisco! Me alegro de verte
Alicia no paraba de recibir felicitaciones y requerimientos al término de la jornada del congreso.

-Enhorabuena, Alicia!- el antiguo compañero de Álvaro en la prisión de Carabanchel, ahora convertido en redactor jefe del periódico, el mismo en el que estuvo trabajando como repartidor al salir de la cárcel, felicitaba a la ponente, por aquel entonces, estudiante de Derecho, y ahora prestigiosa abogada. Los Iniesta en general,  y Álvaro en particular, nunca perdieron el contacto mutuo,  y siguieron cultivando una amistad que se inició en las celdas de aislamiento de la prisión de Carabanchel, y se afianzó en años posteriores, cuando Francisco y Álvaro repartían juntos los periódicos dominicales, hasta que el primero se colocó en el periódico como redactor, para luego facilitarle a Álvaro trabajo en Salamanca, así como ayuda económica para que Alicia continuara con su carrera universitaria.

-¡Te felicito, Alicia! Está siendo todo un éxito en todos los sentidos, tanto a nivel organizativo, como de contenidos y de comunicación.

Alicia le miraba, un poco escéptica. Con la prensa de la época maniatada por  la censura del Régimen, no estaba tan segura de que  las cosas fueran tan exitosas. Suponía que esto se quedaría entre las paredes del salón de actos. Un éxito profesional, tan sólo comentado entre el gremio de juristas.

-Alicia, que sepas que esto va mañana en primera plana. Y quiero una entrevista contigo, cuando todo esto termine. ¿Puedes?

-Si… claro… ¡por supuesto!

Alicia asentía extrañada ante el inusitado interés que tenia la prensa por entrevistarla. No esperaba semejante acogimiento mediático. Y lo que es peor, no esperaba que saliera a la luz ni una pequeña parte de su intervención.

-Llámame la semana que viene cuando esto termine, más despacio…
Alicia no podía ni imaginarse que a partir de ese día el teléfono de su despacho echaría humo, mientras estrechaba manos por todos lados y facilitaba las referencias que le pedían.

-¡Enhorabuena, francesita!! ¿O debería decir su Ilustrísima Alicia?- le dijo una de las manos que asomaban en el montón.

-¡¡CAMILO!! ¡Tonto, ven aquí!

Alicia abrazó con cariño a su antiguo compañero de estudios, hoy de nuevo trabajando en la redacción de un periódico.

-¿Me concederá usted otra entrevista? ¿O tendré que solicitar las migajas que me deje caer, como el resto de mis colegas?

-¡No seas tonto, Camilo!- Alicia le dio un empujón cariñoso-. Para ti el primer sitio, sin duda. 

El salón de actos y pasillos colindantes del Colegio de Abogados, era un hervidero de periodistas, abogados, y sobre todo, mujeres. Mujeres jueces, mujeres abogadas, hablando en español, inglés, francés o ruso, por todos lados, con sus carpetas de apuntes y sus folios de conferencias.

-Toma, quiero darte esto- le dijo Camilo, en un aparte.
-¿Qué es?
-Es mi  libro. ¿Te acuerdas?


Se trataba del primer libro que escribió Camilo, “Si tú me dices ven”, que ya dio a leer hacía casi veinte años a Alicia y Álvaro, cuando él era un estudiante en la facultad.

-Me lo van a publicar.

-¿En serio? ¡Pero eso es magnífico, Camilo!

-Sí, bueno…He retocado algunas  cosas, aunque la trama principal se mantiene.  Y le he cambiado el título.
Alicia leyó la portada.

-“Enséñame el camino de vuelta”. Suena bien. ¿Es la última frase del libro, verdad?

-Sí. Toma. Es un regalo. Quería hacéroslo a Álvaro y a ti.

Alicia lo miró, contenta.
-Muchas gracias, Camilo. ¡Dedícamelo!

Camilo procedió a escribir una dedicatoria a su amiga.
-Toma, en la portada del libro…. Ya está…

-y aquí, aquí también… ya sabes que me gustan los marca-páginas…

Camilo procedió a firmar en la postal de Valencia que le había sacado Alicia, a quien le gustaba señalar sus libros de esta manera.

-…ajajá… los deseos de su señoría son órdenes para mí…
-¡Tonto!- Alicia abrazaba cariñosamente a su amigo mientras Camilo procedía a ponerle en la postal y el libro las dedicatorias pertinentes.

-Menuda has montado, chica- decía admirativamente Camilo, mientras le firmaba-. Luego vas a ser tú a que me dediques los libros.

-¡Anda ya! Ojalá fuera así, porque eso significaría que ésto tendría alguna repercusión. Pero mucho me temo que cuando todo pase no se hablará más del tema. Eso sí, como experiencia entre colegas, es muy positiva.

-¿De verdad crees que esto no va a tener repercusión, Alicia? Fíjate como están todos. Mira, lo pendientes que están de las abogadas de los países comunistas…

Camilo tenía razón. La increíble presencia de mujeres juristas venidas del otro lado del Telón de Acero, en la España de Franco, había despertado la curiosidad de todos. 

-Por lo pronto, ya estáis en los diarios.

La prensa nacional se estaba haciendo amplio eco de cuanto acontecía en el Congreso. Contrariamente a lo que pensaba Alicia, mucha gente estaba pendiente de ellas, porque casi todas eran mujeres.

-De aquí pueden salir muchas cosas, Alicia. Lo importante es que todo esto no caiga en saco roto-le dijo él.

Alicia lo miraba, pensativa. Pensaba en las últimas conferencias y el impacto que habían tenido en el auditorio. La situación legal de la mujer en los distintos países de las ponentes había sido ampliamente debatida, contrastando los distintos enfoques legales, sus ventajas e inconvenientes para la situación legal de la mujer. Y la situación de la mujer española, desde hacía casi cuarenta años, no era para tirar cohetes precisamente. Su conferencia había tenido muy buena acogida por parte de todos, abogadas y periodistas, y ya habían solicitado su  presencia varias colegas. No, todo eso no se podía quedar ahí. Alicia pensaba a toda velocidad.

-Aquí tienes.

Camilo le tendió su libro, con las dedicatorias, que Alicia leyó en voz baja mientras esbozaba una sonrisa. Camilo podría jurar que, al terminar, le brillaban los ojos.

“A Álvaro Iniesta, mi padre intelectual,
y a Alicia Peña, mi amiga del alma”.
Camilo Espinosa.

-Camilo….

A Alicia se le vino a la cabeza por un instante fugaz la noche en la que terminó de leer la primera novela de Camilo,  su entonces amigo en la facultad. Ella aún era una estudiante de 1º de Derecho, que vivía en la casa de sus tíos y tuvo que terminar el libro leyendo a media luz en su dormitorio, de madrugada, con cuidado de despertar a su prima Mati, que dormía tranquilamente en la cama de al lado. En el silencio de la noche, mientras toda la casa dormía, Alicia se emocionaba leyendo las últimas palabras del profesor  Guillermo a su alumna Natalia, los protagonistas  de la novela.  Hacía muchas noches que Álvaro y ella habían comentado ése episodio de sus vidas, cuando los recuerdos de sus primeros momentos juntos empezaron a aflorar, y ambos y hablaban a oscuras en la cama del dormitorio, cogidos de la mano. La sorpresa de ambos fue mayúscula cuando ambos recordaron esa lectura paralela de la novela, los dos de noche, a solas en sus respectivas casas, emocionándose a la vez con el final de la misma.

 

  
Guillermo, el todavía apuesto profesor de pintura, aunque las canas habían ido tomando poco a poco sus sienes, entró en el aula. Después de dar la bienvenida a los nuevos alumnos, echó un vistazo de rigor a los rostros de aquellos desconocidos. Y de repente su mirada se paró en seco, porque después de dos años, ella había vuelto.

Dudó, pensó por un momento que sus deseos le jugaban una mala pasada, como tantas otras veces. La veía por la calle, o en el parque, o el museo, y nunca estaba. Pero ésta vez, Natalia había vencido el dolor del rechazo y estaba otra vez ante él.

Por un momento, pasaron por su mente muchos recuerdos de aquel Lunes de hacía siete años, cuando Natalia llegó a aquel aula con la rebeldía de los dieciocho años y una sonrisa que podría iluminar el lienzo más tenebrista, y esa mirada entre insolente y perturbadora, y a la vez ingenua, que tantas veces había tratado de pintar en la soledad de su estudio. 

Y recordó entonces el daño que había hecho a la mujer que más había amado, por no atreverse a reconocer ése amor. Y sintió miedo otra vez y se sintió un cobarde, pero dejó la tarima y fue hacia ella. Natalia empezó a sonreir, perdonando de golpe todos sus sufrimientos. Porque el amor es generoso. Porque el amor que sentía por Guillermo era superior a todo. Y ahora lo tenía ante ella, y supo de inmediato que ése sí era su momento. No dijo nada. Sólo, escuchó a Guillermo: “Enséñame el camino de vuelta. Enséñamelo”.

       *****************************************
 
Alicia se pasó el dorso de la mano por los ojos, sonriendo.

-Camilo…. Dame un abrazo.

-Ayyyy, mi francesita del alma…. Siempre serás la compañera de mi vida…

Alicia y Camilo se abrazaron como dos viejos colegas que se reencuentran después de mucho tiempo. Alicia guardaría como oro en paño el libro de su amigo, con la postal dedicada. Su recuerdo siempre estuvo ligado al Congreso de Mujeres Juristas, que ahora estaban celebrando.

-¡Alicia!
-¡voy!

-¡Alicia! Te están buscando los responsables de la delegación de Italia. Y hay una propuesta para editar todas las ponencias que se presenten y distribuirlas entre las asistentes,  Y unos periodistas de Radio Nacional que…

Alicia era reclamada por todos lados, en medio de aquel bullicio.

-¡Camilo! Ven a visitarnos a casa, te esperamos. Así conocerás a Miguel, el pequeño. Ya tiene un año. Y hablamos más despacio de….

Alicia se despedía de su amigo a tirones, entre el maremágnum de gente, periodistas y abogados, juristas y demás fauna que había por allí, en el descanso entre conferencias.

El CONGRESO DE MUJERES JURISTAS había empezado a rodar.

Fin del Capítulo.
Continuará…

Nota- una parte de lo que se narra en éste capítulo está basado en hechos reales.

Cita: Mahatma Gandhi (1869-1948) Político y pensador indio.