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Primera página del relato

AVISO- En el archivo de JULIO he puesto un post de CRONOLOGÍA. En él se hace el resumen de personajes y fechas ordenadas, para poder seguir mejor la historia.

Capítulo 49



Resumen de lo publicado- Tras morir Regina Caballero (CAP.38) , Alicia se dispone a buscar a su primo Carlos, que está desaparecido. Las noticias que le llegan de él no son nada buenas: Carlos se haya metido en asuntos turbios, drogas, deudas de juego, ajustes de cuentas, etc... Alicia y Mati van a visitar a Ángel y Sole, en las chabolas del Pozo, último lugar del que tienen noticias de su primo Carlos. Pero él no se deja ver, a pesar de los esfuerzos de ambas por encontrarle. (CAP.41).


Capítulo 49.
Madrid. 1979.
Instituto Anatómico-forense.







 La puerta delantera del taxi se abrió, para dejar salir a un hombre alto, con la gabardina en su mano. Con el semblante serio, Álvaro pagó al taxista, cerró la puerta del coche se dirigió con celeridad hacia el interior del recinto. En un santiamén, atravesó la entrada ajardinada y subió de dos en dos las seis escaleras de la entrada del  edificio. Inmediatamente se dirigió al mostrador de información.

-Buenos días, Busco a Alicia. Alicia Peña Caballero…
-Un momento. Perdone, pero no…
-No, no, Roldán Caballero.  Matilde Roldán Caballero.

El encargado miró en su cuadrante. Roldán Caballero era uno de los apellidos que habían entrado en los últimos días.

-¿Carlos Roldán  Caballero? ¿Es familia suya? Al fondo del pasillo, a la derecha.
-Gracias.

Álvaro aceleró el paso mientras atravesaba el oscuro pasillo, para  llegar a la sala de espera del fondo. La figura de Alicia sentada en una de las butacas, le hizo dar un vuelco al corazón. La sala de espera estaba vacía en ese momento. Las paredes blancas e impolutas, y la ausencia de elementos decorativos daban a aquello una extraña asepsia que remarcaba el carácter “forense”  de aquel lugar, y hacían empequeñecer la figura de Alicia. Vestida con una sobria falda de tubo negra, y blusa color marfil, Alicia levantó la vista al ver a Álvaro llegar frente a ella y se dejó abrazar por él. Tenía los ojos enrojecidos por el llanto.
 



-¡¡ALICIA!! ….¿estás bien?....¿Qué ha pasado?...¿Por qué no me has esperado?- preguntó él.

En silencio, Álvaro espero largo rato que su mujer se tranquilizara mientras ella le iba contando lo ocurrido a retazos, dando respuesta a sus preguntas. 

-Se han presentado las cosas así, de improviso… No había tiempo para esperas. Al fin y al cabo…¿cuánto tiempo llevamos ya esperando?
-¿Has entrado ahí dentro?

Su mujer asintió. Álvaro cerró los ojos y se lamentó para sus adentros de no haber llegado  a tiempo. Le hubiera gustado que no hubiera tenido ella  que pasar por el  trance de identificar el cuerpo de su primo. 

-Hemos entrado las dos, Álvaro. Mati también. Yo le dije que se quedara fuera pero ella insistió en entrar, quería verlo con sus propios ojos, al igual que yo.  Después de tanto tiempo, teníamos que verlo por nosotras mismas. No, no pongas esa cara. Sabes que no es el primer muerto que veo, por desgracia. Ya no me impresiono tan fácilmente como antes.

En calidad de abogada, el depósito de cadáveres no le era desconocido a Alicia, quien ya lo había visitado en varias ocasiones a lo largo de su carrera profesional. No era un trámite que le impresionara mucho, pero aquel sitio le daba grima. Si podía, evitaba tener que ir allí.

-A pesar de eso, me podíais haber esperado, hubiera entrado yo sólo y no hubieseis tenido que pasar por  ese trago…
Alicia sacudía la cabeza.

-No, Álvaro… teníamos que entrar. ¿Cómo no íbamos a entrar, con la de años que llevamos así? ¿Crees que nos  hubiéramos quedado a gusto si no lo vemos con nuestros ojos?

Alicia se enjugó una lágrima mientras Álvaro la volvía a abrazar. Al sentarse ambos en los butacones de la sala de espera, Alicia  sintió la necesidad de arreglar el botón negro que Álvaro llevaba prendido en la solapa de su chaquetón. Desde que hacía cuatro meses   murió su madre,  Álvaro lo llevaba siempre puesto. La misma Alicia, que nunca se puso luto por nadie de su familia, se sorprendió ella misma al sentir  la necesidad de mostrar su dolor por la persona que le había dado su afecto durante todos estos años. No era un luto riguroso para la costumbre que se llevaba en la época, pero sí era obvio que su vestuario se había vuelto más sobrio y austero. Ella nunca creyó que hubiera que manifestar externamente el dolor, ni dejarse llevar por unas normas sociales. Sencillamente, es que no le apetecía vestirse de colores. Su cuerpo no se lo pedía. Ni a su marido tampoco. El vacío de Doña Marcela aún les era extraño. Doña Marcela se fue de este mundo igual que  lo haría su hijo diez años después: en silencio y sin hacer ruido. Todo un ejemplo de mujer, simplemente murió, cuando en su casa todos dormían, y a la mañana siguiente su hijo se acercó a su cuarto  extrañado  de que aún no  hubiera despertado su madre. Alicia ya se temió lo peor cuando vio que Álvaro tardaba más de lo habitual en salir de la habitación.  La muerte de Doña Marcela, cayó como una losa sobre los Iniesta en general, y sobre ella en particular, que volvió a revivir todos sus recuerdos de niña ante la muerte de su madre, primero, y la de su padre, unos años después. Alicia volvió a sentir ese vacío, mitigado ahora por la cercanía de su familia, pero el vacío, al fin y al cabo, que siempre supone la pérdida inesperada de un ser querido. A Alicia se le murió la suegra, la abuela de sus hijos y la mujer que le había ayudado a criarlos.  A Álvaro al menos  le quedó el consuelo de saber que su madre había sido feliz en los últimos años de su vida: había visto llegar la democracia a España. Aún recordaba la mirada de orgullo y satisfacción de su anciana madre cuando vio al fin publicado el primer libro de su hijo, ya entrados los 70, y cuando acompañada de toda la familia y apoyada en el brazo de su hijo y de su nuera, entraba al colegio electoral a depositar su voto en la urna.

-¡Ay, dios mio…! Y pensaba que ya nunca más vería esto…

 La mujer, que apenas veía, derramó lágrimas al votar “sí” a la Constitución, mientras Alicia y Álvaro la sostenían del brazo. La ya bisabuela pasó los últimos meses de su vida atendida por Alicia y Mati, que la ayudaban a vestirse y a sentarse en el sillón mientras los bisnietos se le sentaban en las rodillas y le contaban cosas cerca de ella. Por las tardes, la sacaban a la plaza, a que le diera el aire y a estirar las piernas. Doña Marcela vivió lo suficiente para ver publicados los primeros libros de su hijo Álvaro, los que el Régimen no consintió en permitir, y que ahora verían la luz para formar a futuras generaciones de abogados.

************************************

Álvaro permaneció abrazando a su mujer en silencio, no se sabe por cuánto tiempo. Tan sólo se oía el ronroneo de las máquinas de refrigeración de la sala contigua. Alicia se quedó callada durante un buen rato, para posteriormente, con el gesto hierático, decir sorpresivamente….sin más:
-No era él.
-¿…cómo…?



-Que ese desdichado que hemos identificado no era él.
Álvaro estaba atónito.
-¿Cómo que no era él? ¿Pero lo habéis identificado, o no?

-Sólo es un saco de huesos. ¿Quién va a identificar eso,  Álvaro?  Mati ha reconocido una medalla suya, sí, y tiene su documentación, pero nada más. El forense dice que coincide con sus características antropométricas, pero… no, Álvaro. No es él.

-¿Y.. cómo ha sido… la muerte?

-Dice que no hay signos de violencia, ni huellas de bala, ni de haber sido golpeado. Seguramente murió por causas naturales. Pero algo me dice que ese hombre no es mi primo. Sí, ya sé que no tengo pruebas, pero tampoco las hay de que lo sea, Álvaro.

Álvaro se quedó pensativo. Entendía perfectamente a Alicia, quien se debatía entre lo que le dictaba el corazón, por un lado, y las ganas de localizar a su primo, y por otro, el pensamiento lógico de una  abogada.
-¿Y Matilde, qué dice?

-MAti está deshecha. Pero aliviada, al mismo tiempo. No podía vivir más tiempo con la incertidumbre que hemos tenido, Álvaro, tú lo sabes mejor que nadie. Pero no le ha sentado nada bien mi negativa a identificarlo. Ella dice que sí que es él. La medalla es suya, es una medalla que tenía Carlos desde pequeño. Se la regaló mi tía Regina cuando hizo la comunión. ¿Quién sino él tendría esa medalla? Eso es lo que dice ella. Se ha echado a llorar nada más verla.

-Pero no sé, Álvaro. Todo esto es muy raro. Hacía mucho que le habíamos perdido la pista. Ni siquiera el “Quini” sabía nada. Lo vi la semana pasada, y estoy segura que me hubiera dicho algo.

El “Quini” era uno de los muchos clientes de oficio que tuvo Alicia, y que de vez en cuando le soplaba información sobre los bajos fondos. Ex yonqui, Alicia ya le había conseguido trato de favor y visitas familiares. “Lo hago por tu familia, Quini. Haz el favor de no caer más, que tienes cuatro criaturas en casa”. No abogada, decía él cuando salía. Le prometo que ya estoy desenganchado. No volveré al talego, se lo juro por mis niños. Pero el Quini volvía a dar tirones y robos de poca monta, con tan mala suerte que acababa dando con sus  huesos en la cárcel, y dejando a la mujer a cargo de cuatro criaturas sin padre. Tras cumplir condenas, el Quini la llamaba cuando oía noticias de Carlos Roldán, alias “el Charli”, en el mundillo.

-Dicen que le buscan “los Tocones”, abogada.
-¿Los quién?
-Los “Tocones”. El “Quini” se refería a la última banda relacionada con el tráfico de heroína. 

-Iban a dar un golpe y no pudieron por su culpa. Se la tienen jurada.

Esas son las últimas noticias que Alicia recibió de su primo. Nada sobre desapariciones, y mucho menos, muertes. Noticias, que por supuesto, Alicia se abstuvo de contar a Mati. ¿Para qué preocuparla innecesariamente?


Álvaro siguió hablando.
-¿Y si esa persona no es tu primo Carlos, quién es, entonces?
-Ahí está el quid, Álvaro. ¿Quién es? Posiblemente es algún desgraciado que nadie reclama. Quien sabe el lío en el que anda metido mi primo, que le ha llevado a querer desaparecer del mapa de manera definitiva. …

-¿Y los detectives del caso?... ¿qué dicen de esto?
Alicia se encogió de hombros.

-Les da igual todo. Con las ganas que tenían de dar carpetazo a éste caso, ¿tú crees que teniendo un “cadáver” con las pertenencias que ha reconocido la hermana del difunto, ¿van a investigar? Además, la policía tiene ahora otras prioridades que un yonki con identificación dudosa. Para ellos será un caso cerrado.
A Alicia no le faltaba razón. Con una España en plena transición, la policía tenía otras cuestiones más urgentes que atender que un yonki al que llevaban rastreando pistas falsas desde hacía más de quince años.
-Mati se ha enfadado conmigo. Ella quiere enterrarlo junto a mi tía. Quiere que descanse en paz, de una vez por todas. Quiere tener un sitio a donde llevar flores y recordarlo con serenidad. Mati lleva más de veinte años sufriendo por su hermano. Álvaro, esto no hay cabeza que lo resista.

Alicia continuó hablando.
-Estoy segura que algún día, los medios de identificación de cadáveres serán exactos. Y se podrá exhumar el cuerpo y confirmar definitivamente quién ese infortunado. Y algún día lo  desenterraremos a esa persona y se podrá comprobar con exactitud que no era Carlos.

La puerta se abrió. La figura enlutada de Mati apareció por la puerta, llorosa, portando una bolsa de papel donde llevaba la documentación y objetos personales del cuerpo aparecido, así como la medalla de oro que le había llevado a identificarlo como su hermano. Al verla, Alicia y Álvaro se levantaron y acudieron junto a ella. Alicia la abrazó y la cogió del brazo para salir de allí. Esa tarde sería el velatorio y al día siguiente el entierro.

-Vamos, Mati… Salgamos de aquí…

Fin del capítulo.
Continuará…




8 comentarios:

Maria dijo...

Os dejo el CAPÍTULO 49.

Como veis, vamos avanzando en los años, nos acercamos al final, y la vida pasa inexoráblemente.
Los personajes empiezan a despedirse.

Maria dijo...

Como veis, estoy poniendo al principio de los capítulos un pequeño resumen, para no perderse entre la trama. Ya son muchos capítuos para seguir y recordar.

purivilla dijo...

!Ay¡María que te veo venir, te pones más tétrica que los guionistas de AETR, ya empezamos con los decesos.
El capítulo muy bueno como siempre, gracias por tu tiempo.

Sacha dijo...

Entrañable el capítulo... se me han puesto los ojos lagrimosos al leer la muerte de D.Marcela..y también pena por la posible muerte de Carlos..

Me ha parecido un buen capítulo, triste pero muy bueno.. Felicidades!

clavemas dijo...

María, muy bueno, pero muy triste. Me ha conmovido la muerte de doña Marcela, madre como pocas y mujer admirable si las hay.

También el desgraciado final de Carlos Roldán, que era un hombre atormentado seguramente y cayó en las garras de la droga.

Muchas gracias María.

rodas dijo...

Mi comentario no salió, esto parece el foro ha, ha, ha.
ya lo creo que debes continuar, ahora estamos intrigados por saber si es él o no quién es él. Comienzas con Carlos y de paso nos das la mala noticia de la madre de Alvaro y ya ves, a Mati me la imagino de luto pero a Alicia como que no.

Un Grupo de Alvaristas dijo...

María,

Muy bueno el relato, aunque muy triste; hemos sentido mucho la muerte de Dª Marcela, uno de los personajes más queridos y admirados. Aunque parezca mentira, nos ha producido tristeza; como si de verdad se tratara.

Nos da pena también, "el posible final" de Carlos Roldan, dada las circunstancias.

Somos conscientes que nos queda lo peor, porque así empezó la novela.
Timidamente, queremos comentarte, que si al menos Alicia se sobrepusiera y pudiera sobrevivir a Alvaro, sería un alivio para todas las seguidoras de esta historia.

Nuestras felicitaciones por lo bien tratado que está el capítulo.

Gracias por dedicarnos tu tiempo.

Un fuerte abrazo
Un Grupo de Alvaristas

elenapita dijo...

maria, mil gracias por esta historia, es un capitulo triste , la vida pasa y los personajes se despiden, es una pena que carlos cayera en las drogas pero es comprensible con todo lo que pasó y sufrió
te repito que los guionistas deberian de tomar nota
un besazooooooooooo
posdata , es una pena que quede poco