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Primera página del relato

AVISO- En el archivo de JULIO he puesto un post de CRONOLOGÍA. En él se hace el resumen de personajes y fechas ordenadas, para poder seguir mejor la historia.

Capítulo 48




Resumen de lo publicado- En el CAP.   17,   Rocío registra un armario del despacho de sus abuelos, y encuentra el cuadro de “SUSANA Y LOS VIEJOS”, escondido desde hacía muchos años. Dicho cuadro fue vendido por Alicia para obtener dinero para la fianza de Álvaro, cuando estaba en Carabanchel. Su tío Pedro le cuenta que su padre logró desempeñarlo, y le pide que lo guarde en su armario y guarde el secreto. No quiere que Alicia se altere más de la cuenta en los delicados momentos que atraviesa.

Capítulo 48.
Madrid, 1.989.


-¡Dame eso!
-¡JA, JA! ¡Ven aquí a buscarlo!
-¡Qué me lo des, te digo! ¡Ven aquí!

Rocío salía corriendo detrás de Javier, su hermano, con quien se llevaba dos años, y que estaba en su momento más intenso de incordio fraternal adolescente. Javier llevaba en la mano una cinta de cassette del grupo “MECANO” que le había quitado a su hermana cinco minutos antes. Sus padres estaban trabajando en el hospital y habían dejado a los niños en casa con la abuela, hasta que llegara Remedios, la enfermera, a cuidar de Alicia. Aunque ésta se encontraba relativamente estable, Ana no quería dejar a su madre sola con sus dos hijos adolescentes. Con Remedios, la enfermera, al menos  tenía la seguridad de que no pasaría nada que ella no supiera resolver desde el punto de vista médico. Amiga desde hacía varios años primero, y compañera suya en el hospital después, Remedios era ahora una mujer desconocida, y no la niña asustada y sin perspectivas que fue hacía varios años, cuando fusilaron a su padre en la cárcel y la familia se quedó en la calle sin recursos. Álvaro ofreció ayuda a la familia de Diego, su compañero en Carabanchel, les ayudó a salir del bache y costeó los estudios de sus hijos.  Pero aún faltaba un rato para que Remedios llegara, Alicia dormitaba, y los hermanos se incordiaban a sus anchas en la casa, como buenos adolescentes.

-¡Haz el favor de dármela ya! ¡No es mía! ¡Como me la rompas te vas a enterar!
-Ya sé que no es tuya. Es de Enrique, tu novio. ¡Rocío tiene no-vioooo, Rocío tiene no-vioooo!!!
-¡Te la vas a ganar cuando venga mamá, ya verás!
-¡Rocío tiene novioooo, Rocío tiene novioooo!!!
-¡Imbécil! …Y no tengo novio…. ¡¡dame ya la cinta!!


El niño salía de nuevo corriendo alrededor del sofá enarbolando la cinta en una mano, mientras su hermana intentaba cogerle dando vueltas al mismo. La puerta de al lado movió el picaporte. Alicia asomó lentamente pos la puerta, envuelta en su toquilla, cosa que pasó desapercibida a los hermanos, enfrascados en su pelea de adolescentes.

-¡¡Qué me la des de una vez!!
Javier hizo un quiebro y esquivó a Rocío, para luego meterse en su dormitorio. Un ruido de cosas cayéndose al suelo le sucedió.

-¡¡Ayyy!!
Rocío entró inmediatamente después. Al ver la cinta de Mecano tirada en el suelo, le faltó tiempo para cogerla y ponerla a buen recaudo.

-¡Trae ya, hombre!
-¡Ayyyy, mi mano…! ¡Tienes el cuarto hecho una porquería, mira como está todo, me he caído por tu culpa, aaayyyyyy……!

-¡Pues no habérmela quitado! ¡Si ahora te has caído, te aguantas! Tú te lo has buscado.
-¡Qué me he hecho daño de verdad, tonta…!
-¡Imbécil! Pues no haber entrado.
-Te la vas a ganar.
-¡Uy, qué miedo me das…!

-A ver… Déjame que te vea la mano.

Los dos hermanos volvieron la cabeza. La voz de su abuela asomaba por la puerta.

-¿Dónde te duele?- Alicia le preguntaba con voz dulce, cogiéndole de la mano.
-Ahí… al lado de la muñeca, seguro que me la he roto, aaayyyy…-el adolescente lloriqueaba poniéndose mimoso con su abuela.

-Ya está… no creo que te hayas lastimado nada, ¿ves? ¿A que ya se te va pasando?
-Ay… no, abuela, me duele mucho… he tropezado con los trastos que tiene Rocío tirados por el suelo…
-¡UY! ¡Qué mentiroso! Si las cosas las has tirado tú al entrar corriendo. Yo las tenía ordenadas.

-¡Mentira! Estaba todo por en medio.
-¡Pero serás…!
-Venga… niños… no empecéis otra vez…-Alicia le masajeaba la mano a su nieto.

-He tropezado con este rollo, jolín… lo tienes todo por medio…
-¡Eso estaba dentro del armario! ¿Por qué lo has sacado? ¡Me has estado registrando!
-¡Mentira!
-Me has registrado todo el cuarto para ver si encontrabas cosas de Enrique. Eres un imbécil. Y un crío. Eres un inmaduro. Te odio.
-Yo no te he registrado! Se ha caído solo, al abrir las puertas.
-¿Lo ves? Si tú mismo te delatas…

-Bueno… niños…. Ya está bien - Alicia no sabía cómo meter una palabra de canto en la discusión de los adolescentes.


-No está bien registrar en el armario de tu hermana, Javier. Y menos con las cosas de sus estudios.
-Si no son de sus estudios, abuela…

-¡Cállate, imbécil!
-… es un poster  que tiene Rocío…
-…¡qué te calles, he dicho!...
-…se lo habrá regalado su novio…
-..¡eres imbécil! ¡no tienes ni idea de nada!
-¡Rocío tiene novio! ¡Rocío tiene novio!

Javier se ponía de pie y salía corriendo del  dormitorio dejando a su abuela boquiabierta. La mano se le había curado milagrosamente.


Rocío se apresuró a recoger aquel rollo con el que había tropezado su hermano. Esperaba que su abuela no se hubiera dado cuenta.
-¿Qué es eso?
-Nada, abuela…
-¿Es un trabajo del instituto?
-Sí, abuela, algo así…
-Déjame que mire…

-No, abuela, ya lo recojo yo, si…
-Rocío…
-Trae, abuela, si esto no…
-¿Esto qué es? Esto no es un trabajo del instituto, ¿verdad?

Alicia cogía aquel rollo que le era extrañamente familiar. No podía ser, después de tantos años, que ya ni se acordaba de aquello.
-Abuela, no hace falta que…
-Dios mío… Rocío, ¿de dónde has sacado esto? Dime la verdad….
Alicia abría el extremo superior del cilindro de cartón y sacaba su contenido. Era él. El cuadro de “SUSANA Y LOS VIEJOS”.

-Abuela, no deberías estar aquí. Tienes que descansar, anda, vamos a la cama.
-¡Dime primero de dónde has sacado esto!

Rocío se detuvo un  momento antes de soltarlo. No tenía sentido mentirle a su abuela después de que ella lo hubiera descubierto.

-Lo encontré hace unos días, en el altillo del armario del despacho. Y lo escondí aquí, no sé porqué. Me lo dijo el tío.
-¿El tío Pedro? ¿Sabe él que está aquí? ¿Qué sabes del cuadro? ¿Qué ha pasado con él, que hace aquí? ¿Y  por qué nadie me ha dicho nada en todo éste tiempo?

De repente, Alicia tuvo un leve mareo que le hizo llevarse la mano a la cabeza. Rocío se asustó. Su madre les había dicho a los niños que se portaran bien y no le dieran disgustos a su abuela.
-Abuela… ¿qué te pasa? 

-No es nada… es la impresión… ven, ayúdame a ponerme de pie, llévame a la cama. ¡Pero trae eso! ¡Trae el cuadro conmigo! Quiero volver a verlo… tantos años y ahora esto…

Rocío ayudó con suavidad a su abuela y la condujo hasta su cuarto. La niña estaba azorada de pensar que con la impresión de lo que había descubierto, el estado de su abuela empeorase. Y todo por una dichosa cinta de Mecano que le había dejado un amigo suyo. Ayudó a su abuela a meterse en la cama y le pasó las mantas. Alicia se echó. Parecía cansada.

-Tráemelo, por favor.

Rocío obedeció. Con cuidado, cogió el rollo de cartón que albergaba el cuadro de “SUSANA Y LOS VIEJOS” y que llevaba más de cuarenta años escondido.

-¡Ábrelo! ¡Quiero volver a verlo! Ése cuadro era de mi padre, de tu bisabuelo Joaquín. Fue lo único que me quedó suyo, de recuerdo. Estuvo colgado en casa de mis tíos cuando estuve viviendo con ellos, al morir él. La tía Regina me lo devolvió  al poco de casarme con tu abuelo. Lo tuvimos guardado en el rollo, no quise colgarlo en el salón de casa, no sé por qué… pero no me apetecía verlo colgado. Me traía recuerdos funestos del pasado. Veía el cuadro, la inocencia de Susana, y las miradas lascivas que le rodeaban, y…. dios mío…cuánto tiempo…


Rocío desenrollaba el cuadro con cuidado delante de su abuela, mientras ella continuaba hablando.






-… un buen día lo llevamos tu abuela Marcela y yo a la casa de empeños… hacía falta dinero, tu abuelo estaba en la cárcel, y pedían una fianza altísima para dejarlo salir fuera… yo no lo dudé ni un momento, acudimos al cuadro. El cuadro, por tu abuelo. Y en la casa de empeños nos mandaron a un comprador que estaba interesado, nos dijeron que nos pagaría más por él.

Rocío se emocionó levemente al volver a recordar a su abuelo y sus vivencias en la cárcel.

-…cuando salió de la cárcel me prometió que lo recuperaríamos, que en cuanto fuera posible lo recompraría, daría con él. Pero yo no quise. Le dije que no, no sé muy bien por qué. Creo que pensaba que si el cuadro volvía a estar en la casa, él tendría que irse… ya sé que parece una tontería, pero al dejar atrás el cuadro sentía que me liberaba de una parte de mi vida que no me traía sino recuerdos amargos… Además, iba a ser casi imposible recomprarlo a alguien que lo acaba de comprar…

Rocío callaba. Podía entender perfectamente a su abuela.

-…ahora creo que empiezo a comprender algunas cosas… ¿qué sabes tú, Rocío? ¿qué es lo que te han dicho del cuadro?

-Abuela… es que me han dicho que no te diga nada… el tío Pedro no quiere que te pongas nerviosa.

-Rocío, por favor…  que ya no tengo tres años. ¿Crees que me sobra tiempo para estar con tonterías? Si he visto crecer a tu tío Pedro desde que llevaba pantalones cortos…

-Abuela, por favor, no hables así… te lo diré, me parece justo que lo sepas, aunque tampoco es que yo esté muy enterada.

-Ven, ponte cerca de mí- Alicia atrajo hacia sí a su nieta. Quería escucharla bien.

-Verás, abuela… el tío Pedro me dijo que el abuelo localizó al hombre que os lo compró, de casualidad. Y que también dio la casualidad de que el hombre tenía apuros económicos y en ese momento quería vender cosas suyas. El abuelo le compró el cuadro. Y seguramente pensó en decírtelo, abuela, pero nunca vio el momento. Y esperando, esperando… Me dijo que el cuadro fue empeñado varias veces más, a escondidas de ti, cuando hicieron falta cantidades importantes de dinero en efectivo.

-Pero si nunca tuvimos problemas económicos, cuando él ya salió de la cárc…

Alicia se detuvo en seco. Se acababa de dar cuenta.

-No, abuela. Eso era lo que tú creías. Pero el dinero del empeño del cuadro fue pagando cosas: los estudios de los hijos de Diego, Reme y Fermín, la fianza de Mati, tu billete de avión y depósitos para tu Congreso de Mujeres Juristas, las primeras ediciones de los libros del abuelo, el doctorado del tío… El abuelo reunía la cantidad necesaria con el tiempo, y de nuevo lo desempeñaba y lo guardaba. Y así, hasta la próxima.

-Y  yo que llegué a pensar que tenía negocios turbios, que me ocultaba cosas… y sólo quería protegerme.
-Pedro me dijo que te vio tan decidida a no recuperarlo que entendió que no querías volver a verlo.
-¿Y cómo sabe eso Pedro?

-Se lo dijo el abuelo un día, cuando Pedro ya era mayor y estaba casado. Le pidió que guardara el secreto.
Alicia suspiró.
-¿Quién más lo sabe? ¿Lo sabe la tía Mati?

-Creo que no, abuela. Sólo el tío Pedro y mamá. Bueno, y yo, que me lo encontré por casualidad, mientras miraba que había en los armarios.
Rocío se ruborizó el confesar que había estado registrando.


-¿Por qué no me lo dijiste…?-Alicia le hablaba a un Álvaro que ya no estaba con ella. Rocío guardó un respetuoso silencio. Los recuerdos acudían de golpe a la mente de su abuela, que estaba asimilándolos. 

Durante un rato, abuela y nieta permanecieron en silencio, mirando al vacío, absortas en sus pensamientos. Alicia se enjugó una lágrima.
-Abuela… yo no quiero que te pongas triste ahora…
-Ay… mi niña… no estoy triste. Es que esto me ha sorprendido. Ven.
Alicia quiso cambiar de tema para no preocupar a su nieta.
 
-¿Te has acordado hoy del canario? ¿Le has puesto comida? ¿Y lechuga fresca?
-Sí, abuela, y agua limpia, para que se bañe.
-¿Y el bizcocho?
-Sí, abuela. También le he puesto bizcocho.


Rocío recordó a su abuelo. Él era el encargado de ocuparse del pájaro cuando aún vivía.
-Muy bien, mi niña. Mira, ¿lo estás oyendo cantar?
Rocío sonrió. Era su abuela la que le animaba a ella al intentar cambiar de tema.

-Oye, abuela…
-Dime
-¿Te puedo hacer una pregunta?
-Claro. Dime.
-Es que… verás, yo….
-Dime…
-Es que… no sé muy bien cómo…
-Anda, dímelo sin miedo… te prometo que te guardaré el secreto…

Alicia intuía que su nieta iba a preguntarle sobre algún asunto relacionado con los amores. Últimamente andaba de cabeza con el tema, un chico compañero de clase la llamaba casi todos los días, y Rocío parecía haber olvidado definitivamente el tema de la agencia de modelos.

-¿Cómo se…? Oye abuela…
-Dimeeeeee…
Rocío no sabía ni como formular la pregunta
-¿Cómo sabías tú que el abuelo era el hombre de tu vida?
-….-
-¡ja, ja, ja!

La pregunta tan simple de la nieta hizo carcajear a la abuela, provocando el acaloramiento de la susodicha.
-Abuela… pero no te rías…
-¡Ay mi niña! ¡Qué gracia que tienes y qué bonita eres! ¡Ven aquí!
-Ainss…abuela…

Alicia le decía la misma retahíla que cuando era una niña pequeña, y Rocío se resistía con todas sus fuerzas.
-Verás… en realidad, eso no lo sabes nunca.
-¿Ah, no?

-No. Tú quieres a una persona, sientes que la necesitas, que no podrías vivir sin ella, que quieres tenerla cerca de ti las veinticuatro horas del día. Eso es amor, Rocío. ¿No te has enamorado nunca?
-Abuela….- Rocío se ponía de color encarnado.

-Pero esa relación es como una planta que siembras en la maceta. Tienes que cuidarla todos los días, ponerla al sol, regarla con cuidado. Porque si la descuidas, la pierdes para siempre.

-Entonces, ¿cómo se sabe si la persona de quién estás enamorada es la adecuada? ¿Cómo sabes si es el hombre con quién quieres pasar el resto de tu vida? ¿Y si te equivocas?

-No lo sabes, mi niña. Simplemente le quieres. Y luego viene todo lo demás. Pero tú tienes que ayudar un poquito. Si quieres a alguien, tienes que luchar por esa persona durante toda tu vida, con todas tus fuerzas.
-¿Y eso como se hace, abuela?

-Tienes que ver por sus ojos, y él por los tuyos.

Rocío pensaba en sus abuelos. Nunca vio un mal gesto entre ellos desde que tuvo uso de razón. Siempre les recordaba juntos, paseando con los nietos e hijos pequeños. Durante los años 70, tanto Alicia como Álvaro disminuyeron su actividad profesional y dedicaron más tiempo a la familia, que crecía. Rocío les recordaba en destellos fugaces de memoria, dándose una caricia o mirándose con ternura. Cuando era más pequeña decía que quería tener un marido como su abuelo.

-¿Y nunca os peleabais, abuela?
-Claro que nos peleábamos. Y discutíamos. Todos los matrimonios discuten.
-¿Ah, sí? Pues yo nunca os vi pelearos.

-¡Claro que lo hacíamos! Pero tu abuelo y yo ya nos conocíamos muy bien. En realidad, nos conocíamos tan bien que sabíamos casi exactamente qué es lo que le disgustaría al otro, y de ese modo evitábamos hacerlo. Así cada vez discutíamos menos. Al final, llegamos a ser casi como un equipo. Tu abuelo fue un hombre maravilloso.

El timbre del portero automático sonó. Rocío se levantó como un resorte para abrir, antes de que su hermano lo hiciera primero, tras venir corriendo desde su cuarto.

-¡Lárgate! ¡Es para mí!
-¡¡Rocío tiene no-vio!! ¡¡Rocío tiene no-vio!!
-¡Qué te calles, pesado!
Rocío contestaba al portero automático mientras su hermano se metía de nuevo en su cuarto cantando para chincharla. Alicia le oía contestar desde el dormitorio.

-Si… pero es que… es que estoy con mi abuela y no la puedo dejar sola, y….

Alicia se quedó pensativa. Sin duda era Enrique, el chico que últimamente llamaba a Rocío por teléfono y que alguna vez había subido a casa, a estudiar con ella, provocando el cachondeo de su hermano pequeño. Alicia no quería que Rocío se privase de salir por ella.
-¿Quién era?

-Nada, abuela, un amigo, pero ya se ha ido.
-Rocío… anda…
-Dime, abuela.

-Ayúdame a acostarme, quiero dormir un rato, tranquila, me ha dado sueño. Y no te preocupes por mí. Pero corre y dile a ese chico que te espere. Lía el cuadro y guárdalo en el rollo.

Rocío obedeció. Metió el cuadro dentro de su embalaje protector y lo depositó en el suelo de pie, apoyado en el armario de la habitación.
-¿así?

Alicia asintió.
-y ahora, corre y vete con ese chico que te ha llamado. Seguro que te está esperando abajo.
-No, abuela, no pasa nada, si ya se ha ido. Me quedaré aquí.
-Rocío, ven, asómate a la ventana.
Rocío obedeció. Desde la ventana del dormitorio de su abuela, se divisaba toda la plaza peatonal. En efecto, Enrique estaba allí, sentado en la cafetería. 

-No se ha ido, ¿Verdad?
-No…
-Pues ¿a qué esperas? Corre, y vete con él. Te está esperando.
-¿Pero tú estás bien, abuela?
-Claro que estoy bien. Además, pronto vendrá Remedios. Y se queda tu hermano conmigo. ¡Anda, no pierdas más tiempo!
-¡Vale!

Rocío corrió a ponerse los zapatos  y la chaqueta. La niña no podía disimular su entusiasmo.
-¿No se te olvida algo?
-ay, abuela, claro…
Rocío volvió sobre sus pasos y le dio un beso a su abuela.
-Y ahora, corre… vete ya. Y luego me lo tienes que contar todo, acuérdate.
-Ay, abuela… si no hay nada que contar…- Rocío se volvió a poner de color encarnado, antes de salir por la puerta sin poder disimular su emoción.


Alicia se arrebujó en las mantas, mirando a una de las butacas, que estaba vacía.
-Se nos ha enamorado la niña, ¿te acuerdas? Y parece que fue ayer cuando nació…














Luego cerró los ojos. En aquella butaca no había nadie.

Fin del capítulo.
Continuará…


10 comentarios:

Maria dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Sacha dijo...

María, esplendido el capitulo, me gusta la relación de Rocío con su abuela...

Sobre el cuadro también me ha gustado mucho, la historia que le adjudicas, me parece entrañable, es como si fuese un homenaje al abuelo Joaquin.. Sólo decirte que te felicito por este capitulo tan estupendo..

Maria dijo...

Bueno, aquí teneis de nuevo a la abuela y la nieta, en un capítulo un poco de transición, aunque imprescindible para los capítulos finales..


Capítulo 48.

GRacias por vuestros comentarios anteriores.

purivilla dijo...

Me gusta la relación de Alicia con su nieta, María. La niña ya sabía elegir bien y en su abuelo veía al hombre ideal.
No es la primera, muchas otras ya lo pudimos constatar y saber que hombres como ese no abundan, gracias por este nuevo capítulo.

Anónimo dijo...

Muy real Hermana . Me ha gustado el final de Alicia hablando con su marido....Que bonito!

Un Grupo de Alvaristas dijo...

María,

¡Que bonito capítulo!

Nos ha encantado la ternura que todo él encierra.

Muy entrañable la relación entre la abuela y la nieta.

Pero lo más emotivo ha sido los recuerdos que Alicia guarda de Alvaro y como sigue estando tan cerca de él.

Muchas gracias por hacernos pasar un rato tan agradable.

Estamos a la espera del próximo relato.

Recibe un fuerte abrazo.

Un Grupo de Alvaristas

Un Grupo de Alvaristas dijo...

María,

Disculpa, pero nos ha salido duplicado el comentario.Por favor, anula el mensaje nr.7.

Gracias

Un Grupo de Alvaristas

Un Grupo de Alvaristas dijo...

María,

Disculpa, pero nos ha salido duplicado el comentario.Por favor, anula el mensaje nr.7.

Gracias

Un Grupo de Alvaristas

rodas dijo...

Susana y los viejos o el cuadro "'ayuda en apuros"" te ha dado pie a un buen capítulo en el que las ganas de chinchar de un hermano menor pone de manifiesto el ingenio del abuelo para cumplir su promesa. ¿ El retorno del cuadro no será el final anunciado de Alicia, verdad? si es así voy a echar de menos el despegar de Rocio.

clavemas dijo...

Estupendo capítulo! Qué buena historia! Y de que gran utilidad fue aquel cuadro único recuerdo de su padre. Entrañable la relación abuela-nietos. Qué gran huella ha dejado el maravilloso abuelo Iniesta en el corazón de todos y cuando digo todos también me incluyo.
Gracias María!