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Primera página del relato

AVISO- En el archivo de JULIO he puesto un post de CRONOLOGÍA. En él se hace el resumen de personajes y fechas ordenadas, para poder seguir mejor la historia.

Capítulo 54. Antepenúltimo.



Resumen de lo publicado- En el capítulo anterior, Rocío es importunada  en la calle por un vagabundo. Ya en  la casa, llaman a la puerta. En ella aparece el vagabundo, a quien Mati reconoce como su hermano Carlos, dado por muerto hacía once años (CAP. 49). En el dormitorio de Alicia, se halla el cuadro de “SUSANA Y LOS VIEJOS”, en su funda. Rocío lo descubrió en el altillo de un armario, guardado, y ahora accidentalmente, lo ha descubierto su abuela (CAP. 48). Con el cuadro,  que sirvió para sufragar numerosos gastos a lo largo de los años de la familia, volvieron a la mente los recuerdos de Alicia. Ahora el cuadro está en su funda, apoyado en una pared al lado de la cama de Alicia.

Los remordimientos se adormencen en la prosperidad
y se agudizan en los malos tiempos.*



Capítulo 54. Antepenúltimo.
Madrid, Mayo de 1.989. Casa de los Iniesta.


Carlos Roldán Caballero, el hermano de Mati y primo de Alicia, después de años buscándole por media España, de darle por muerto, de celebrar su entierro y hacerse la idea de que ya no lo volverían a ver, allí estaba. En la puerta, mirando a su hermana, treinta años después. Treinta años en los que su madre había muerto, su hermana había salido de la cárcel y había logrado ser una mujer feliz, y treinta años en los que él no había parado de dar tumbos en la vida.
Mati seguía con la boca abierta, petrificada. Era incapaz de articular palabra.
-¿No me vas a invitar a pasar?



Mati se echó a un lado. Estos treinta años habían dejado huella en el ya maltrecho cuerpo de su hermano, consumido por la heroína, las juergas, las borracheras y la vida de la calle. Carlos estaba avejentado, con la piel cetrina y los ojos vidriosos de alguien que ya perdió el timón de su vida hace mucho tiempo.

Ana, Pedro, Miguel y Mercedes  se levantaron inmediatamente de sus sillas. Ambos, sobre todo Pedro, sabían perfectamente quien era Carlos. Rocío también se quedó con los ojos como platos al reconocer al hombre que la había importunado en la calle, convertido ahora en el hermano de su tía Mati.

-Rocío, sal de aquí, vete a tu cuarto- ordenó Ana a su hija.

La niña, impresionada por la presencia de aquel hombre extraño y su aspecto, obedeció a su madre, pero se quedó de pie, en el pasillo, observando la escena sin ser vista, apoyada en la pared. Estaba asustada, aunque quería ver qué ocurría. No había duda, era él. Ése era el hombre que la había molestado en la calle.

-Así que aquí es dónde vives…- dijo Carlos mientras observaba todo aquello. 

-Carlos, dios mío… te hemos estado buscando todo este tiempo…-Mati  se acercó a su hermano tendiéndole los brazos. Veía a su hermano, envejecido, con la ropa gastada y arrastrando la miseria en la planta de sus pies. Pero Carlos no la veía. Parecía que tenía ya un plan prefijado.

-¿Qué quieres?- preguntó Pedro poniéndose en pie delante de él. Ana callaba, seria.
-Y tú serás su hijastro, el hijo de su marido, cuando ella se casó…

Carlos entornaba los ojos como para ver mejor. Ana se adelantó con resolución. Había visto a mucha gente así en su trabajo, en la sala de Urgencias del Hospital. Gente que llegaba en pleno síndrome de abstinencia, y que podía llegar a ser imprevisible.

-Soy Ana, la hija mayor de Alicia. Tú debes de ser Carlos, su primo. Bienvenido a casa. Mi madre y Matilde te han estado buscando todos estos años. Creyeron que habías muerto. De hecho, la policía nos avisó.

-Carlos… si te ví muerto… no puede ser… Te ví allí mismo, me dijeron que…

Mati aún necesitaba asimilar que su hermano estaba vivo delante de ella. Tal vez la visión descompuesta de Carlos le había impresionado más aún que su presunta muerte. 

-No. No era yo. Necesitaba desaparecer por un tiempo, así que qué mejor que un pobre desgraciado a quién coloqué mi cartera con mi documentación. De no haberlo hecho, el muerto hubiese sido yo.

Rocío se replegó en su escondite del pasillo. Aquello le daba escalofríos.
-¡Buena casa!… con los cuchitriles que yo he tenido-murmuró el primo Carlos, contemplando los cuadros que colgaban de las paredes.

-¡Carlos, por favor!…- Mati le llamaba, sin éxito. Carlos miraba al vacío, buscando no se sabe qué.
-¿Dónde está ella?

Mati volvió la cabeza, asustada. Ana se tensó. Pedro contestó con aplomo.
-Ahora no está. Ha salido.

-¡Mentira! Sé que está aquí. Y también sé que lleva muchos días sin salir, y que la trajo una ambulancia, debe de estar muy enferma, así que no me contéis una milonga. ¿Dónde está mi primita?

Mati  se llevó la mano a la cara para contener un sollozo. Su hermano no experimentaba el menor sentimiento al verla. Pedro volvió a contestar  en nombre de todos.
-Sí, está aquí, pero ahora mismo está descansando, no puede salir. Dinos qué quieres y se lo diremos.

Carlos oteó el aire.
-Quiero verla- sentenció.
-Ya te he dicho que ahora no puede ser.
-¡Quiero verla ahora, maldita sea! No me he jugado el tipo viniendo aquí para esto.
-Carlos por favor…- Mati llamaba en vano a su hermano.

-Ya te hemos dicho que ahora está descansando. Mi madre está enferma  y necesita descansar. Dinos en qué podemos ayudarte.

Ni Pedro ni Ana iban a consentir que Alicia se alterase más de la cuenta en estos momentos tan delicados para ella.
-Dinos qué podemos hacer por ti.

-Está ahí dentro, ¿verdad?- dijo Carlos señalando la puerta cerrada del dormitorio.

-Carlos…-Mati se acercó a él, quien la apartó al avanzar. Pedro y Miguel se interpusieron  entre Carlos  la puerta del cuarto de Alicia.
-No, Carlos. Ahora no. Y si continuas así, llamaré a la policía.

-Pedro…- Ana temía que Carlos se pusiera violento. Sabía de sobra que el primo de su madre estaba bajo los efectos de un incipiente síndrome de abstinencia, que pronto iría a más.
-¿qué policía? Adelante, llámala si tienes cojones…

-¡Vamos! ¡Fuera de aquí!- Pedro sacaba a empujones a Carlos del pasillo, mientras Mati gritaba asustada. Rocío temblaba agazapada en su escondite del pasillo, oyendo todo.
El sonido de la campanilla de Alicia sonó dentro del dormitorio. Estaba despierta. Todos enmudecieron.
-¿Lo ves? Sé que está ahí.

Carlos empujó de nuevo a Pedro, avanzando hacia delante, mientras la campanilla volvía a sonar. Carlos abrió la puerta de un empujón. Lo primero con lo que tropezó fue con la mirada de su prima, incorporada en la cama. Treinta años después, a Carlos le parecieron los mismos ojos que cuando la conoció.

-Hola, Carlos. Pasa, te estaba esperando.




*********************


Alicia estaba serena, mirando a su primo fijamente. Asombrosamente, no se extrañó de verlo con su actual aspecto, quizás porque se esperaba algo así. A su lado, entraba Mati entraba hecha un mar de lágrimas. Ana también entró en el dormitorio.

-Mamá, no hace falta que…
Un gesto de Alicia la cortó en seco.

-No, Ana. Sabía que llegaría este momento. Hasta me alegro de que sea así. Por favor, dejadnos solos.
-Pero mamá, está…

-He dicho que nos dejéis solos. Por favor, hija, pronto voy a dejar este mundo,  no hay nada malo que nadie pueda hacerme ya a estas alturas de la película.

Ana y Pedro retrocedieron ante la determinación de su madre, y salieron del dormitorio entornando la puerta. Ambos se quedaron alertas desde el descansillo, atentos a lo que pasaba en el dormitorio, por si tenían que intervenir. Dentro, Alicia miró a su primo a los ojos.
-Me alegro de verte, Carlos.

Mati sollozaba en una esquina, mientras su hermano parecía ignorarla.
-Bonita casa. No has pasado calamidades en todos estos años. Pescaste un buen marido, prima….

Alicia ignoró los comentarios hirientes de un drogadicto. Pronto vio que su primo llevaba todos estos años acumulando resentimiento,  y había venido a soltarlo delante suya.

-Carlos, te hemos estado buscando todo este tiempo. No sabes lo que ha sufrido Mati. En cárceles, hospitales… siempre que te localizábamos ya no estabas. Hemos dejado innumerables recados con nuestro teléfono  nuestra dirección. ¿Por qué no te pusiste en contacto con nosotros?

-…mientras yo me pudría en el infierno…
-Estábamos deseando encontrarte.

-Tú aquí, viviendo a todo tren, feliz, mientras mi madre se moría, mi hermana estaba en la cárcel, y yo…
-¡Carlos, no digas eso!- gritó Mati.
-….y yo malvivía sin que nadie se compadeciera una sola vez de mí. ¿Te parece justo?
-¡Carlos!


-…toda la vida, arrastrado como una colilla, para no tener que soportar la vergüenza de ver a mi  propia familia deshecha…
-Carlos, ésta también es tu familia. Te ayudaremos.
-…mi padre muerto, y mi madre trabajando para poder comer…

-Carlos, eso ya forma parte del pasado.
-…mi propia hermana, en la cárcel…

-¡Carlos! Cállate, por dios- sollozaba Mati.

Alicia dejó que descargase toda la ira que traía. Sabía que su primo había venido para algo.

-Carlos, Mati pasó página hace mucho tiempo. Ha aprendido a vivir después de aquel horror. Tú también lo harás, pero tienes que dejar que te ayudemos. No puedes seguir así, te vas a consumir sin remedio.

Carlos la miraba con los ojos vidriosos. A pesar de la enfermedad, Alicia seguía siendo ella, la misma que hace cuarenta años, muy en el fondo de su alma podía ver a la niña que él conoció, resuelta y segura, la que en su día le agitó una tormenta de sentimientos en su corazón, y que ahora le hablaba con seguridad, a pesar de la enfermedad. Interiormente, Carlos no hacía sino comparar su vidas, y mientras veía la de Alicia como la culminación de una felicidad ideal, con su familia numerosa, sus hijos y sus nietos, veía como la suya propia había pasado con más mala que buena fortuna.

-Mírame, como me he quedado. No soy nadie. ¡Soy una basura por vuestra culpa!
-Carlos, eso no es verdad. Aún estás a tiempo de rectificar, no es tarde. Tan solo tienes que quererlo.

-Yo sufría por mi familia mientras tú eras feliz…

-Yo también he sufrido, Carlos, y tu hermana. No menosprecies lo que los demás han hecho por ti. Y ahora mismo nos estás haciendo sufrir más de lo que te crees. Déjanos ayudarte.

-No quiero tu ayuda, ¡maldita sea!

La reacción violenta de Carlos precedió a un silencio sepulcral. Pedro, que estaba oyendo todo lo que pasaba desde detrás de la puerta,  estuvo a punto de entrar, pero Ana lo contuvo poniéndole la mano en el pecho. Alicia seguía controlando la situación.

Carlos volvió a otear el dormitorio.
-Dinos qué quieres.
-Has dicho que me vas a ayudar, ¿No? Pues bien, sí, necesito ayuda, y la necesito ahora. Mi vida corre peligro. Me están buscando, tengo una deuda pendiente, y si no la liquido pronto, vendrán a por mí.

Alicia se detuvo. Negó con la cabeza.
-No, Carlos, no. Esa ayuda no. Quédate aquí. Sabes que no será fácil, pero nos tienes a nosotros. Te ayudaremos a denunciar y saldrás de esta. Tienes a tu hermana.

-¡Maldita sea! ¿Es que no te enteras de nada? ¡He dicho que mi vida corre peligro! ¡Y lo digo en serio!

Pedro entró de golpe y se aprestó a cogerlo de la camisa.
-No, Pedro, por favor.
Alicia le detuvo.

Agarrado aún por Pedro por el pecho de la camisa, Carlos desvió la mirada para no encontrarse con los ojos del hijastro de Alicia. Al otear alrededor, Carlos reparó en un bulto que le resultaba familiar. Alicia se percató de ello. Era el cuadro de SUSANA Y LOS VIEJOS, metido en su funda, y apoyado en el armario del dormitorio. Allí se quedó, cuando Rocío lo sacó del armario para enseñárselo a su abuela, hacía tres días. Alicia le increpó decidida.




-¡Cógelo! –le dijo. Carlos parecía dudar, mientras miraba los uno  noventa metros  imponentes de Pedro a su lado.

-¡Cógelo! ¿No es eso lo que querías? Puedes llevártelo. Yo no lo quiero para nada. Puedes sacar un buen dinero si lo vendes.

Carlos dudó, pero al notar relajarse el agarre de Pedro, aprovechó para zafarse y dirigirse hacia el tubo de cartón que contenía el lienzo de “Susana y los viejos”. Le pareció reconocer a un viejo amigo, como si no hubieran pasado todos estos cuarenta años entre Alicia y él. Alicia siguió hablando. Ella también había visto a muchos hombres así en su profesión. Las vidas destrozadas, las familias rotas. A Carlos le brillaban los ojos al agarrar el cuadro. El pobre iluso pensaba que con él se acabarían sus males.

-Es tuyo. Te sacará del apuro en el que andas metido. Pero sabes de sobra que sólo te arreglará de forma provisional. Si no sales tú mismo del fango, volverás a necesitar más, y más… 

Carlos no contestaba. Se aferraba al embalaje del cuadro como si fuese su tabla de salvación. Ni él mismo se esperaba que las cosas hubieran sido tan fáciles. Alicia le suplicó por última vez.

-Quédate, por favor,  Carlos. Mati te necesita. Todos te necesitamos.

Carlos retrocedió en la habitación, con el cuadro en las manos. El tropiezo con su hermana le hizo volverse y encontrársela directamente cara a cara, con sus ojos llorosos mirándole. Por un momento fugaz, la voluntad de Carlos se tambaleó.

-¡Carlos, por favor!...- le imploró ella.

-Mati… volveré a por ti… cuando termine con esto vendré a por ti y nos iremos los dos…

-¡¡CARLOS!!


Carlos les miró a todos, agarró el cuadro, y salió corriendo de la sala, dando un portazo tras de sí en la puerta de la calle, volando como una exhalación portal abajo.
Con el eco del portazo aún retumbando en la sala, la familia Iniesta se quedaba momentáneamente sin capacidad de reacción.


Mati lloraba en la esquina, mientras Alicia se quedaba con la vista fija en la puerta por donde había visto  alejarse a su primo. Seguramente sería la última vez que lo vería con vida, mientras musitaba para sí:

--¡Ay, Carlos! ¿Por qué te destrozas la vida de esta manera? Tienes la posibilidad y el remedio delante de ti,  pero tú mismo te lo niegas. Y sin embargo, tengo la impresión de que pronto, muy pronto,  nos volveremos a ver de nuevo….


Fin del capítulo.
Continuará…


Cita:  Jean Jacques Rousseau (1712-1778) Filósofo francés.



7 comentarios:

Maria dijo...

Os dejo el capítulo 54.

Como veis, la vida de Carlos Roldán durante estos años no ha sido muy ejemplar. Veo que todas quizás esperábais otra resolución, pero ha de ser así.

Gracias a todas por vuestros comentarios anteriores.

purivilla dijo...

Triste pero realista María, nos hubiera gustado otra resolución, sí, pero como has dicho tú tiene que ser así.
Gracias de nuevo por tu tiempo y aquí esperaremos el final.

clavemas dijo...

María, suscribo los dichos de Puri:"Triste pero realista, nos hubiera gustado otra resolución, sí, pero como has dicho tú tiene que ser así.
Gracias de nuevo por tu tiempo y aquí esperaremos el final.

Sacha dijo...

María, como siempre muy bueno el capítulo, la inesperada llegada de Carlos ha sido toda una sorpresa.. Pobre Mati, espero que al final tenga un final feliz junto a su hermano y la familia INIESTA..

La historia del cuadro me parece preciosa y que haya servido para tantas cosas, después de mucho tiempo guardado,parece que al final solucionara otro problema..

Maria dijo...

Cuando termine el relato, pondré un post ÍNDICE, para localizar mejor los capítulos.

Anónimo dijo...

Hermana ¡Qué horror! Pobre Carlos destino fatal le das...Me ha gustado mucho el momento de Rocío escondida y la campanilla de Alicia...Te felicito por el realismo y la simplicidad del final....¡Bravo!

Un Grupo de Alvaristas dijo...

María,

Cuanto sufrimiento para la familia Iniesta, primero lo vivieron los padres y ahora también los hijos tienen que presenciar circunstancias tan tristes. Esperábamos que la ayuda a Carlos hubiera sido otra, pues esta situación encierra un peligro para todos.

Deseamos que el cuadro ocupe de nuevo su sitio en esta casa.

Asimismos nos encanta el personaje de "Pedrito", es digno hijo de su padre, es el representante familiar.

Muchas gracias por compartir tu tiempo y nos entristece llegar al final de la historia.

Un fuerte abrazo

Un Grupo de Alvaristas