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Primera página del relato

AVISO- En el archivo de JULIO he puesto un post de CRONOLOGÍA. En él se hace el resumen de personajes y fechas ordenadas, para poder seguir mejor la historia.

Capítulo 47




Capítulo 47.
Madrid, Mayo de 1.970. Sábado por la mañana.



-¡Ja, ja, ja..! ¡Mira, mira éste…!

Claudia  y Mercedes, las hermanas gemelas, señalaban una de las fotos de las fichas de alumnos de su padre, en concreto, la de un alumno que no se había cortado el pelo seguramente desde Mayo del 68. Las muchachas se habían metido por “casualidad” en el despacho de la casa, y ahora se dedicaban a husmear en el archivador de fichas de su padre, aprovechando que éste estaba en Toulusse, en un seminario. El “catálogo de especímenes diversos”  que tenían allí, como decían ellas, les tenía muy entretenidas a las adolescentes que estaban entrando en la edad del pavo con toda la energía de que eran capaces a sus catorce años recién cumplidos. 



-¡Ja, ja, ja! ¡Si parece el león de la Metro! ¡Y mira éste que bigotillo tiene! Parece Charlot….
-¡Pasa, pasa la hoja… vamos a seguir mirando….! Mira éste… ¡qué barbazas más grandes tiene, jaja! Si hasta da susto mirarle.

-Entre los pelos y las barbas, parece un perro de esos, de lanas.
-¡¡¡JA JA JA JA ¡!!

A las carcajadas de las chicas sucedió una voz que llamaba al orden desde la otra punta de la casa.

-¡Niñas! ¿Qué hacéis dando esas voces? Vais a despertar a vuestro hermano.

La voz de Doña Marcela preguntaba desde la cocina.

-Nada, abuela. Estamos aquí, ordenando el despacho- contestó Claudia, disimulando.

-Haced el favor de venid aquí a ayudarme. A tu padre no le gusta que le muevan sus cosas, ya lo sabéis.

-¡Ya vamos, abuelaaaa!-Mercedes contestó perezosamente, sin mucha intención de obedecer de inmediato. Estaba claro que para las adolescentes, las fotos de los alumnos de su padre  con  sus melenas le resultaban más interesantes que ayudar a su abuela a liar las croquetas.


El ruido de las llaves de la puerta les hizo dar un carpetazo y ponerse en posición de revista. Alicia entraba por la puerta acompañada de su hija mayor, Ana, con bolsas de compras, en una conversación que se presumía acalorada, por el ímpetu de ambas.

-…¿Y dónde has dicho que te vas?
-A Ibiza, mamá. En las Islas Baleares.

-Sí, sí… sé de sobra que Ibiza está en las Islas Baleares, hija. Hasta ahí llego.

Alicia miraba pasmada a su hija. Aún no se lo podía creer lo que le estaba diciendo. Aquel Sábado  que Alicia había aprovechado para darse un descanso, en plena tarea de revisión del Código Civil con el resto de sus colegas juristas, entre reunión y reunión,  ése sábado que Alicia dejó libre para atender su casa y estar con sus hijos, su hija mayor se lo iba a poner difícil.

-Te lo he dicho, hemos alquilado una casa, entre unos amigos, y vamos a pasar allí el verano.
-¿El verano entero?
-Sí, mamá. Desde Junio hasta Septiembre.

-Pero hija, eso es mucho tiempo… y  supone mucho dinero.

-No hay problema, mamá. Lo tenemos todo pensado. Venderemos artesanía fabricada por nosotros mismos. Pulseras, collares, bolsos… Se vende muy bien, todo el mundo los lleva ahora, es la moda. Inés sabe hacerlo.
-¿Inés? ¿Qué Inés?
-Inés Alcántara. La chica que estuvo aquí el otro día, mamá, ya la conoces.


-Ah, sí, Inés alcántara. La del vestido de flores y los pendientes de margaritas, ya, ya…… y vais a vender artesanía….claro…. y con eso vais a manteneros durante tres meses en Ibiza, comiendo, y  en un piso de alquiler. ¿Lo he entendido bien?

-Sí, mamá. Y no es para tanto. Todos los chicos se van a Ibiza. Dicen que es increíble la experiencia.

-¡Ah! Pues mira, menos mal que todos los chicos no les da por tirarse por la ventana. ¿Y se puede saber qué se te ha perdido a ti en Ibiza? ¿Qué vas a hacer en Ibiza que no puedas hacer aquí, en Madrid?

Asomadas en el tranco de la puerta del pasillo, las gemelas se hallaban con los ojos abiertos como platos contemplando la escena  de la discusión entre su madre y su  hermana, sin que ninguna de las protagonistas del cuadro se percatara.  En medio de ambas, Doña Marcela con el delantal puesto, también miraba a madre e hija con la boca abierta y las manos llenas de harina y de una croqueta a medio liar.

****************************************

Unos días más tarde, con Álvaro de vuelta del Seminario Internacional sobre Derecho Romano, , Alicia hablaba con su marido en la intimidad del dormitorio

-Álvaro, tienes que decirle algo. Pero si es una cría. ¿Cómo se va a ir sola tan lejos? Y encima aprovecha para decírmelo cuando tú no estás. ¡No sabe nada esta niña…!

-Pero no se va sola. Va con unos amigos.  Va con ella… como es ése chico… ¿Rafa? El que queda con ella por las tardes, ése que también quiere estudiar Medicina… ¿no? Aunque todavía no nos lo ha presentado.

-Si, va con ellos, Rafa, es lo único que me gusta de todo esto. Pero Álvaro, por dios…. Menuda panda, si algunos parece que ni siquiera se lavan… No, tienes que decirle que no… no se puede ir. Sólo tiene dieciocho años. Dentro de poco va a empezar a estudiar Medicina. ¿Qué hace pensando en las musarañas?
-Anda, ¿y por qué no se lo dices tú, que eres su madre?

-Tú te vas a imponer mejor, a mí ya me toma por el pito del sereno. Pues no va y me dice que no me está pidiendo permiso, que sólo me informa. Vamos, que se va de todas, todas, con mi permiso o sin él. Dice que si no le dejamos es capaz de irse por su cuenta, y que ya se buscará la vida. Esto es increíble.

Álvaro también le dolía la independencia de su niña, pero era más pragmático. Al fin y al cabo, veía las mismas historias todos los días en sus clases, sentadas frente a él.
-Esto tenía que llegar algún día.

-Álvaro, por dios, que solo tiene dieciocho años, que va a empezar una carrera el curso que viene… y.. ¡¡que no, ea… que no se va!!  Pero ¿quién se ha creído esta mocosa que es? Si es un mico. Sólo tiene dieciocho años…

Álvaro rompió a reir.

-A esa edad ya venías tú a mi despacho a contarme tus deseos de independencia, porque considerabas que ya podías decidir. ¿No recuerdas?

Alicia se quedó parada. Sí, claro que recordaba todo, pero no era lo mismo, al menos según ella.
-Álvaro, no es lo mismo.
-¿Ah, no?

-No. Éramos otra generación, otras circunstancias… Además, yo era huérfana y no tenía a nadie…si hubiese vivido mi padre jamás me hubiese ido de casa…

Alicia se detuvo un momento al recordar aquello. Parecía que fue ayer cuando acudía al despacho de su entonces profesor a contarle todo lo que le sucedía en la casa de sus tíos.

-Además, es que no se puede comparar, lo mires por donde lo mires. Yo no pensé en irme a Ibiza a vender pulseritas de cuero. Y en mi generación a su misma edad, éramos mucho más maduros.
Doña Marcela rió para sus adentros al oir la última frase de Alicia, mientras pasaba por el pasillo. Ese disco ya lo conocía ella de sobra.

-Algo parecido le pasó a Francisco con sus hijos. Se le fueron a recorrer mundo el año pasado.
-¿Ah, sí?

Álvaro se refería a su amigo, el periodista, con quien compartió encierro y  penurias cuando estuvieron detenidos en Carabanchel.

-Sí.  Empezaron por irse a Ibiza, y luego llamaron desde allí para decir que se iban a la India. Le dijeron que tenían que “encontrarse a sí mismos”, algo así. Estuvieron en la Inidia casi seis meses. De hecho, es el sueño de la mitad de los alumnos que tengo. Ahora les ha dado a todos los chicos por eso de “encontrarse a sí mismos”, “vivir la espiritualidad de Oriente”… qué sé yo… Y los hijos de Francisco no han sido menos.

-Encontrarse a sí mismos, encontrarse a sí mismos…. En nuestros tiempos no andábamos con estas tonterías porque bastante teníamos con lo que ya teníamos. ¿Y cómo volvieron de allí? ¿Se encontraron a sí mismos, o aún siguen intentándolo?

Álvaro rió con una carcajada ante la ironía de su mujer, mezclada de enfado y de resignación ante una situación que no esperaba: la independencia de su hija.

-Pues imagínate cuando fue a buscarles al aeropuerto, casi ni les conoce. Las chicas vinieron  sin sujetadores, y los chicos, con barbas y pelos largos. Ahora es la moda así. Dicen que es más natural. Y mira, me alegro que así sea. Hasta hace nada, si ibas con esas pintas por la calle te podían detener por vago y maleante.
                










-Pero Álvaro, cómo me puedes decir eso? Lo que me faltaba, que la niña acabase recorriendo el mundo, con esos … ¿hipiies?. O  como se llamen. Eso nos pasa por darle demasiada libertad. Si lo llego a saber, la ato más corta. La teníamos que haber llevado a estudiar con las monjas.  Seguro que no nos vendría con estas tonterías de independencia.


-Pero Alicia… ¿tú sabes lo que estás diciendo? ¿no estás exagerando un poco? Ana siempre ha sido una chica responsable y juiciosa. Le hemos dado lo que hemos considerado conveniente y ella ha actuado siempre bien. Mira Pedro.

Pedro ya terminó Derecho hacía varios años, y se encontraba ahora preparando el doctorado, mientras empezaba trabajar de pasante en el despacho de Eduardo, al igual que hizo Alicia no hacía tantos años. Por el camino, le había dado tiempo a casarse y a tener un hermoso niño que ahora tenía dos años, como su hermano pequeño Miguel, y su mujer estaba esperando otro que llegaría en Diciembre.

-Sí, pero a Pedro no le ha dado por cometer ninguna locura, siempre ha sido un chico muy sensato. Ahí lo tienes, lo formal que es.

-Y Ana también, aunque de vez en cuando diga “aquí estoy yo”. Siempre ha sido una niña con mucho genio, ¿No recuerdas cuando era un bebé? Si parece que fue ayer cuando estábamos en Salamanca, paseándola por el río.

Alicia recordó con una sonrisa las carreras detrás de Ana y de los patos, a orillas del Tormes.

 -Alicia, es duro ver que los hijos crecen y se empiezan a ir, pero es ley de vida y algún día llega a todos. No te preocupes por Ana, es una buena chica. AL igual que sus hermanas, que vienen detrás.

-No te entiendo…. ¿Pero cómo puedes estar tan tranquilo cuando tu hija te dice que se larga de casa? Y las hermanas, ése es otro tema… Menudo ejemplo les va a dar, con la edad tan difícil que tienen. ¿Pero no ves que si Ana se va a Ibiza, el verano que viene se nos van las otras detrás, a “encontrarse a sí mismas”?

***********************


A los pocos días, Alicia respiró momentáneamente cuando Ana les comunicó la buena nueva:
-Ya no nos vamos a Ibiza, mamá.

-¡Anda! ¡No me lo digas! ¿Y eso?

-Es que el casero se ha echado atrás y no nos alquila la casa. Así que  Inés y su grupo de amigos han decidido irse a otro sitio, a una comuna que hay allí cerca. Pero mis amigos y yo no nos vamos a ir con ellos.
-¡Ay, qué disgusto más grande, hija! Con la ilusión que te hacía…

Alicia daba botes por dentro, aunque intentaba disimularlo.
-Ya ves mamá… pero no pasa nada….
-….-
-….Porque nos vamos a otro sitio.
-¿qué os vais a dónde….?
-…a la Costa Azul!
-¿….?
-Sí. El tío de Darío, el novio de Mariana, Vive allí desde la guerra, se tuvo que exiliar. Y dice que nos deja una parte de la casa. Tiene vistas al mar.

-¡AHHH…!
-Seguro que me encontraré con muchos españoles exiliados, mamá. Dice que hay muchos por esa zona. ¿No te parece increíble? ¡Va a ser una experiencia única!

***********************

-Álvaro, le tienes que decir algo.
-Alicia..
-¿Pero no entiendes que se está saliendo con la suya? Ahora me vende la moto de los exiliados, para que me quede más conforme. ¿Pero esta niña se cree que nos chupamos el dedo o qué? 

-Creo que estás exagerando, Alicia. Sólo se va de vacaciones con sus amigos. Esto iba a pasar tarde o temprano. Pedro hizo lo mismo a su edad. 

-Pero no es lo mismo, Álvaro. Además, Pedro se fue más grande, y siempre se iba a Valencia, con nosotros, aunque estuviera en otro piso con su pandilla.

Alicia también acudió a su hijastro, para que ayudase a “entrar en razón” a su hermana.
-Pedro, por favor, dile algo. A mí ya no me hace caso.

-Sí. Que si pudiera y estuviera soltero, me iba yo con ella.

La citada respuesta, le valió a Pedro un pescozón de su mujer, que se encontraba a su lado, cambiándole al pañal a su hijo, en la mesa de la cocina.

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El último cartucho era Doña Marcela, que se encontraba atendiendo al pequeño Miguel, con dos añitos cumplidos. Tarea vana. La ya  bisabuela,   estaba de vuelta de todo, hasta de la independencia de su nieta mayor.

-Mira hija, la niña está empezando a volar lejos del nido. Esto tenía que pasar un día u otro.  Lo ha hecho Pedro, lo hará ella… lo hará hasta éste que tengo aquí, cuando le llegue la hora…. Claro que a éste chiquitín seguramente no lo veré… ¡ay, mi niño, que guapo es!

Marcela la hacía una carantoña a su nieto Miguel, que en ese mismo momento  estaba desarrollando su motricidad manual fina y comprobando por sí mismo las texturas de los materiales, haciendo tiras  la última revista de leyes de su padre, más concretamente, la sección donde salía publicado un artículo suyo.

-Pero se va a ir con chicos y chicas que no conocemos, a un sitio que no conocemos, a ganarse la vida de cualquier manera… ni siquiera ha aceptado que le demos dinero. Marcela, no podemos dejar que se vaya  quedarnos así.
-Ay, Alicia…. Tu hija ya es mayor, aunque cueste trabajo aceptarlo. Es ley de vida.
-Aún es menor de edad…
-Alicia… que seas precisamente tú la que digas eso…


Alicia, junto a otras tres mujeres juristas, se hallaba incluída en la Comisión de Codificación que estaba revisando el Código Civil, los artículos relativos a las mujeres y  sus derechos legales. 

-“En casa del herrero, cuchillo de palo”… Si por mí fuera, ahora mismo ponía la mayoría de edad de la mujer en los treinta años.

-Ja, ja, ja… Alicia- río Doña Marcela-. Te ciega el amor de madre. Tienes que asumir que tus hijos se irán de tu lado. Aunque no te preocupes, seguro que llegará el día en que los hijos no se irán de casa ni con treinta años.

Doña Marcela tenía en aquella época unas dotes de carividencia que ni ella misma sospechaba.

****************************

Y Ana se fue de veraneo con sus amigos a la Costa Azul. La niña se despidió de sus padres cuando la fueron a recoger en un Citroen 2Cv para irse a la estación, cogió el tren hacia Barcelona, con un escaso macuto y unos pendientes de flores amarillas. Alicia no pegó ojo esa noche. Y algo menos las siguientes, hasta que Ana llamó para decir que habían llegado bien, y que ya les mandaría una postal cada semana.  Pronto llegó Septiembre, y con él el curso universitario y la vuelta de la niña, que venía muy guapa, con un brillo especial en su cara, y su tez morena bronceada por todos lados, exactamente por todos lados. En el baño, Alicia comprobó accidentalmente que su niña no tenía ni una marca de bañador en su cuerpo.

-¡Caramba! ¡Se nota que has estado todo el día al sol! 

-Sí, mamá. Ha sido un gustazo, sentir el sol y el agua en todo tu cuerpo.
-¡Ah! 

-Era precioso, mamá. Íbamos a playas nudistas, sin ningún policía que te dijera nada... La gente se baña sin ropa. Es increíble. Se respiraba la libertad por todos lados.

-¡Sin ropa! ¿Y quiénes estábais en esas playas? ¿Tú y tus amigas?

-Sí, mamá. Y los chicos también. Todos juntos.

-¡AH! ¿Todos juntos? Pues sí que tenéis confianza tú  tu panda, hija, cuánto me alegro…

Alicia pensó para sí misma que le era imposible de imaginar a ella misma compartiendo playa nudista con Camilo, por muy amiguísimo suyo que fuera. 

-Pues sí, mamá, todos juntos. Es increíble. Deberíais probarlo también papá y tú. Es una experiencia única.

El colmo. Ahora además, imaginaba a su marido con ella y Camilo, los tres en la playa de Niza. 

Y tras la cara de sota que se le quedaba a Alicia al incluir en el cuadro imaginario a su marido, Camilo y ella misma bronceándose integralmente en una playa, e imaginar cómo habría sido el veraneo de su niña, quedaba la segunda parte. Las gemelas estaban entrando en la pubertad, y ese era otro frente abierto, frente que ahora era alimentado por las ganas de libertad de la hermana mayor, y el aire feminista que se respiraba en casa con los últimos asuntos legales que su madre se traía entre manos. Menos mal que aquí contó con los refuerzos de la abuela, que no  tragaba con algunas cosas.

-¡Mamá… que no quiero ponerme eso…! Es una incomodidad- se quejaban las gemelas por tener que ponerse el sujetador. Además, es injusto. ¿Por qué tenemos que llevarlo? Los hombres no lo llevan.

-¡Anda ésta! ¡Pues porque los hombres no tienen pechos! Además a ellos les tocan otras cosas, o qué te crees. Mira tu hermano Pedro, como se tenía que afeitar todas las mañanas. Igual que les tocará a tus hermanos  Jesús y a Miguel cuando crezcan.

-¡Que no, abuela! ¡Que no quiero ponérmelo!

-Pero niña... que te tienes que acostumbrar,  eso es lo que toca y punto. Ya eres una mujer hecha y derecha- contestaba Doña Marcela, alucinada de la rebeldía de las adolescentes.

-Oju.. abuela, que se me clava… además no sirve para nada. Mira Ana, como ya no lo lleva.

-¿Pero cómo que no sirve para nada? 

-Es que el sujetador “esclaviza a la mujer”, abuela- decía Claudia poniendo cara de enterada.
-Y la cosifica”- apuntillaba la otra gemela, que seguramente había leído eso en alguna revista feminista de las que últimamente entraban por casa.

-Pero bueno, lo que me faltaba por oir. Mira hija, las personas decentes y normales llevamos ropa interior por la calle. Tu hermana ya va a empezar Medicina, y allá ella, se acordará de mí cuando le lleguen hasta las rodillas. Y ahora déjate de chiquilladas de mocosa, y ponte el sujetador como está mandado. En mi época tenías que haber nacido, con los refajos y las enaguas que teníamos que llevar… Que no, ea, que conmigo no salís a la calle ninguna pegando campanazos…

*************************

Los ánimos fueron tranquilizándose y la vida volviendo a la normalidad poco a poco, conforme transcurría el mes de Septiembre, y Alicia comprobó que su hija se quedaba en casa   no decidía irse a la India a abrir su mente, sino empezar sus estudios en la Facultad de Medicina, como estaba mandado.  Eso sí, Ana acudía a sus primeras clases extrañamente “suelta”, cosa que en pocas semanas no tuvo más remedio que corregir: el pecho le aumentó casi tres tallas, cosa que le pasó desapercibida a Alicia, imbuída en sus asuntos legales, hasta que su hija le dijo:

-Mamá, tengo que deciros algo.
-Espera un momento, hija… ahora me voy, me están esperando…
-Es importante, mamá.
Alicia no quería ni pensar lo que estaba pensando. Álvaro ni se lo imaginaba.

-Es que me caso. Bueno, nos casamos… Rafa y yo… el chico con el que estoy saliendo…
-¿El que vino el otro día?
-Sí. El mismo.
Álvaro prestó atención. EL chico le había causado buena impresión. Además, iba a ser compañero de estudios de su hija, en Medicina.

-Quiere venir a hablar con vosotros, papá. Formalmente. Queremos casarnos.
-…-
-¿que queréis qué?

-Mamá, nos queremos. Queremos estar juntos, y…

-…pero hija, si aún no has empezado a estudiar la carrera. ¿Qué prisa tenéis? Eres muy joven.

-Bueno, mamá. Tú también te casaste muy joven. Además, seguiremos estudiando. Los dos. Rafa está dispuesto a ayudar en todo lo de la casa. Es muy buen chico.

-Si, hija, yo me casé muy joven, pero eran otras circunstancias. Además…

-Mamá…. Ya hemos apalabrado un piso de alquiler. No es muy grande ni muy lujoso, pero no está mal, y con una mano de pintura y un fregado…

-¿Vais a vivir fuera?
-Claro, mamá. 

-A ver, Ana. Todo eso está muy bien, pero ¿cómo vais a ganaros la vida? Independizarse trae consigo muchos gastos.

-Lo sabemos, mamá, pero no hay problema. Venderemos artesanía de nuevo, como hicimos en la Costa Azul.
-… pero hija… a que viene esas prisas…. ¿por qué no acabáis la carrera tranquilamente? Aún sois muy jóvenes.


-Mamá… es que tenemos que casarnos…. Estoy embarazada. Voy a tener un niño, mamá. Y Rafa es su padre.

**********************

La noticia cayó como un jarro de agua fría en los padres de Ana, que no pudieron articular palabra en un rato. Doña Marcela observaba sin decir nada. Ella ya intuía que estaba pasando algo desde que observaba su nieta mayor, que durante los últimos tres días  lo primero que hacía al levantarse por la mañana era irse directa al baño, a vomitar, para luego seguir mareada durante un buen rato, hasta que su abuela le llevaba una manzanilla con limón y la miraba sin decir nada hasta que se le pasaba la náusea. La madre, Alicia, ya hacía dos horas que había abandonado la casa, para llevar los múltiples asuntos de trabajo que tenía últimamente. Alicia llegaba a casa a última hora del día, rendida y exhausta tras interminables reuniones con colegas, abogadas, periodistas y un largo etcétera, y venía con el tiempo justo de cenar y dar las buenas noches a sus hijos. El pequeño Miguel se quedaba despierto en el sillón hasta que llegaba su madre, que lo llevaba a la cama rendido de sueño. Ahora iba a aumentar la familia, y a los padres de Ana les costó lo suyo digerir la noticia. De nuevo, Doña Marcela fue la más pragmática.


-Ha pasado lo que tenía que pasar. Cuando un hombre y una mujer se quieren, pasan estas cosas.


Álvaro, el futuro abuelo, se pasó la noche dando vueltas en la cama, amén de varios días en la facultad en que no daba ni una. Veía hijas embarazadas por todos lados, con cada alumna con barriga que veía. Poco a poco la familia fue asumiendo lo que venía en camino, El novio de la niña acudió a la casa a pedir la mano formalmente, los Iniesta conocieron a sus futuros suegros, y las cosas empezaron a normalizarse, mientras los novios seguían estudiando los libracos de Anatomía de primer curso de Medicina, cada uno en su casa. Ambos estaban deseando vivir juntos, aunque la futura suegra no lo tenía muy claro.


-No sé que es peor, si que se case o que no se case. Va a perder la independencia legal al casarse con ese chico. ¿Y si le va mal con él? No podrá echarse atrás- apuntaba Alicia. Al casarse, Ana dependería legal y económicamente de su marido, como el resto de mujeres casadas de España. 

-¿Y que sea madre soltera?- inquiría Marcela-. No sé, hija… ese chico no se ha desentendido del asunto, ha dado la cara y asumido su responsabilidad de buen grado. Además, ellos quieren casarse y estar juntos. Será  una boda obligada por las circunstancias, pero ellos se quieren, no hay más que verlos cuando están juntos.

Alicia canceló una de sus entrevistas para acompañar a su hija al piso donde querían irse a vivir, con el aval de los padres, puesto que ellos no disponían de recursos.

-Pero hija, ¿dónde os vais a meter?… si esto es una cochambre…

-Es lo único que nos alquilan sin más preguntas mamá. Ninguno de los dos tenemos trabajo fijo, ni contratos.
-¿Y por qué no os quedáis en la casa? Os dejaremos una parte, haremos reforma. Así tendréis intimidad, pero estarás cerca. Tú y tu niño.

-Mamá… es que no queremos depender de nadie, queremos vivir por nuestros propios medios.

-Ana, no seas cabezona. ¿Tú sabes lo que cuesta sacar adelante a un niño pequeño? ¿Qué pasará cuando tengas clases, y exámenes? Por no hablar de las guardias. ¿Cómo lo vas a hacer tú sola?

-Mamá, está Rafa… y lo criaremos con biberón, para que me pueda ayudar.

-¿Y qué? Cómo si el biberón solucionase todos los problemas.  Necesitareis veinte pares de manos para hacer todo. Aún sois muy jóvenes.

-Tú también lo hiciste mamá. ¿Cómo me puedes decir eso? Si tú me criaste mientras terminabas la carrera. Nosotros podremos salir adelante, ya lo verás.

-Hija… precisamente te lo digo porque lo he vivido en mis carnes. ¿Crees que sin ayuda yo sola hubiera podido? Si no es por la ayuda de tu abuela Marcela, no sé qué hubiera hecho. No, miento. Probablemente en este momento no sería la abogada que conoces, ni estaría haciendo lo que estoy haciendo ahora. ¿No estás viendo a tu hermano pequeño? ¿Quién lo está cuidando? Si no es por la tía Mati y la abuela, yo no podría haber salido adelante con cinco hijos y una carrera profesional. Además, incluso yo tuve que parar por varios meses cuando todos nacisteis. Eso es así y no hay más vuelta de hoja, hija. 

Doña Marcela también intervino para convencer a los entusiasmados futuros padres y proyectos de médicos, que sí, que la independencia estaba muy bien, pero cuando no se tiene trabajo, ni estudios, y hay una criatura por venir, no se puede estar soñando en las musarañas. El recibo de la luz y del agua entran llegaban puntuales, y el alquiler estaba por las nubes. Muchas pulseritas de cuero tendrían que vender el par de futuros doctores para poder salvar el mes. Por no hablar de que el piso era una auténtica porquería, por muchas manos de pintura que le diesen. Marcela habló con su nieta y le dijo claramente que un niño no es una maceta, que la responsabilidad es mucha, y que le iban a faltar manos para atender a todo.


-Hija, aquí nos tienes a mí, a la tía Mati, a tus hermanas… si tienes algún examen siempre habrá alguien en casa para ir a tu lado y cuidar de tu niño.

-Abuela, es que queremos independencia.

-¡Y la tendréis! Pero eso no es incompatible con necesitar ayuda. Mira, Ana… ¿Piensas que resulta fácil? ¿Qué a tu madre no le costó trabajo criaros? ¿tú sabes la de veces que lloró tu madre al tener que dejarte en la casa, mientras ella se iba a estudiar? Y eso que te quedabas conmigo, que era la abuela. ¿Qué vas a hacer tú cuando tengas a un bebé que necesita unos brazos que lo acunen, y tú no puedas estar allí? La vida en este país ya es dura para nosotras, y las mujeres de la familia estaremos aquí para ayudarte en todo. Porque el cuento de la “conciliación laboral y familiar” no se lo van a creer ni las mujeres del siglo XXI, eso por descontado…


Poco a poco Ana se fue dejando convencer, cuando empezó a hacer cuentas, empezó a cuadrar horarios, y sobre todo, le entró el primer cuadrante de guardias que tendría que hacer. Su novio, Rafa, también fue sensato. Eso y el nido de cucarachas que vieron en su última visita al piso antes de decidirse, que le hicieron a la futura mamá salir corriendo a vomitar de nuevo, y a decir que antes se iba a vivir debajo de un puente que entrar a vivir en ese piso. Los jóvenes se quedarían en el piso anexo al de los Iniesta, que sería reformado para dar un poco de más independencia a la pareja. Los chicos se casaron mientras los albañiles terminaban las obras, aunque eso sí, con algunas concesiones: Ana no quiso muebles tradicionales. Su cabecero de cama era una esterilla, y ella misma tejió las lámparas de ganchillo. Unos visillos morados remataban el dormitorio, y  los sofás eran colchones que estaban a ras del suelo.


Y Rocío nació en el año 71, mientras sus padres terminaban primero de Medicina, mientras su abuela seguía de reuniones con la Asociación de Mujeres Juristas, y su abuelo empezó a ver publicar sus primeros libros completos, después de más de una década publicando artículos, dando conferencias, e impartiendo cursos y seminarios.  Ana tuvo que interrumpir su carrera por unas semanas, lo que le supuso tener que recuperar asignaturas en Septiembre, mientras Rocío era arrullada por el resto de miembros de la familia, que alternaban con el pequeño Miguel, que miraba curioso a su sobrinita. Pronto, tío y sobrina fueron compañeros de columpios en el parque infantil, bajo la atenta vigilancia de la tía MAti, que solía decir con humor aquello de A quien dios no le da hijos, el diablo le da sobrinos”,  cuando sacaba a los pequeños a jugar a la calle. Ambos niños hicieron muy buenas migas cuando la diferencia de edad empezaba a hacerse menos patente, y ambos disfrutaban juntos tanto de las tardes de cine infantil los sábados por la tarde, como de las cabalgadas sobre las rodillas de  el papá del uno-abuelo de la otra. A veces, en la calle, los confundían con hermanos.

-No, son tío y sobrina- contestaba la familia cuando le preguntaban por esos niños tan guapos y que se parecían tanto, ante el estupor generalizado de la gente que los veía.

Ana mostraba orgullosa a su hija en la calle. Sin la ayuda de su familia, no habría llegado a donde estaba llegando.

*****************************

Los padres de Rocío finalmente terminaron la larga carrera de Medicina. En el camino les dio tiempo a darle un hermanito a Rocío, dos años después,  además de sustituir los visillos morados por algo más convencional, los sofás sobre el suelo por otros donde podía sentarse la gente, y el cabecero de la cama pasó a ser la esterilla de la playa a ser de madera de roble. El piso de Ana fue cambiando a medida que los dos médicos se titulaban, aprobaban las oposiciones, y empezaban a trabajar en el Hospital Central como médicos cirujanos. Ana llegó a hacerse jefa clínica primero, y de sección después, al frente de un equipo de cirujanos en el área de Nefrología. Al inicio de los años 80 ya empezó a realizar con éxito los primeros trasplantes de riñón.


Fin del Capítulo.
Continuará…




7 comentarios:

Maria dijo...

Os dejo el CAPITULO 47.

Com veis, hay novedades. Aumenta la familia, y nos metemos en los 70.

Maria dijo...

Y también, como habeis visto, me ha salido un rollo-persiana, jaja

Sacha dijo...

BRAVO! BRAVO!.PLAS,PLAS, QUE CAPITULAZO!!..

Iniesta como siempre, Genial en su comportamiento, para ver los problemas y no perder la compostura. TODO UN SEÑOR..

Y de ANA, me me..o,,JJJJJ, muy bien por tener ese carácter e irse al Costa Azul..

Gracias María por deleitarnos con estos magníficos capítulos tan bien redactados y muchos bien documentados..

clavemas dijo...

María, muy bueno el capítulo de hoy!! Nos has presentado a la Alicia madre. Al padrazo que siempre ha sido Álvaro y a la sensata doña Marcela, que se ha tirado la vejez criando a sus nietos, imagino que feliz.
En resúmen: entrañable y cotidiano.

Gracias por tu inspiración!! por tu tiempo que es escaso y nos dedicas una parte.

ME GUSTARÍA QUE LO LEYERAN LOS DE DIAGONAL QUE SEGURO NO TIENEN NI LA CUARTA PARTE DE LA IMGINACIÓN, LA DOCUMENTACIÓN Y LA TERNURA QUE TU LE PONES.

Un capitulazo!!!!

Anónimo dijo...

Hermana me has hecho recordar mi primer piso jajaj mejor dicho,un apartamento,en Capitán Haya jajaj

Un Grupo de Alvaristas dijo...

María,

Muchas gracias por este capítulo y por compartir tu tiempo con nosotras.

Te echabámos de menos y pensamos que estarías disfrutando de unas "merecidas vacaciones".

Como siempre la descripción de la narración perfecta, tan real que por un momento nos parecía estar en casa de los Iniesta, contemplando esta escena familiar.

Nos ha sorprendido, dado los principios de Alvaro, la forma en la que educa y consiente a su hija Ana.

La actitud de Alicia nos ha parecido más razonable, a pesar de que por su trabajo no puede dedicar mucho tiempo a su familia.

Pero como la vida misma, estas cosas suelen suceder.

Esperamos con interés el próximo relato.

De nuevo muy agradecidas.

Recibe un fuerte abrazo.

Un Grupo de Alvaristas

purivilla dijo...

Estupendo capítulo María, te superas día a día, felicidades.