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Primera página del relato

AVISO- En el archivo de JULIO he puesto un post de CRONOLOGÍA. En él se hace el resumen de personajes y fechas ordenadas, para poder seguir mejor la historia.

Capítulo 50

Resumen de lo publicado: en el capítulo anterior, Alicia descubre el cuadro de “SUSANA Y LOS VIEJOS” escondido en el cuarto de su nieta Rocío. Ésta le cuenta porqué su abuelo lo mantuvo escondido y no le dijo nada a ella en todos estos años. El cuadro se queda guardado en su rollo en una esquina del dormitorio de Alicia. Al poco rato llama al portero automático Enrique, un compañero de estudios de Rocío.  Animada por su abuela, Rocío baja a la calle a dar un paseo con él.

Capítulo 50.
Madrid. Mayo de 1.989.


-¿Y qué ha pasado? Cuéntamelo…
-Ainsss.. abuela… nada, qué quieres que pase...
-Venga… ¡cuéntame dónde fuisteis!... ¿Al cine?
-aayyyy…., no abuela, no fuimos al cine, no daba tiempo. Nos fuimos a dar un paseo por el parque. Y luego nos sentamos en un banco.
-Aahhhh…. ¡os sentásteis los dos en un banco!... ¿y qué más?...
-….ay….abuela….
Ana observaba la puerta entreabierta y miraba a su madre y a su hija hablando en voz baja, la una al lado de la otra. Rocío se había echado en el suelo sentada, a los pies de Alicia, que estaba sentada en la butaca con una manta en sus rodillas. Ambas cuchicheaban como dos adolescentes.


 
-¿Qué se traerán entre manos?- pensó un poco escamada.

De repente, sonó el timbre de la puerta.  Ana se puso en guardia. Hacía tiempo que no oía tocar el timbre de esa manera tan peculiar, más exactamente, un año y cinco meses, el tiempo que llevaba su hermano pequeño Miguel fuera de casa. El timbre volvió a sonar con insistencia, con  un sonido familiar, de alguien que  anuncia su llegada sabiendo que va a ser bien recibido. Seguramente se habría encontrado el portal de la calle abierto, porque ya estaba arriba, en la puerta del piso. No podía ser él, si no lo esperaban hasta el día siguiente. Ella misma iba a ir con su marido a recogerle al aeropuerto.

Ana se asomó por la mirilla, y enseguida abrió la puerta, visiblemente emocionada.
-¡AAAYYY! ¿Pero cómo no has avisado para que fuéramos a recogerte? ¡Ven aquí!

En la puerta, con dos maletas impresionantes, un joven de unos veinte años y porte noble y elegante, se fundió en un abrazo con su hermana mayor.
-¡MAMÁ! ¡Mira quién ha venido! ¡Ha venido desde Holanda! ¡Ya está aquí! - Ana gritaba mientras ayudaba a su hermano a meter las maletas, y éste avanzaba por el pasillo, para abrir la puerta del dormitorio y correr a abrazar a su madre. Al verlo, a Alicia se le iluminó la cara y se levantó como impulsada por un resorte, mientras las lágrimas de emoción acudían a su cara.

-¡¡MIGUEL!! ¡¡AY, Miguel, mi niño!!...


***************************
Madrid, 1.968.


Miguel vino al mundo  una mañana de primavera del año 1.968. Cuando ya nadie le esperaba, cuando sus hermanos estaban grandes, y su madre guardaba contenta las cosas de bebé, las cunas y la ropita de recién nacido,  con la satisfacción del deber cumplido y   la ilusión de que sirvieran para los nietos que seguramente llegarían, mientras  su hermanos preparaban su boda el uno, y aprendía a leer el otro,  y sus hermanas  crecían y se convertían en mujeres. 

Miguel desplegó con fuerza sus pulmones, como quien dice aquí estoy yo, he nacido, aunque no os lo creáis.
La primera sorpresa se la llevó su madre, cuando recibió la noticia. Iba acompañada de su prima Matilde, en su revisión rutinaria al médico.

-Últimamente noto unas molestias,  unos desarreglos… no sé… será menopausia…
-¿Qué cosas dices, Alicia! No lo creo. ¿Cómo va a ser menopausia?  Si eres muy joven. A lo mejor es que estás embarazada.

-¿Embarazada? ¡Qué cosas dices, jaja! ¡A estas alturas de la vida! Ya no tengo edad para cambiar pañales, y menos, para alumbrar a otra criatura. Ya he tenido cuatro hijos. Y ya tengo 38 años.
-¿Y qué? Llegará un momento en el que será normal ver a una mujer de más de cuarenta años quedarse embarazada.

Era evidente que la prima Mati tenía el don de la clarividencia, cosa que ella desconocía.

-Seguro que son nervios. Últimamente no descanso bien, con los preparativos del dichoso Congreso.
Alicia se hallaba organizando todo lo necesario para la celebración del CONGRESO INTERNACIONAL DE MUJERES JURISTAS, que tendría lugar al año siguiente. Pero la noticia llegó por sorpresa. No era menopausia. Ni nervios. Otra criatura venía en camino. La sorpresa de la futura mamá era directamente proporcional a la guasa de su prima, que no paraba de carcajearse.


 -¡Ja, ja, ja…Anda que menuda sorpresa…! -Mati se reía durante todo el trayecto.
-No tiene gracia, Mati. Esto no me lo esperaba. No me puedo creer, lo que me ha hecho mi marido…

-¿Qué no te lo esperabas? Jaja.  Pues tú sabrás lo que has hecho, prima.
-Mira que me dijo que tendría cuidado. Esto ha sido el aire de Valencia, tanta playa y tanto mar… dios mío…  y qué voy a hacer yo ahora, con lo que se me viene encima…
Alicia cavilaba en voz alta mientras Mati a su lado se hartaba de reír imaginando la situación.

-¿Qué le vas a decir a Álvaro?
-No se lo voy a decir. Se la voy a cortar, directamente.
-¡Ja, ja, ja…!

Y las dos primas entraban en el portal, mientras se cruzaban con la vecina del  3º, la viuda del falangista, que las miraba como un cuervo ávido de cotilleos. Seguramente la buena mujer se escandalizaría cuando volviera a ver a Alicia con un nuevo embarazo.

Mientras, el marido de Alicia y futuro padre de la criatura estaba en casa ajeno a todo, metido hasta las orejas en su último artículo, para presentarlo en el próximo curso que tenía que dar. Eso fue hasta que vino su mujer a darle la buena noticia:

-Cariño…¿estás aquí…? Ven, siéntate en esta silla…
-¿qué?
-Que vengas aquí, que te tengo que decir una cosa…

Y Mati desaparecía por el pasillo con cara de guasa, mientras Álvaro escuchaba con la boca abierta lo que le iba a decir su mujer:
-No es menopausia. Estoy embarazada. Vamos a tener otro hijo. Tú sabrás qué comes últimamente, que no paras de embarazarme…


********************************


Y Miguel vino al mundo de pie. Como si el destino le quisiera marcar desde el nacimiento, el niño pequeño, el adorado por todos, al que siempre le salieron las cosas bien. Fue la primera sorpresa que les dio cuando Lucía, la matrona, daba la noticia, a una Alicia que le era imposible parirlo acostada y se tuvo que poner de pie para hacerlo, sostenida por Álvaro. En apenas un parto de dos horas, Miguel ya estaba en el mundo.

-Dios mío… los pies, vienen los pies por delante, pasadme una toalla… éste niño va a nacer de pie.

Y cogiéndolo liado en la toalla para que no se les escurriera, Miguel vino al mundo de pie, como tantas y tantas veces caería así en el resto de su vida. Miguel nació en casa, a pesar de todas las voces que  le  dijeron a Alicia que fuera a un hospital, empezando por la de su hija, la futura médico.

-Mamá… que ya no tienes veinte años. ¿Y si pasa cualquier cosa? Es mejor para ambos que vayáis al Hospital. Ya nacen todos los niños en los hospitales. Nadie da a luz en casa.

-Anda ésta… Pero si os he parido a todos aquí, en esta casa, en esta cama. Bastante difícil fue tu parto, y aquí estás. Y el de tus hermanas, que fueron las dos seguidas. Todos habéis nacido en casa, no veo por qué me voy a ir al hospital con éste. Además, Carmencita fue al hospital y dice que no le gustó nada. Y mira a Manolita, lo que le pasó con su hijo.

-Ay, mamá, pero eso son casos contados….
Alicia le tenía pánico a irse a un hospital, y menos para parir. Y más pánico a que le pasara cualquier cosa, o  le cambiaran a la criatura como ya le pasó a Manolita, la tabernera de la Plaza de los Frutos. Miguel vino al mundo en casa, asistido por la misma comadrona de sus otros partos, y ayudada por su prima Matilde. Doña Marcela, la abuela, que ya empezaba a tener la vista un poco  deteriorada, aún tuvo arrestos para darle su primer baño, como ha había hecho con el resto de sus nietos.

-¡Ay mi niño, quién me  iba a decir a mí que viviría para ver esto…!
Y también, como el resto de sus hermanos, Miguel recibió el primer pañal de su orgullosa abuela, que le vistió con una toquilla de punto con lazos blancos.



Al día siguiente, una Alicia muy recuperada insistió en ser ella quien le cortara personalmente las uñas al niño, que había venido al mundo no con uñas, sino con garras, como decía  la tía Mati.
-¡No, se las corto yo! Las primeras uñas se las corto yo, que soy su madre! ¡ dejadme! 

Y Alicia se fue con su hijo y las tijeras detrás de la puerta de la casa, ante el asombro de los presentes,  suegra, prima e hija, que creían que se había vuelto loca.

-Reíros, pero me han dicho que si la madre le corta las primeras uñas a su criatura detrás de la puerta de tu casa, el niño tendrá una “vena artística”. Así que por mí que no quede.

Y Alicia, muy digna sorteó las carcajadas de Mati, de su marido, de su hija mayor, y hasta del gato de la vecina, que sostenían que eran suposiciones sin fundamento científico alguno. Cuánto más científica era la hija, más etérea se volvía la madre.


Y Miguel creció en Madrid, entre los arrullos de su abuela, los paseos de su tía, y los mimos de sus hermanos y hermanas, que se lo pasaban de brazo en brazo como si fuera un muñeco. Por las noches lo mecía su padre, después de darle el pecho su madre, que insistió en no darle biberón, a pesar de las recomendaciones médicas.
-Dicen que los niños de biberón se crían más gordos.
-Tonterías… en tal caso, las mujeres habríamos nacido con biberones bajo el sujetador. Mira lo bien que os habéis criado todos vosotros. Hasta las gemelas estuvieron con  leche hasta los trece meses, en  que se empezaron a destetar.
Y Doña Marcela asentía calladamente. Para la bisabuela, estos inventos modernos eran obra del diablo, biberón incluido.


El caso es que no se sabe muy bien si fue por las uñas que le cortó su madre al nacer, o fue porque el niño vino así de fábrica, pero Miguel pronto comenzó a mostrar interés por cosas que a sus hermanos ni siquiera les llamaron la atención. El niño tenía unas sorprendentes aptitudes para el ritmo, una gran flexibilidad y un espíritu exhibicionista que le llevaban a mostrar sus habilidades a todo el que entrase por la puerta. Pronto se hizo protagonista de todas las funciones escolares, y se quedaba hipnotizado los viernes por la noche, viendo en la segunda cadena  a los bailarines del programa “LA DANZA”,  al terminar el programa favorito de su padre,  “LA CLAVE”,  para luego ser llevado en brazos hasta su cama rendido de sueño. Al día siguiente ya estaba Miguel dando por el pasillo los mismos volatines y piruetas que había visto en el programa el día anterior, o por lo menos, su intento.

-¡Mira abuela! ¡Ya giro sobre un pie!
-Ay, que este niño se nos mata… ten cuidado hijo…

Y Miguel se montaba él solo sus propios números de baile, sin necesidad más que de una cinta con música para ser feliz. Cuando llegaban sus sobrinos, los hijos de Pedro, casi de su misma edad, y  querían jugar a la pelota,  Miguel sólo quería bailar, así que después de arduas negociaciones infantiles en las que Miguel se adueñaba del balón de fútbol y no lo soltaba, los niños acababan  mirándole hacer giros a Miguel, que estaba en su salsa teniendo un público tan entregado. La cosa se encauzó cuando su profesora de gimnasia mandó una nota para citar a los padres. Alarmados, Alicia y Álvaro acudieron a la cita.

-No sé si se han percatado pero su hijo tiene unas fantásticas cualidades para la danza. Deberían potenciarlas. Hay una academia muy buena en la calle….

Y medio en serio medio en broma, Miguel fue admitido en la Academia de baile.  Alicia no pudo por menos que sonreírse pensando en las uñas que le cortó cuando nació. Pronto Miguel  se enfundó unas mallas, avanzó, asimiló nuevos pasos, nuevas coreografías, nuevos conocimientos, y fue  avanzando de clase en clase, dejando atrás a alumnas con mucha más experiencia que él.



-Soy el único niño de mi clase, mamá- le decía a Alicia. Hoy nos ha tocado bailar “EL LAGO DE LOS CISNES”.

-Muy bien, mi niño. ¿Te gusta bailar?
-Sí mamá. Mucho.





El hijo menor de los Iniesta pronto demostró un sorprendente aplomo para sacudirse situaciones embarazosas. Un día llegó a casa con un ojo morado. Pero se negó a decir qué le  había pasado.
-¡Ay, mi niño! ¿Pero quién ha sido el que te ha hecho eso? - la abuela Marcela estaba asustadísima.

-Miguel… qué es lo que ha pasado.
-Nada, que me he caído.
-Miguel… no me mientas. Que papá está a punto de llegar.
-Nada, mamá. Que los niños de la plaza me decían que era “mariquita”, por hacer baile clásico. Pero me he asegurado de que no me lo vuelvan a decir.

Y Alicia no podía  evitar que asomara el orgullo materno. Si ya ella tuvo dificultades por ser mujer, en un ambiente eminentemente masculino, ahora era su hijo el que las tenía como hombre, en un ambiente mayoritariamente femenino. Los consejos que les dio a sus hermanas mayores volvían a repetirse, pero esta vez en sentido inverso.
-No les hagas ni caso. Cuando vean que lo que te dicen no te afecta,  verás cómo no te lo dicen más.


Y Miguel se crió entre los mimos de la abuela,  la tía MAti y sus hermanas, mientras su madre cambiaba leyes, iba a congresos y asistía a juicios.  Pronto Miguel cambió de academia. Y luego otra. Y otra. Vinieron nuevos primos, nació Rocío.
Y el pequeño Miguel, el último de la serie, se crió codo con codo con sus sobrinos, los hijos de Pedro, y su sobrinita  Rocío, la hija de Ana. El pequeño, con dos años, era aupado por su padre al borde de la cuna donde dormía la niña, y se quedaba mirándola con curiosidad, mientras ella succionaba con ganas su chupete. Miguel y Rocío se criaron prácticamente juntos, en la misma casa, y por las mismas manos de Doña Marcela y la tía Mati que los bajaban juntos a la plaza, a solazarse.


Y mientras los primos hacían el bachiller y se preparaban para estudiar una carrera, Miguel empezaba  a plantearse su futuro.
-Es que no quiero ser abogado. Ni médico, ni arquitecto, ni… yo sólo quiero seguir bailando, es lo que más me gusta.
Y Alicia, miraba a su hijo y no sabía muy bien qué pensar. En una familia de abogados, médicos y arquitectos, Miguel ponía la nota exótica en aquel ambiente.

El niño les dio la sorpresa  un día, cuando a la hora de la comida, por poco su padre no tira la sopa.

-No voy a ir voluntario a la mili, papá.
-Es lo mejor, si quieres elegir destino, y quieres estar cerca de Madrid para poder bailar.

-Es que no voy a hacer la mili. Me voy a hacer objetor de conciencia, o insumiso. Es una lata. Ahora que estoy en mi mejor momento físico, que estoy progresando como nunca, ahora tengo que chuparme dos años de mili.

Su padre por poco no tira la sopa de la boca, al oírlo.

-No, mejor te lo piensas.
-Está pensado, papá.
-Miguel, escucha a tu padre. Es muy sensato- apostillaba Alicia.

-Mejor pide prórroga. El tema de la objeción aún está muy verde y no se sabe cómo va a terminar. 

-¿Y si me lesiono? ¿Y si pierdo la forma física? Por no hablar de la flexibilidad, que se me va a ir al carajo. No, y no. No quiero ser militar. Además, ¿para qué sirve la mili, sino para hacerte perder el tiempo?

******************************

Madrid, 1.987.
Calabozos de la Dirección General de Seguridad. Puerta del Sol.


-¡Familiares de MIGUEL INIESTA PEÑA!
-¡Aquí!- Pedro y Mercedes se levantaron a dúo.

-¿Es usted su abogada?
Mercedes enseñó su identificación.
-Somos los dos- contestó mientras señalaba a  su hermano Pedro.

Tras unos minutos de espera, no tardó en aparecer Miguel, detrás del policía que había ido a buscarlo  al calabozo. Con los hombros caídos, ojeras violáceas bajo sus ojos y cara de pocos amigos.
-¡Miguel!... ¿Estás bien?

Miguel asintió cabizbajo, sin decir palabra.
-Vamos…

Tras firmar los documentos de rigor y recoger sus pertenencias, Pedro cogía a su hermano pequeño por el brazo y se apresuraba a sacarlo de allí.
Ya en el coche, el pequeño de los Iniesta empezaba a reponerse de la impresión, aunque lo que más le preocupaba era otra cosa más peregrina.

-¿Se lo vais a contar a papá?
-¡¡La madre que te trajo!! ¡que es la misma que la mía…!- contestaba su hermana Mercedes al volante-. ¿Tú sabes dónde te habías metido? ¡Hemos tenido que hacer “encaje de bolillos” legal para sacarte! ¡Y todo por asistir a una manifestación en contra de la “mili”!

-Desde luego, hermano, es para darte dos tortas.  Con lo que pasó papá en la cárcel, y tú vas a encerrarte por no querer vestirte de caqui… anda que…
-No tiene gracia, Pedro. No quiero ir a la mili…

-¿Y por eso te metes en líos? Si no quieres ir a la mili, pues coges los impresos y pides prórroga por estudios.

-Pero es que no estoy estudiando nada, Pedro. Los estudios de danza ni siquiera están reconocidos de forma oficial. Dicen que van a equipararse a una licenciatura, con la nueva ley, pero todavía queda mucho para eso, y…
-Pues te matriculas de algo… qué sé yo… Derecho, Traductores,….y con eso pides prórroga. Y así vas ganando tiempo.
-Vale, me matriculo de algo y pido prórroga. ¿Y luego qué? Porque  eso sólo es una solución temporal, un parche. Y yo  no quiero ir a la mili nunca, ni ahora ni dentro de unos años.

-Anda éste… cómo si yo hubiera querido… ahora te pides prórroga, y dentro de unos años ya se verá dónde estamos…
-¡Pero si es que yo no quiero..!

-¿Pero no entiendes que si te meten en el calabozo, ni mili, ni baile, ni ná de ná, alma de cántaro?- le decía la hermana Mercedes, al hermano idealista.-Miguel, esto no es un juego, ahora ya tienes antecedentes, y la próxima vez no será tan fácil sacarte. Déjate de líos de insumiso y haz lo que te decimos.

Miguel guardó silencio. Tendría que pasar por el aro. A pesar de eso, se resistía con todas sus fuerzas.
-Pero yo no quiero ir a la mili……¿no se lo contareis a papá, ¿no?
Pedro le dio un pescozón.

-Anda, tira… no, no se lo vamos a contar a papá, ni a mamá, no están ahora para disgustos. Pero a ver si te crees que son tontos, Miguel. Se van a terminar enterando. Le hemos dicho que has pasado estas dos noches en casa de un amigo, pero la mentira tiene las patas muy cortas, te lo aseguro, y ninguno de los dos se chupa el dedo.

En efecto. Alicia sólo tuvo que ver aparecer por la puerta a su hijo pequeño para intuir que no venía de coger flores del campo ni mucho menos, de quedarse a dormir en casa de un amigo, como le habían dicho sus hijos mayores. Era difícil engañar a alguien que había estado tantos años en el turno de oficio.

-¿Pero…. me quiere explicar alguien que ha pasado aquí y por qué nadie me ha dicho nada…?

Para alivio de todos, los ánimos se fueron calmando, y Miguel hizo lo más sensato y lo que le recomendaron todos los abogados de la familia, desde su padre, hasta su hermana Mercedes: pedir prórroga. Y al poco, vino la buena noticia: Miguel acababa de audicionar para el “Nederlans Dans Theatre”, y lo habían admitido con una beca. El muchacho prometía, a pesar de su juventud.

-¡MAMÁ! ¡Me voy a Holanda! ¡Con una compañía holandesa, aunque el coreógrafo es español. Me ha visto en una audición y le he gustado. Se llama Ignacio. Ignacio  Duato, aunque todos le llaman “Nacho”! Voy a ser el más joven de la compañía. Bailo en la última fila, pero no importa, soy muy joven y aún tengo mucho que aprender,  voy a estar en el mejor sitio para ello y me va a ir de maravilla para mi currículum y para coger experiencia. Es uno de los mejores coreógrafos que…




Alicia se alegró por él, pero no pudo evitar las lágrimas. Su hijo pequeño se iba tan lejos… No tenía ni diecinueve años, y se iría a vivir solo a Amsterdan, para luego irse de gira por medio mundo. La alegría de Miguel quedó pronto empañada por una noticia que no se la esperaba nadie. A los cinco meses de aquello, y mientras Miguel bailaba en Tokio con la compañía,  recibió un telegrama urgente comunicándole una triste noticia: su padre había fallecido. La lejanía hizo que Miguel recibiera el aviso cuando ya era tarde, y a pesar de los esfuerzos de todos, no le dio tiempo a llegar siquiera al entierro. Miguel aterrizó en Madrid al día siguiente y lo único que pudo hacer por él fue llevarle un ramo de rosas blancas a su tumba, acompañado de su hermano Pedro. Miguel siempre se lamentó para sus adentros no haberse podido despedir de su padre. “Has hecho lo que has podido, Miguel”, le decía su hermana mayor, “ni siquiera nosotros hemos podido decirle adios. Al menos no ha sufrido, ha fallecido tranquilo y sereno”,  le decían todos. Pero a Miguel le servían de poco consuelo esas palabras, a pesar de que Ana tenía razón. La muerte de Álvaro fue una sorpresa para todos los hermanos. Miguel cogió una de las rosas del ramo que le llevó a su tumba. La llevaría siempre consigo, en su camerino de artista del mundo.


Ahora, después de un año de gira por toda Europa, con una de las compañías de danza contemporánea más prestigiosas, Miguel aterrizaba en Madrid, tras el aviso de su hermana Ana.

-Mamá está mal, Miguel. Convendría que estuvieses aquí. No sabemos qué va a pasar en los próximos días.
Y Miguel, que siempre lamentó haber estado fuera cuando su padre murió, no se lo pensó dos veces. Tomó el primer avión Amsterdam-Madrid que pudo encontrar. Y ahora tenía delante a su madre, sentada en la butaca del dormitorio, contenta de verle.

-Déjame que te mire… mi niño…

Apoyada en el respaldo, con una manta en las piernas, Alicia le acariciaba la cara a su hijo, como cuando era pequeño. Su niño grande se había hecho un hombre lejos de ellos, muy lejos.
-Estás más delgado. ¿Es que no comes bien?

Miguel sonrió. La danza  había modelado su cuerpo fibroso y enjuto.




****************************************************

Ya en la cena, Miguel comentaba con Ana, mientras le daba de comer al canario.
-Yo la veo bien. ¿De verdad está tan mal?

-Se ha animado mucho al verte, Miguel. Pero no le durará… A veces parece que está mejor, e incluso se levanta de la cama, pero luego se queda muy cansada y necesita un rato para recuperarse. Ella quiere aparentar que está bien, pero yo sé que le cuesta mucho, y…

Ana se enjugaba un lágrima. 

-… ella misma es la que dice que ya ha vivido todo lo que tenía que vivir, que no quiere seguir más… Miguel, tú no has estado aquí, pero desde que murió papá, mamá ha ido apagándose, ha perdido las ganas de vivir, casi no ha vuelto a sonreír. Las cosas de papá siguen como él las dejó, mamá no permitió que tocásemos nada. A veces se mete en el despacho, a solas, y se pone a revisar libros, a contemplar los álbumes de fotos… es capaz de tirarse las horas muertas allí, pierde la noción del tiempo… Ahora  es Rocío la que le está animando, con su charla, y a mamá le ha dado por contarle toda la historia de la familia…
Miguel tenía un nudo en la garganta que luchaba por disimular, mientras le daba la lechuga al canario.

-Mira el pájaro como pía, como cuando estaba aquí papá, seguro todavía que se acuerda de él. Mira, mira como mira el sillón…



El canario de Álvaro seguía actuando como si él estuviese aún allí. Le esperaba por las tardes, a que le diera su bizcocho vespertino, y si no lo hacía nadie, se quedaba piando hasta que Rocío le metía entre los barrotes su manjar favorito.

-Voy a darle las buenas noches a mamá. Aún está despierta.



****************************************

Miguel entró con cuidado en el dormitorio. Alicia ya se había echado y había tomado la  medicina que le dio Ana, para que durmiese tranquila y pudiese respirar. Miguel se le acercó, para darle las buenas noches.

-Mamá…
-Mi niño… estoy muy contenta de que estés aquí, Miguel…

-Mañana hablaremos despacio, mamá. Tengo muchas cosas que contarte. Éste verano actuamos en España, mamá. En Granada, en su Festival de Música, en Julio, dentro de dos meses. Te he reservado un sitio, mamá, para que vengas a verme, en primera fila… aún no me has podido ver bailar. El escenario será único, entre los cipreses de los jardines del Generalife, al aire libre.

Alicia sonrió al ver la ilusión que le hacía a su hijo. Ella sabía que no llegaría tan lejos. No se sentía ni con fuerzas para pensar en el día siguiente. Aún no le había visto actuar como profesional desde que lo contrataron. La ilusión de Miguel era que su padre lo hubiera podido ver bailar en su primera actuación en España, pero lamentablemente, no pudo ser.

-Mamá. Prométeme que vendrás a verme. Te estaré esperando. ¡Te reservaré la mejor butaca de palco!
Alicia le cogió de la cara y le miró a los ojos, como si quisiera quedarse con él en el fondo de su alma. Miguel cerró los ojos cuando su madre le besó en la frente y le dijo:

-Mi niño: te prometo que estés donde estés, estaré contigo, viéndote.



Fin del capítulo.
Continuará…

5 comentarios:

Maria dijo...

Aquí teneis el Capítulo 50. Disfrutad.

Grupo de Alvaristas- muchas gracias por la sugerencia. Aunque no lo parezca, tengo en cuenta todo lo que me decís y comentais.
El final ya está escrito desde hace mucho tiempo, casi desde el principio, aunque todavía voy introduciendo detalles. Eso sí, será muy emotivo, al menos, eso espero.

purivilla dijo...

Bueno, bueno, bueno, el profesor ya murió, María y el capítulo emocionantísimo.
Miguel me ha encantado y me ha recordado la movida de los ochenta, muchas gracias por tu tiempo.

Sacha dijo...

María, gracias! muy bueno y a la vez tierno.. El personaje de Miguel me parece muy dulce y entrañable.

Y la escena que describes de la DGS. puedo asegurarte que es muy similar a la de muchos, cuando iban los familiares a buscarlos.. por ejemplo esto:: ¡La madre que te trajo!! ¡que es la misma que la mía…!- JAJAJAJJA QUE BUENO!!!

COMO SIEMPRE, TE FELICITO POR LO BIEN QUE DESCRIBES LAS ESCENAS, SOBRE TODO ESTA.....

clavemas dijo...

María, muy bueno el capítulo! Una grandísima pena que Álvaro Iniesta ya no esté.......

A este hijo pequeño le has dotado de mucha ternura y sensibilidad, me ha gustado mucho el personaje y ojalá de más de sí.

Gracias por tu tiempo e inspiración.

Un Grupo de Alvaristas dijo...

María,

Gracías por el nuevo capítulo.

Que creativa eres con el personaje de Miguel, que entrañable y cuanta sensibilidad.

Nos gustaría saber que profesión eligió su otro hijo Jesús, ya que deducimos que las mellizas, una fue abogado y la otra arquitecto.

Aunque la historia es tuya y el final ya está escrito, lo que anteriormente te sugeríamos timidamente, ahora lo retomamos para decirte, como idea, que si Alicia sobrevive, dejarías una puerta abierta, para que de vez en cuanto, de forma no rigurosa, nos deleitases contándonos las memorias de Alicia o sus recuerdos, con lo cual podríamos seguir con la vida cotidiana de esta pareja, que tanta pena nos da decir adios.

Muy agradecidas como siempre por compartir tu tiempo y nuestras felicitaciones por tu buen hacer.

Un fuerte abrazo

Un Grupo de Alvaristas