RESERVADOS LOS DERECHOS DE AUTOR.

Capítulos anteriores:


Pincha en este enlace para acceder a la.......

Primera página del relato

AVISO- En el archivo de JULIO he puesto un post de CRONOLOGÍA. En él se hace el resumen de personajes y fechas ordenadas, para poder seguir mejor la historia.

Capítulo 46


Capítulo  46
Madrid. Casa familiar de los Iniesta. 1.989.

En homenaje a la ilustre jurista, la Dra. Dª María Telo Núñez, artífice real de los hechos narrados en éste capítulo.


“Haz lo necesario para lograr tu más ardiente deseo,
y acabarás lográndolo”.*


-Rocío…
Alicia llamaba con los nudillos a la puerta del dormitorio de su nieta, cerrada a cal y canto. No obtuvo contestación.
-Rocío….
La puerta se abrió. Una Rocío con síntomas de haber estado llorando, aparecía en ella restregándose los ojos con los puños.
-Dime, abuela.
-¿Me dejas que pase?- inquirió Alicia.
Rocío se azoró. Su abuela le pedía permiso para entrar en su feudo particular.
-Si, Claro, abuela, perdona, pasa…

Alicia entró en el dormitorio de su nieta y se sentó en una de las sillas. Rocío se sentó en su cama, a su lado, sin querer mirarla a la cara.
-Anda, mi niña… cuéntame todo…
Rocío se sorbió el moco con el klinex. La barbilla le temblaba y le costaba hablar.
-..es que…
Alicia la cogió de la mano y la niña empezó a hablar a golpes de voz.


-Jo, abuela… si lo primero que ha hecho el tío es presentarse diciendo que era “mi abogado”. Así, como me van a contratar.
-Precisamente, hija, si es que nadie iba a contratar a nadie…
-Luego les ha pedido nosequé papeles… parecía un guardia civil.
-¿Y los tenían? Los papeles, digo…

-No, se han enfadado. No veas cómo se han puesto y las voces que daban…han discutido, y yo allí en medio, sin saber dónde mirar, quería morirme.
-¿Y por qué se han enfadado, Rocío?
-….-
-Dí…
-Pues porque no tenían ningún papel, abuela, no era ninguna agencia, ni era nada… y se han quedado con mi dinero, con el trabajo que me había costado ahorrarlo…era una estafa, mierda….

Al verbalizar todo lo ocurrido para contárselo a su abuela, Rocío recobró la cordura



La niña se echó a llorar. Alicia acarició la cara de su nieta, que estaba mitad compungida, mitad avergonzada por su comportamiento anterior.
-Venga, llora, desahógate….No pasa nada, mi niña… has sido víctima de un engaño, pero afortunadamente no ha pasado nada malo…  Olvídate del dinero. Eso tiene arreglo. ¿Te imaginas lo que hubiera pasado si llegas a ir sola?

Ahora Rocío lloraba a lágrima viva.
-Mamá me va a regañar…
-No hija, no… tu madre se ha quedado tan asustada como tú. ¿Sabes el peligro que podías haber corrido, tú sola allí?
Alicia consolaba a su nieta. La niña acababa de llevarse un desengaño, que afortunadamente, no tendría peores consecuencias. Todo quedaba en un mal susto.
-Tu madre también hizo de las suyas cuando tenía tu edad, no te creas…

Rocío cambió el gesto.
-¿Ves? Ya te ríes. Eso es lo que yo quería…
Rocío se secó las lágrimas. No quería molestar a su abuela, con sus llantos, mientras ella estaba enferma.

-abuela….
Rocío se le echó al cuello. Alicia la abrazó.

-¡Ayyy! Mi niña…. Que ya te queda poco para ser una mujer…
-¡Que ya lo soy, abuela! Ya soy casi mayor de edad. Verás cuando tenga dieciocho años, no me va a mandar nadie...y voy a hacer lo que me dé la gana.
Alicia rió con una sonora carcajada.
-Ja, ja… ay, mi niña… eso mismo me decía tu madre cuando tenía tu edad… o un poco más grande.
-¿Mamá?

-Si. La misma que viste y calza. Y peor, porque en aquella época con dieciocho años todavía eras menor de edad.
-¿Si, abuela?
-Pues sí. Antes, la mayoría de edad de las mujeres era con 23 años.  
-Pues vaya rollo… yo estoy deseando serlo, ya verás.

-Ay, mi amor-rió Alicia-. Uno no es mayor cuando lo dice  la Ley…
Rocío la miro, extrañada.
-… sino cuando lo dice la vida.

Rocío se paró a escuchar lo que decía su abuela.

-Cuando tu madre era pequeña, la mayoría de edad de las mujeres era con 23 años. Y la de los hombres, con 21.
-¡Anda! ¡Menuda cara! ¿Y eso por qué?

-Pues porque por aquel entonces las mujeres estábamos consideradas de otra manera, que los hombres, desde el punto de vista legal.
-¿Si?
-Si, hija, sí. Así era antes.

-Pero eso es injusto, abuela. ¿Y no os quejabais?
Alicia rió ante las ocurrencias de su nieta. Que si no se quejaban, decía…

-Claro que nos quejábamos, sobre todo yo. Aunque no te creas, que había mujeres muy sumisas que les parecía bien todo aquello y aceptaban esas cosas. Pero yo me rebelé desde que tuve uso de razón. Cuando vine a España, a mis dieciocho años, ya me sentía constreñida por todas esas leyes que nos recortaban libertades por todos lados. Ahora, tienes una Constitución, ¿Verdad, Rocío? ¿Y te acuerdas qué te dice?

-Pues…. Que los hombres y las mujeres somos iguales, ¿No? Pero eso no es verdad, abuela. Siempre que en clase hay que limpiar algo, el profesor nos manda a las chicas a hacerlo. A los chicos, ni uno.

-Ja, ja, ja… Ay, mi niña… si todos los problemas fueran esos. 

-Ahora tienes unas leyes que garantizan que los hombres y las mujeres sean tratados por igual, pero en mi generación, no era así. Las cosas empezaron a cambiar cuando tú naciste, en los 70.
-¿Si, abuela? ¿Y cómo?

-Sí. Un grupo de mujeres… madre mía, parece que fue ayer… lo que costó.
-¿Era ese Congreso del que me hablaste el otro día?
-Así es. El CONGRESO DE MUJERES JURISTAS…,

-¿Cuándo Miguel era pequeño?
-Ay, mi niño… sí, tu tío Miguel había nacido un año antes, cuando yo estaba preparando todo. Yo me había comprometido a organizar el CONGRESO, y estaba en mitad de todos los preparativos cuando él vino al mundo.

-¿Y qué pasó abuela? ¿qué pasaba en tus tiempos”, con las leyes de las mujeres?
-¡La madre que te trajo!…. ¿Cómo que en mis tiempos? ¡Ni que tu abuela  fuera  del Pleistoceno…!
-Bueno, abuela… que es de broma- Rocío se sonrojó.

-Ay… -Alicia recordaba-…. Recuerdo cuando estudiaba el Código Civil, aún era una estudiante, sí, pero me parecía tan tremendamente injusto… Me decía a mí misma que eso no podía seguir así, que algún día tenía que cambiar. Se me metió aquello entre ceja y ceja. Recuerdo las charlas con tu abuelo, lo que le hablaba sobre eso, al pobre, y él no hacía más que darme la razón. ¿Qué otra cosa podía hacer?

Alicia recordó con una sonrisa su época de estudiante, sus repasos del Código Civil con Ana en brazos, y Álvaro repasando con ella, en Salamanca.


- La situación de la mujer era la que te cuento, muy mal, tanto dentro de la familia, como en la esfera pública. Había artículos, (el 1.263, me acuerdo perfectamente), que situaban a la mujer casada entre los menores, los locos o dementes y los sordomudos que no sabían leer ni escribir. El artículo 57 obligaba a la mujer a obedecer al marido y la licencia marital era como su sombra para todos los actos de la vida. Sin licencia, prácticamente la mujer no podía ni hacer testamento. Sin licencia, la mujer no podía trabajar, ni cobrar su salario, ni ejercer el comercio, ni ocupar cargos, ni abrir cuentas corrientes en bancos, ni sacar su pasaporte, ni el carnet de conducir, etc. “

-¡Anda ya! ¡No me lo puedo creer, abuela!
-Pues créetelo. Tú tienes una cuenta en el banco, verdad?

-Sí, abuela, pero no sé para qué, si no puedo sacar dinero.
-Mi niña… sí que puedes. Puedes, pero con la firma de tu madre, que es suya. Bueno, y la de tu abuelo, que fue quien te la abrió.

Alicia se enjugó una lágrima al recordar a Álvaro. El abuelo fue abriendo una cartilla de ahorros a todos sus nietos, según fueron llegando.

-Cuando tengas 18 años podrás ingresar y sacar dinero, al igual que abrirte todas las cuentas que quieras. Pero antes, una mujer casada no podía hacer eso sin pedirle permiso al marido, tuviera dieciocho años o cincuenta años. No podía hacer nada sin su consentimiento.
-¡¡Anda!! ¡¡Qué fuerte, abuela!!


-“Si una mujer contraía matrimonio con un extranjero perdía la nacionalidad española, y era considerada extranjera, aunque no saliese en su vida de España. Entonces se le extendía carta de residente y perdían eficacia sus estudios, no podía ser funcionaria y necesitaba permiso para trabajar. Sin licencia del marido ni siquiera  podía aceptar o repudiar herencias, aunque fuesen de sus padres, ni pedir su partición, ni ser albaceas, ni defenderse ante los tribunales (salvo juicio criminal) ni defender sus bienes propios, ni vender o hipotecar estos bienes, ni disponer de los gananciales más que para hacer la compra diaria, aunque procedieran los gananciales de su sueldo o salario... No tenía la patria potestad sobre los hijos hasta que muriese el padre, e incluso hasta el año 70, él podía darlos en adopción sin consentimiento de la madre.”



-¡¡Jope, abuela!! ¡Eso es una injusticia!

-¡Imagínate! Pues en esa injusticia estábamos las mujeres de entonces. Todas, sin excepción. Las mujeres, primero dependían de su padre, y luego, al casarse, de su marido. No tenían ninguna capacidad jurídica. Todas tenían que someterse a la autoridad del marido. Hasta para irse de viaje le tenían que pedir permiso.

-¿Y si el marido no quería, abuela?

-¡Ah! ¡Ahí está la cuestión! Si tenías suerte, y tenías un buen marido, no tenías problema. Pero pobre de la desgraciada que se casara con un hombre que no la valorara como mujer, porque dependía enteramente de él. Anda que no tuve yo casos así cuando trabajaba como abogada. Pobres mujeres que me venían con sus asuntos, con sus bienes administrados de forma catastrófica por sus maridos. Familias en la ruina por culpa del mal hacer de los esposos con dinero que no era suyo. Pero no podíamos hacer nada. Con la ley en la mano, no se podía hacer nada. Incluso algunos jueces me reconocían aparte que muchas situaciones eran injustas y que la razón estaba de nuestro lado, pero que la ley era la ley. Se me partía el alma al tratar esos casos, y sobre todo, al darle la contestación a esas pobres mujeres que acudían desesperadas a mi despacho. Ahí vi que si la ley no cambiaba, no había nada que hacer. La lucha no podía hacerse desde un despacho particular, sino desde más arriba.  Había que apuntar alto, muy alto.


-¿Y el abuelo también tenía que darte permiso a ti de todo lo que hacías?

-Claro, mi niña. Las leyes eran así y no había más remedio que acatarlas. Aunque tengo que decir que tu abuelo fue un hombre extraordinario, y siempre me firmó todo lo que me hizo falta. Él también pensaba que las mujeres tenían que tener independencia, jurídica y económica.

-¡Ah! ¡Pues menos mal que el abuelo era de los “guays”!... ¿Y qué pasó en el Congreso? cuando diste la conferencia?

-Ufff… es largo de contar….
-¡Cuéntamelo, abuela, porfa….!

Alicia vio el entusiasmo en los ojos de su nieta.
-Está bien, pero luego nos vamos a hacer la cena, ¿eh? Que va a venir tu madre y mira como estamos las dos, aquí hablando, y la casa sin barrer.
-Vale, abuela, pero  ¡cuéntamelo!
 -Bien…como te digo,  el Consejo fue un éxito rotundo.

-¿Sí?

-Así es. Yo pensaba que su repercusión se ceñiría a los ambientes jurídicos, pero no fue así. Salimos en toda la prensa nacional e internacional, tuvimos eco en todos los medios, y nos empezaron a solicitar para concertar entrevistas. Camilo, mi antiguo compañero, fue uno de los periodistas con los que hablé en su día, al igual que Francisco.

-¿Francisco, el amigo del abuelo? ¿El de la foto del  salón? ¿El que estuvo con el abuelo en Carabanchel, que luego tuvisteis aquí, en casa, hasta que encontró trabajo?
-El mismo.


-El consejo fue increíble. Vinieron delegaciones de 60 países, incluidas las de los países del Este. Los medios de comunicación se volcaron, pues en España era una novedad ver a tantas mujeres profesionales del Derecho juntas, todas con altos cargos y sobre todo las procedentes de los países del Telón de Acero, cuando todavía en España se consideraba que los comunistas formaban parte de las fuerzas del averno, y ahora los tenían ahí, en versión femenina. Decía la Vicepresidenta del Tribunal Supremo de Rusia: “Somos las vedetas”.

-Ja, ja… abuela…- Rocío reía, imaginándoselo.

-Como colofón, la presidenta de la Federación Internacional Ivonne Tolman Guillard, y yo, elevamos al Ministro de Justicia, escrito solicitando la liberación de una presa para celebrar el evento, gracia que nos fue concedida.

-¡Anda, mira que bien, os hicieron caso!- Rocío estaba entusiasmada, metida de lleno en la historia.

-No se podía desaprovechar la ocasión, así que sin pérdida de tiempo, una compañera (Amalia Franco) y yo, creamos una Comisión de Estudios, que hicimos depender de la Federación Internacional. Nos auto nombramos, ella Vicepresidenta y yo Presidenta, e invitamos a las españolas asistentes al Consejo a inscribirse en ella. Lo hicieron once. Requisito indispensable era inscribirse en la Federación como miembro individual.
Y empezamos a funcionar. Formamos un dossier con las ponencias presentadas y las conclusiones obtenidas, que hicimos llegar a las autoridades pertinentes, pidiendo la reforma del Código, y audiencia para ser recibidas.


Alicia hizo una pausa en su discurso.
-Aún recuerdo las maratonianas sesiones de trabajo, redactando copias, borradores del dossier, informes, solicitudes, madre mía… había días que solamente dormía cuatro horas.  Estábamos extenuadas, pero veíamos que aquello había empezado a rodar, y no podíamos parar.


Tal y como le indicó Camilo, aquello no podía caer en saco roto. Alicia y sus colegas de profesión no desaprovecharon la oportunidad.


-Nos empezaron a solicitar de diversos medios, dimos entrevistas, conferencias, ciclos, mesas redondas, etc. Así manteníamos el clima pro reforma, siempre apoyadas por los medios de comunicación, que ya nunca nos abandonaron.
Con esta Comisión funcionamos dos años, hasta que fundé con los miembros de la misma la Asociación Española de Mujeres Juristas, la cual se hizo cargo de sus funciones.
El primer acuerdo tomado fue solicitar del Ministro de Justicia, la entrada de la mujer en la Comisión General de Codificación para tomar parte en los estudios de la reforma, que ya se anunciaba.
Después de varias vicisitudes entramos cuatro.

-¿Tú, abuela? ¿Para cambiar las leyes?
-Sí, mi niña. Yo y otras tres compañeras. Queríamos cambiar los artículos que afectaban  a las mujeres.

-Sigue… sigue contando…
- Bueno, pues desde allí pude participar en todos los estudios pro reforma, que dieron como resultado la Ley de 2 de mayo de 1975.


-Anda, yo tenía ya cuatro años, ¿no?

-Sí. Y tu tío Miguel ya tenía seis, camino de siete. Mi niño…. Qué poco lo vi cuando era pequeño. Prácticamente lo crió la tía Mati, y la abuela Marcela… yo lo veía de noche, cuando llegaba a casa, y él estaba ya dormido. Recuerdo que entraba a darle un beso y a cambiarle el osito de peluche de lado.
Rocío acarició el osito recosido que estaba ante ella. Ahora resultaba que el oso había visto crecer a media generación de Iniestas.


-Fue esta Ley de 1975 la que al borrar gran número de discriminaciones dejó el camino libre para luchar sin cortapisas por: la administración conjunta de los gananciales y el ejercicio, por ambos padres, de la patria potestad. Esta segunda reforma junto con las distintas clases de matrimonio y el divorcio, fue recogida por las Leyes de 13 de mayo y 7 de julio de 1981, con lo que la igualdad jurídica entre hombre y mujer quedó lograda.


-¡¡Ah!! ¡¡Anda!! ¡¡No me lo puedo creer, qué fuerte!!

Rocío estaba boquiabierta. Nunca hubiera imaginado que su abuela hubiera hecho eso. En pocos días había descubierto que su abuelo había sido una eminencia en Derecho Romano, su tío iba camino de ello, y ahora, muchas de las libertades que tenía como mujer, se las debía a su abuela.

-¿Y saliste en la tele? ¿Y en los periódicos? ¿ y tienes fotos?

-Claro, mi niña. Tengo todos los recortes de prensa y los dossiers en una carpeta, allí en el despacho….
-¿Podemos verlos, abuela? Porfa… enséñamelos….

El entusiasmo de Rocío era contagioso. Su abuela parecía que revivía al ver a su nieta tan metida en la historia que le estaba contando.
-Ja, ja, ja… lo que tú quieras mi vida. Anda… vamos…. Anda, vamos, te contaré como fue el día que…


Fin del capítulo.
Continuará…


NOTA: los acontecimientos narrados en los capítulos 43, 44 y 46,  están basados en hechos reales.
He puesto en boca de Alicia los mismos acontecimientos que vivió Dª María Telo Núñez, abogada, y artífice de los cambios legales descritos en los capítulos 43, 44 y 46 de éste relato. La letra en cursiva son palabras literales suyas, de su discurso de investidura como doctora.

En Junio de 2.008,  Dª María Telo Núñez fue nombrada Doctora Honoris Causa por la Universidad de Salamanca, ciudad en la que se licenció, por su contribución legal a favor de la igualdad de la mujer.
Con todo el respeto, y como homenaje a ella.

Fuentes:
(ABC-18/1/199-8)

Cita: Ludwig van Beethoven (1770-1827) .Compositor y músico alemán.

5 comentarios:

Maria dijo...

OS dejo el capítulo 46.
Como digo en la nota final, valga como homenaje a Dª María Telo Núñez, artífice real de los hechos que en él se narran.

Isabel dijo...

MARIa magnífico el capítulo, me encantan las conversaciones abuela/nieta me recuerdan a mis conversaciones con mi abuela aunque no era como Alicia por supuesto, me ha gustado mucho que hicieras referencia a tan ilustre abogada Dña. María Telo y pusieras en boca de Alicia sus palabras y sus logros. Magnífico como siempre.

Sacha dijo...

Gracias María por este estupendo capitulo, por lo bien documentado que está, y el esfuerzo que has hecho por que quede lo más parecido a lo que fue una abogada en esos años.

Y por fijarte en una mujer como LA TELO, que fue un reflejo de todas las mujeres progresistas que vinimos después...

Un Grupo de Alvaristas dijo...

María,

Enhorabuena por este magnífico capítulo, muy bien documentado y muy bien expuesto el diálogo.

Nos ha encantado conocer la labor de Dñª María Telo Núñez y de tantas otras, que con su dedicación hicieron posible los logros que hoy día tenemos.

Asímismo, te valoramos todo el esfuerzo que ha supuesto el ofrecernos este capítulo.

Muchas Gracias.

Un fuerte abrazo
Un Grupo de Alvaristas

P.D./
Con esta misma fecha hemos puesto nuestro comentario en el capítulo anterior.
Nos encantó el relato y seguro que Rocío nunca olvidará la actuación de su "tío favorito".

clavemas dijo...

Estupendo! Muy bien documentado, con diálogo fluído y ameno a la vez.

Te ha salido redondo, María. No puedo dejar de pensar en todo el material que tenían y tienen los de la serie y nos han privado de ello.

Agradecerte profundamente por tu trabajo, tu ingenio y por el tiempo que nos dedicas: Muchas gracias y enhorabuena una vez más.