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Primera página del relato

AVISO- En el archivo de JULIO he puesto un post de CRONOLOGÍA. En él se hace el resumen de personajes y fechas ordenadas, para poder seguir mejor la historia.

Capítulo 40

Capítulo 40.

Madrid, 1.962.
Exterior de la prisión de Yeserías.



“Por muy larga que sea la tormenta,
el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes”.

 
Khalil Gibran (1883-1931)
Ensayista, novelista y poeta libanés.






-¡Mati… vamos!

Matilde se volvió para echar el último vistazo. Los muros de la prisión se alzaban a su espalda, gigantescos y monolíticos. Le hizo gracia contemplar aquella parte, la exterior, el lado que nunca conoció y con el que todas las reclusas que estaban dentro soñaban con ver cuando estuvieran fuera. Entre esos muros había pasado siete años de su vida, ni más ni menos. Siete años en los que su juventud, si es que quedaba algo de ella, se había marchitado viendo pasar las nubes entre las rejas de su ventanuco, midiendo el patio dando paseos eternos alrededor de él, contemplando como cambiaban las manchas de humedad de la pared de su celda. Siete años en los que Mati tuvo tiempo de sobra de pensar sobre la vida, sobre los demás, sobre el mundo que se imaginaba fuera. Mati se imaginaba Madrid a través de lo que le contaba su prima Alicia en sus visitas, de las cartas y dibujos que le hacían sus sobrinas, cada vez más crecidas, y de quienes Alicia le traía fotos siempre que podía. Mati recibió las visitas de Álvaro cuando había novedades legales, las visitas de Doña Marcela que también la confortaron, y le hicieron llenar el vacío que sentía cuando no podía venir su prima. Mati recibió la noticia de la muerte de su madre en una de las visitas de su prima, cuando su madre ya estaba enterrada. Ni siquiera le habían dado permiso para asistir al entierro, a pesar de las insistencias de Alicia.

-¿Dónde está mamá?-preguntó ella después de conocer la noticia-. Espero que al menos no esté con … su marido.

Mati no pudo decir “mi padre”. Fue superior a sus fuerzas.

-No, Mati, no está en el panteón de los Roldán.

Alicia le explicó que sin saber muy bien qué hacer, decidió enterrarla junto al nicho de su madre, cerca de donde estaba la familia Caballero. Mati pareció aliviada.

-Alicia, por favor… cuéntame cómo fue, no me ocultes nada, por favor.

Y Alicia le contó lo más suavemente que pudo los últimos momentos de su tía. Mati escuchaba aguantando el nudo en la garganta que luchaba por salir. A Alicia le pareció ver alivio en la mirada de Mati, un poco de consuelo, cuando ella le dijo que murió sedada, sin sufrir, y cogida de su mano. Al menos no murió sola.

-¿Sabes, Alicia? De algún modo yo lo sospechaba. No decía nada, pero sospechaba que mamá no estaba bien, que tenía dificultades económicas. Algunas veces yo le preguntaba, pero ella no decía nada y me insistía en que todo estaba muy bien. Pero no era verdad, lo veía en su mirada y en sus gestos.

-La gente piensa que en la cárcel no nos enteramos de nada, pero nos enteramos de todo lo que pasa fuera. Los familiares muchas veces mienten. Mienten pensando que es lo mejor para nosotros, mienten para no angustiarnos con más preocupaciones, cuando es todo lo contrario. A ellos se les nota cuando no nos dicen la verdad. Y cuando nosotras nos damos cuenta de ello pensamos por qué nos están ocultando cosas. Y pensamos que tal vez haya pasado algo, algo muy gordo, algo que no se puede contar. A veces una verdad a su tiempo hace menos daño que muchos años de mentiras, aunque sea por piedad.

Alicia lo entendía perfectamente. Álvaro sintió lo mismo cuando estuvo preso. La misma sensación de impotencia, la misma congoja que tienen los que están dentro viendo sufrir a los que están fuera, sin poder hacer nada por ellos. Por eso, él también se lo decía a su mujer cuando venía a visitas a Mati.

-Es mejor que le digas la verdad. Por dolorosa que sea, será mejor aceptada. ¿Sabes lo que pasa por la cabeza de un preso cuando se da cuenta de que sus familiares le mienten? ¿Sabes lo difícil que es la zozobra vivida en soledad, sin poder hacer otra cosa nada más que pensar y pensar?

Alicia vivió desde el otro lado de la mesa la soledad compartida de su prima, y sintió como suyo el vacío que le vio en los ojos a Mati sintió cuando perdió a su madre. Ahora era ella la que se quedaba huérfana, la que se quedaba sin nadie en el mundo. Alicia volvió a recordar los momentos vividos hace muchos años atrás, cuando llegó a Madrid y perdió a su padre, y su misma tía estaba duspiesta a meterla en un orfanato. Solo que ahora Mati no estaba sola.

-Mati, nos tienes a nosotros. Somos tu familia- intentaba animarla Alicia, cuando la veía baja de ánimos.

Y Mati sonreía. Sabía lo que quería decir Alicia, pero también Alicia sabía que no era lo mismo. Al perder a su madre, perdía el único vínculo familiar directo que le quedaba. Estaba su hermano Carlos, pero seguían sin tener noticias de él.



Mati puso el pie por primera vez en la calle, despacio, con cautela, como sin terminar de creérselo. Llevaba en sus manos un escaso hatillo: al irse, repartió sus pertenencias entre el resto de las presas, y sólo sacó de allí los recuerdos más personales, cartas y fotos. Al fin y al cabo, ellas necesitarían mucho más las mantas en invierno, y los jerseys, y el abrigo de lana. Los jerseys hechos por Doña Marcela, que tanto le ayudaron a sobrellevar las crudas noches de invierno. Porque Mati aguantó como un junco. No se quebró ni una vez, ni siquiera cuando sus compañeras morían de gripes mal curadas, de pulmonías que no remitían, o de la tan temida tuberculosis. Las mantas que le hacía llegar Alicia le ayudaron, así como los jerseys tejidos por Doña Marcela, que le duraban poco en sus manos.

-Alicia, es que ha llegado una compañera nueva, ¿sabes? Y pasaba frío, y le he tenido que dar la manta que me trajiste el año pasado.

Y Alicia no decía nada, y a la siguiente visita le traía otra. Mati no podía ver a nadie pasar penurias. Daba lo que tenía ella, incluso aunque fuera lo único que tenía.

Mati sintió la calidez del abrazo de Alicia en la puerta de la prisión. El primer abrazo en libertad. LA extraña sensación que tenía al sentir que iniciaba un camino sin retorno, el de los que nunca más volverían a la cárcel, pero con esa extraña mezcla de melancolía por quien ha visto pasar un tercio de su vida allí, compartiendo confidencias e intimidades. Allí se quedaban sus compañeras de penurias, de fríos y de ayunos, que habían sido su otra familia durante siete largos años. Y la mezcla entre qué sería de ellas, cuando las volvería a ver y la tristeza por la separción a pesar de la alegría de la libertad, se agitaban en sus pensamientos.

-Matilde…- Álvaro le dio la mano cortésmente, mientras le cogía el escaso hatillo y les abría la puerta del coche.

-¡Vámonos!- Alicia apremió a su marido, que se acomodaba en el asiento delantero. Álvaro puso el motor en marcha. La cara de Mati estaba muda.

Y Álvaro le dio gas al coche, mientras Mati volvía la cara para contemplar por última vez a través de la ventanilla, el que había sido su hogar durante siete años.





 

Fin del Capítulo.

Continuará…


Fotos:
http://www.memoriaylibertad.org/lascarcelesfotos/yeserias4.jpg

5 comentarios:

Maria dijo...

CApítulo 40.

HE corregido algunos términos legales que me habeis dicho del capítulo anterior. GRacias.

GRupo de Alvaristas: ¿os podríais poner en contacto conmigo de alguna manera? por MP a los foros, o en mi cuenta de youtube.
GRacias.

purivilla dijo...

Muy bueno María, celebro que hayas decidido sacar a Mati de la cárcel y emprender una nueva vida junto a la familia que le queda.
A la espera del próximo estoy, gracias por tu tiempo.

Sacha dijo...

María, gracias por este magnífico relato, algunos capítulos son de una realidad que haces que los lectores se metan en la historia y disfruten de ella..

Me gusta mucho como describes la vida tan triste que le toco vivir al personaje de Mati, y como con el apoyo de su prima y marido sale adelante, algo que nos hubiese gustado ver a los espectadores y no tanta crueldad e impiedad como nos mostraron..

Anónimo dijo...

Muy Bueno Hermana ...Me ha gustado mucho como te has metido en la piel de alguién que está privado de libertad pero no de lucidez¡Un abrazo!

clavemas dijo...

María, Muy bueno! me ha gustado mucho como describes el ánimo seguramente devastado de la pobre Matí cuya vida es el sufrimiento personificado.

Celebro que al fin encuentre un lugar en el hogar donde lo que reina es el cariño y al amor, donde está la única familia que tiene.

María, agradecerte tu tiempo y tu ternura para un personaje tan desposeído de todo afecto. GRACIAS!