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Primera página del relato

AVISO- En el archivo de JULIO he puesto un post de CRONOLOGÍA. En él se hace el resumen de personajes y fechas ordenadas, para poder seguir mejor la historia.

Capítulo 53- últimos capítulos.

Resumen de lo publicado- Alicia, enferma en la cama, ya ha terminado de contar a su nieta la historia de su familia, finalizada con la muerte de su abuelo Álvaro hace ahora un año (CAP. 51). Con la llegada de Miguel (CAP. 50), el hermano pequeño, el bailarín,  ya están todos los hermanos Iniesta juntos, aguardando acontecimientos. Ya hace once años que dieron por muerto al desaparecido primo Carlos, hermano de Matilde, al identificar sus objetos personales en un cuerpo anónimo del depósito de cadáveres. Alicia no llegó a creer del todo que su primo había muerto (CAP. 49).

Capítulo  53.  Últimos capítulos.
Madrid, 1.989.


-No sé si es por falta de riego, o por efecto de la medicación que está tomando. Tal vez sean alucinaciones, o sueños, y los confunde con la realidad. La verdad, no sé qué pensar, con lo lúcida que ha sido siempre mamá.

Ana Iniesta hablaba con sus hermanos Pedro y Miguel, sentados los tres en el tresillo del salón. A su hermana Mercedes y a su tía Mati se las oía cacharrear en la cocina, preparando la cena. Los otros dos hermanos Iniesta, Claudia y Jesús,  estaban ambos en sus respectivos trabajos, la una en el estudio de arquitectura, y el otro en la Delegación de Hacienda, de donde era inspector.

-Ayer fui al armario. Ni siquiera tenía intención de sacar nada, cómo voy a tocar ahora nada, en la situación que estamos. Pero mamá se creyó que iba a sacar su ropa. Y se puso  hecha una furia.
-¿La ropa de papá? ¿Aún sigue colgada?




Miguel llevaba un año fuera de casa de gira con la compañía de baile, y preguntaba a su hermana Ana, quien asintió.

-Sí, Miguel. Hablamos de darla, pero mamá se cerró en banda. Dijo que de ninguna manera, que la ropa se quedaba tal y cómo él se la dejó. 

Ana suspiró.
-Y así es como sigue, hace ahora un año de eso.

-Es normal que no quiera deshacerse de recuerdos- intervino Pedro-. Es duro. A mí también se me hace duro. Es lo único que le queda, los recuerdos.

-No, en realidad no era por eso. No sé muy bien porque era. El caso es que… me dijo unas cosas rarísimas. Me dijo que papá seguía aquí. Y que la estaba viendo. Y a mí. Bueno, en realidad, que nos estaba viendo a todos.
-¿Y eso qué tiene de raro?

-Pedro, por favor… ¿me estás tomando el pelo? Mamá nunca ha sido una persona que atienda a tonterías.

-¿A qué le llamas “tonterías”? ¿A sentir la presencia de alguien aunque ya no esté entre nosotros?

-Pero Pedro… ¿cómo va a estar aquí papá? Nadie sabe que pasa después de la muerte, no hay pruebas científicas de otra vida.
-Tampoco las hay de lo contrario.

-No te pongas en plan “abogado” conmigo, Pedro, no empieces con tu jerga legal de siempre.
-No, lo digo totalmente en serio. Tú misma acabas de decir que nadie sabe lo que pasa más allá de la muerte. Por lo tanto, nadie puede decir que lo que le pasa a mamá sea irreal, o incierto.

-Pedro, por favor…. No me líes.
-No te líes tú. ¿Por qué no va a ser cierto que esté diciendo la verdad? A lo mejor es verdad que ve a papá. A veces hasta creo que me pasa a mí también.

-¡Pedro!

Miguel los miraba a ambos, uno a cada lado, en cada butaca.

-No, no, no me estoy riendo, lo digo totalmente en serio. Mira, algunas veces he entrado al despacho, cuando la casa está sola y en silencio, por la noche. Y te juro que casi lo podía ver.
-Esos son tus recuerdos, Pedro.

-Sí, son mis recuerdos, pero no te exagero si te digo que parecía que de un momento a otro se iba a abrir la puerta e iba a aparecer papá, como hacía todos los días. ¿Te acuerdas?
Ana asintió. Su hermano juraría que casi se le humedecieron los ojos.

-Son muchos años… muchos recuerdos… a papá no se le puede olvidar así, sin más… Ha sido mucha vida…
Los tres hermanos se quedaron en silencio, por un lapso de tiempo indefinido.

-¿Sabes? No sé si llamar a Alfredo, mi amigo de la facultad.
-¿El psiquiatra?
-Sí, el mismo. Y comentarle lo de mamá. Es todo tan raro…

-¿Y qué crees que te va a decir?
No lo sé, Pedro. En realidad, si le llamo es porque ni yo misma sé qué está pasando, lo siento, esto escapa a mi lógica…


Ana se quedó pensando, con la mirada en blanco. Sin decir palabra, alargó la mano y cogió la foto que había encima de la primera repisa del mueble, delante de los libros, la que estaba con su padre, el día de su boda. Álvaro estaba impecable, con su elegante traje, para llevar a su primera hija al altar. Ana miró la foto por un buen rato, ensimismada en sus pensamientos. Seguramente pensando a su vez en todos los recuerdos que se le vinieron a la mente, cuando cruzó el pasillo de esa Iglesia para casarse. Recordó a su padre, también emocionado, cuando cruzó el pasillo junto a su hija. Álvaro también estaba muy emocionado cuando se casó Pedro, el mayor, pero el trance de llevarlo al altar le tocó a la abuela Marcela, la madrina, y él pudo contenerse en el banco, junto a su mujer.


-Los japoneses veneran a sus antepasados….
La intervención velada de Miguel, les sacó de su conversación.

-¿qué dices?

Miguel, que a sus escasos veinte años ya había visto medio mundo con su compañía de danza multicolor e interracial, había vivido ya muchas experiencias a pesar de sus pocos años.
-Hablo de la cultura japonesa. Una compañera mía es de Japón. Tiene otra concepción de la vida, la muerte… los antepasados están presentes en la vida cotidiana, es otra manera de honrarlos….

Ana le cogió de la mano. Apenas tenía veinte años y ya había perdido a su padre, y ahora, su madre estaba enferma. Miguel había sido siempre un niño muy independiente, pero era muy joven para quedarse huérfano, aunque estuvieran sus hermanos mayores allí con él.

-Sólo digo que no hay nada cierto ni nada incierto… Yo también me acuerdo mucho de papá…

Ana apretó  la mano a su hermano pequeño y ambos entrelazaron sus dedos. Nadie lo sabía, pero Miguel había llevado todo este año en su macuto de bailarín un recuerdo de su padre, una rosa blanca, que Alicia la arrancó de la corona de la tumba de Álvaro, el día de su entierro, y se la dio a su hijo cuando fue a verlo al cementerio, tras llegar de Japón. 


 



-Toma. Métela entre las hojas de un libro y llévala siempre contigo. Se secará y conservará su aroma para siempre.







El timbre de la casa sonando insistentemente les sacó a todos de sus pensamientos.

-¡¡Dios bendito!! ¿Quién será el impaciente?

-Algún niño, que se habrá equivocado de portero automático.

Pedro se levantó a descolgar. Sólo se oía la calle. Quien fuera, o se había ido, o ya le habían abierto la puerta.
-Nadie- dijo, volviendo a colgar el teléfono.

En poco más de veinte segundos, el timbre de la puerta volvió a sonar, esta vez de forma insistente y repetitiva.

-Pero bueno, se puede saber qué….






Una adolescente con la cara blanca como el papel y el corazón desbocado tras haber subido corriendo por las escaleras, apareció en la puerta y se le echó en brazos.

-¡¡ROCÍO!!

***************************
Pedro metió dentro a su sobrina y, tras cerrar la puerta, la condujo al sillón. Rocío jadeaba, asustada. Era incapaz de pronunciar palabra.

-¿Qué ha pasado? Rocío, dios mío, dime algo… ¿te ha hecho alguien algo? ¿Ha pasado algo en la calle?... hija…
-…ay….. ay……mamá… 

Ana tocaba nerviosa a su hija, cerciorándose que no había pasado nada malo y la niña no traía ningún hueso roto, o alguna cosa peor.

-¡Hija!… ¿qué ha pasado?, por dios…
-déjala, déjala que hable y se tranquilice… 

-… no, mamá… estoy bien…. Es que…

Al fin, Rocío se conseguía tranquilizar el grado justo para decirlo.

-…cuando salí de las clases del instituto… iba con unas amigas, y… luego se fueron ellas… y yo me quedé sola y…..yo me vine por la calle, y…ése hombre…

Rocío se agitó, nerviosa, a punto de romper de nuevo en llanto. Pedro fue a la cocina y le ofreció un vaso de agua. La tía Mercedes y Mati entraron al salón detrás de él.

-Tranquila, bebe…

La niña apuró el vaso hasta arriba. Poco a poco se iba calmando.

-…un hombre… tropezó conmigo… era un vagabundo, mamá… yo no sabía dónde le había visto antes… pero yo no le conozco de nada, yo… estaba sucio, mamá, olía a vino y hablaba estropajoso… me dio mucha pena, mamá, pero tenía mucho miedo y….

Al explicar de nuevo la situación, volvían los nervios a la niña. Algo la había asustado.

-…me paró y me dijo que quería hablar conmigo, que sabía quién era yo…mamá, yo no le conozco de nada… de verdad… me dio miedo… me agarró del brazo y entonces yo salí corriendo, y….

Rocío se llevaba la mano a la garganta, nerviosa.

-¿Te ha hecho algo? ¿Te ha robado? ¿Te ha quitado algo?

Rocío negaba con la cabeza.
-…¡me ha dado mucho miedo!...yo… él me agarró del brazo…

Rocío se tiraba de la manga de la rebeca, nerviosa, por el sitio donde le había agarrado el vagabundo.

-Ya está… lo importante es que no ha pasado nada…
 Ana abrazó a su hija, que aún estaba muy asustada.

-¿y si me viene a buscar mañana, cuando salga de la casa? Seguro que me ha visto entrar aquí, y sabe donde vivo… ¿y si me está siguiendo?...

Pedro miró con aire serio.
-Voy a bajar a ver.
-¡Voy contigo!

-No, Miguel, tú quédate aquí.
-Ni hablar. Si piensas que te voy a dejar solo, vas listo.

-Bueno, se puede saber donde vais los dos? Lo mejor es llamar a la policía, y se acabó.

-Deja a la policía quieta. 

Mercedes asintió.
-No pasa nada porque bajéis a echar un ojo. Pero tened cuidado, por favor. Y si veis algo extraño s dais la vuelta y avisamos a la policía.


Pedro y Miguel se pusieron sus chaquetas y bajaron a la calle por la escalera, por si el hombre se encontraba agazapado en ella. Los minutos se les hicieron interminables a las cuatro mujeres, mientras aguardaban a que llegaran ellos, y Rocío se terminaba de tranquilizar. Ana se acercó al dormitorio de su madre y asomándose a la puerta, comprobó aliviada que seguía durmiendo, o al menos con los ojos cerrados. El jaleo no la había despertado. Mejor. No quería que Alicia se pusiese nerviosa. Con cuidado, cerró su puerta con el pestillo. Rocío terminó de beber su vaso de agua, y su tía Mercedes fue a la cocina a preparar unas tilas para las cuatro. Mientras removían las cucharillas en los humeantes vasos, la llave de la puerta se abrió, al fin.

                -¿¿Qué ha pasado??
Pedro y Miguel aparecieron por la puerta con cara de circunstancias. Las cuatro mujeres de la familia les miraban expectantes.

-No hemos visto nada. Hemos bajado abajo, hemos mirado en el portal, hasta le hemos preguntado a Manuel si había visto a alguien, pero no ha sabido contestarme. Rocío, es probable que ese hombre ni siquiera  sepa que vives aquí. ¿No sabes quién puede ser? ¿No te has cruzado con alguien en los últimos días? ¿No recuerdas nada que pudiera…?

Rocío negó tajantemente.

-No, tío, estoy segura. No he visto a ese hombre en mi vida.
-Nosotros no hemos visto nada sospechoso. Hemos estado un rato en la plaza, y no ha aparecido nadie. Incluso hemos preguntado en el bar, y ellos no habían visto llegar a un hombre con esas características.
Rocío empezaba a respirar hondo.

-Es posible que no llegara a seguirte, Rocío.

-Es que… no sé qué pasó, tío, no quise ni mirar atrás,… tenía mucho miedo, yo…
La niña se ponía nerviosa al recordar el incidente. Su tío se percató de ello y zanjó el tema.

-Está bien. No pasa nada. Con seguridad, ese hombre no te ha seguido. De todas formas, estos días no salgas sola  a la calle. 

-Mañana os llevará papá a los dos al instituto, en el coche- apostilló la madre. 

Rocío asintió. La niña se volvió a llevar a los labios el vaso caliente de infusión dulce.
-¿Queréis más tila? –preguntó Mercedes, levantándose para ir a la cocina a prepararla.
-Te ayudo- contestó su hermano Pedro, haciendo lo propio y metiéndose en la cocina detrás de ella.

Una vez en la cocina, y sin que su sobrina los oyera, Mercedes hizo uso de su deformación profesional como abogada. 

-¿Qué ha pasado en realidad?

-No, lo que has oído- volvió a contestar Pedro-. Hemos estado un rato dando vueltas, escondidos en las esquinas por si aparecía algún vagabundo, o alguien con ganas de buscar jaleo, pero la plaza seguía igual. Incluso hemos preguntado a varias personas, y nadie ha visto nada sospechoso.

-Quizás ha sido una temeridad. ¿Y si hubiera pasado algo? ¿Qué hubierais hecho los dos?
-¿Y qué hacemos? ¿Dejar el asunto correr? ¿Hubieras preferido llamar a la policía? ¿Crees que hubiese servido de algo?

-No, indudablemente. Pero mira, por lo menos hubieran mandado a una patrulla, y si hubiera querido hacer algo, se contiene. ¿No se habrá quedado escondido en el portal?

-Hemos revisado el portal, tanto a la ida como a la vuelta, y no hemos visto nada. De todas formas, le hemos dicho a Manuel, el portero, que no deje entrar a nadie y que esté muy atento. Y por supuesto, Rocío tendrá que tener cuidado estos días, cuando vaya sola por la calle.

-No creo que salga mucho. Se ha quedado muy asustada. 

Pedro y Mercedes entraron de nuevo al salón comedor portando la bandeja con las tazas, y la tetera con la infusión de tila. Rocío estaba algo más tranquila, en el salón, mientras su madre le acariciaba la espalda.

-¿Aún no ha vuelto tu hermano de clases?

Rocío negó con la cabeza. Ese día, su hermano salía más tarde. 

-No, mamá. Javier hoy tenía baloncesto, y viene más tarde.

De repente, el timbre de la puerta sonó. Todos los presentes se quedaron petrificados durante una fracción de segundo.
-¿Llevaba tu hermano sus llaves o se las ha dejado aquí?- preguntó Ana.

El timbre volvió a sonar, volviéndoles a poner nerviosos. La tía Mati se levantó.


-¡No abras!- dijo Rocío.

-Será Javier, es la hora del instituto. No te preocupes.

Mati se dirigió hacia la puerta, confiada. Abrió sin pensar, y  allí se lo encontró, frente a frente. Con los ojos como platos, se llevó la mano a la boca, sin poder evitar dar un grito.

-Hola, hermanita. ¿Tanto he cambiado que no te acuerdas de mí?

-¡¡CARLOS!!


Fin del capítulo.
Continuará…




11 comentarios:

Maria dijo...

GRacias por vuestros comentarios.
OS dejo el CApítulo 53.

Anónimo dijo...

A ver Hermana ¡Estupendo! Me has dejado en lo mejor..."Apareció el primo Carlos"... Aquí si que se puede decir:¡SORPRESA!!!!!!!!!!!

purivilla dijo...

Jolín María, nos has dejado en lo mejor, tú si sabes manejar el suspense y tenernos en vilo hasta la semana que viene, jajaja.
Pues nada, esperaremos hasta el próximo para saber de Carlos.

clavemas dijo...

Muy bueno, María, y vaya suspense!! me he quedado muy sorprendida con la repentina aparición de Carlos.
Tendré que esperar una semana más para saber que ha sido de él tantos años.
Gracias María!

Unknown dijo...

Esto si que ha sido una sorpresa! Carlos!! Yo pensaba que estaba cerrada esa parte del fic!

Por cierto, me ha parecido muy emotiva la parte donde Miguel recuerda la rosa que lleva siempre con él.

Unknown dijo...

Por cierto, soy Jermer! ;)

rodas dijo...

Las personas que dejan huellas nunca dejan este mundo del todo; sentir su presencia a veces es una bendición y Pedro debe saberlo pues no se extraña del comportamiento de Alicia. Bien por el suspense creado y más comentario en el hilo de simpre.

Maria dijo...

Perdón por el olvido, pero acabo de añadir un párrafo al relato que tenía pendiente.

Sacha dijo...

MARIA, como siempre felicidades, por este magnífico capitulo..

Todo comportamiento que tengamos aquí, deja huella ya sea bueno o malo. Alvaro Iniesta, dejo un recuerdo como muchos hombres y mujeres con ese perfil, a los que es difícil olvidar..

La llegada Carlos, espero sea para bien y que Mati tenga una alegría..

El suspense muy bueno.. tanto que estoy deseando que llegue el próximo capitulo..

Azalea dijo...

Vaya sorpresón el de Carlos, María! No lo esperaba para nada,y nos has dejado con el suspense hasta el próximo capítulo.
Y preciosa la presencia de Álvaro en la casa, en Alicia,en sus hijos.Seguimos vivos mientras alguien nos recuerda....

Un Grupo de Alvaristas dijo...

María,

Muy bueno el capítulo, y un gran suspense hasta el final. Nos alegra la llegada de Carlos; deseamos que sea para bien.

Como es natural, Alvaro siempre estará en el recuerdo de los suyos, especialmente en Alicia y Pedrito.

Gracias una vez más y esperamos con interés el próximo relato.

Recibe un fuerte abrazo

Un Grupo de Alvaristas